Sandra López

Hoy me quiero acordar de todos los profesionales de la educación que vuelven, como pueden, a ocupar las aulas para invertir en la mayor fortaleza que tiene una sociedad, que es la educación.

No sé si es porque me toca, pero es muy decepcionante tener que escuchar a la gente hablar tan abiertamente de las vacaciones que tenemos los maestros y las maestras,  o que casi no gozamos de preparación. No hace falta que recuerde incluso algunas expresiones de dirigentes que nos han despreciado y que aún no han entendido cual es el pilar fundamental de un país, para que éste tenga futuro.

Ya no estamos hablando del hecho de que vamos a formar a personas, de todos los sectores, que serán necesarias para que el mundo en sí funcione, sino que encima tenemos la virtud y el honor de poder enseñar a ser, con los valores de la igualdad y la libertad. ¿Existe alguna herramienta mejor que la de saber que tenemos la magia de convertir una sociedad en lo más digna y decente posible? A pesar de quienes se empeñan en lo contrario.

Y en Ceuta este esfuerzo se hace mayor, no únicamente por las características de nuestro entorno, sino porque somos el garbanzo negro de Madrid al que hay que rogar para que se acuerden de nosotros, para que nos doten, para que nos escuchen.

Por cierto ¿quién contabiliza las horas de preparación del material, la corrección de exámenes, los cursos de formación que son fuera del horario escolar, las coordinaciones, o el estrujamiento de la imaginación para no seguir los cánones marcados en una guía educativa?¿Quién se acuerda de quién tiene que mimar todos los días la paciencia, la empatía, la sensibilidad, para entender y adaptar  metodológicamente todo lo que hay que transmitir a quién luego nadie quiere? ¿Por qué no hablamos mejor del profesional que apenas duerme por la noche cada vez que piensa en la cara de ese alumno o alumna que lo está pasando mal?  

¿Quién se acuerda cuando sobrepasamos la ratio y damos clases por encima de nuestras posibilidades, o cuando no nos limitamos únicamente a nuestras funciones, sobre todo en la etapa de infantil o educación especia?

Y no, las escuelas no son empresas ni estamentos estancados. Con las escuelas no se hacen recortes, con las escuelas no se experimenta.

Mercadear con la educación es privatizar el pensamiento, es desahuciar la educación para la ciudadanía y la filosofía, es manipular.

Así que hoy, aquí, aprovecho para felicitar a mis compañeros y compañeras, para exigir más gasto público en la educación y, sobre todo, para que lancemos una campaña de prestigio a quienes sueñan y viven para la tiza, el papel y el lápiz