- Se cumple año desde que al periodista Blasco de Avellaneda, premio Periodismo y Derechos Humanos 2013, le detuvieran por denunciar el oscurantismo, las ilegalidades, las imposturas y las violaciones de derechos humanos en la frontera sur de Europa y todavía no le han devuelto sus herramientas de trabajo ni le han restituido su honor.

Hoy, 9 de julio de 2014, se cumple un año desde que en Melilla se cometiera uno de los mayores atropellos en nuestro país contra la libertad de prensa. El periodista y fotoperiodista freelance Jesús Blasco de Avellaneda fue brutal e ilegalmente detenido por contar la verdad acerca de las violaciones de derechos humanos que se llevan años cometiendo en la frontera sur de Europa.

Dos horas después de un salto de inmigrantes a la valla fronteriza de Melilla, a Blasco de Avellaneda le dieron el alto, le quitaron su teléfono móvil, su grabadora de voz y todas sus cámaras de foto y vídeo y le encerraron en un calabozo.

El joven periodista llevaba meses documentando las expulsiones ilegales de inmigrantes y había publicado fotografías y vídeos que mostraban esta práctica tan habitual como ilícita por parte de las fuerzas españolas. Además, acababa de publicar cinco días antes un reportaje en el que demostraba cómo las cifras oficiales de entradas de subsaharianos y de heridos se manipulaban de forma constante para ajustarlas a estas expulsiones y para crear climas de tranquilidad o crisis según le conviniese al Gobierno.

El periodista melillense fue acusado de revelar secretos de Estado e incluso de utilizar su buen hacer periodístico para ayudar al tráfico de seres humanos. Cuatro meses después de la detención, los cientos de folios de diligencias previas quedaron en agua de borrajas y ninguna de las acusaciones se sostuvo. A pesar de ello, después de un año el juicio todavía no ha salido y las herramientas de trabajo de este profesional de la comunicación no le han sido devueltas.

Desde entonces, se inició una persecución personal contra este periodista por la que fue nuevamente detenido en otras dos ocasiones más: el 19 de septiembre de 2013, cuando paseaba por el centro de la ciudad, acusado de haber obtenido imágenes del perímetro fronterizo, algo que no constituye ni siquiera una falta administrativa. Y el pasado 2 de febrero de 2014, cuando fotografiaba cómo cinco inmigrantes saltaban la valla y conseguían entrar a la carrera en Melilla; mientras Blasco permanecía incomunicado en una celda, la Delegación del Gobierno aseguraba en un comunicado que ningún inmigrante había conseguido acceder ese día a la ciudad autónoma.

Tras el asesinato de 15 inmigrantes en la playa del Tarajal de Ceuta el pasado 6 de febrero, toda Europa está pendiente de qué pasa en la frontera sur. Desde esos trágicos hechos ya no se utilizan pelotas de goma y el uso desproporcionado de la fuerza se le ha dejado en exclusiva a las Fuerzas Auxiliares marroquíes. Todo el mundo, incluso el Gobierno español, ha reconocido las expulsiones en caliente, y en las entradas irregulares de inmigrantes ya no se encuentra sólo Blasco documentando la acción agazapado en la maleza, sino que incluso se habilitan zonas para acoger a las decenas de periodistas y fotógrafos venidos de toda España y de medio mundo que se agolpan en cada salto de inmigrantes para obtener la mejor foto o crónica.

A pesar de esto, ninguna de las detenciones de Blasco de Avellaneda ha sido resuelta y todavía no se le han devuelto la mayoría de sus enseres de trabajo. En todo este año transcurrido, ninguna asociación o sindicato representante del colectivo de fotógrafos o periodistas ha salido a apoyar públicamente a este profesional ni a denunciar los graves hechos que contra él y contra toda la profesión se han cometido en Melilla. En las redes sociales y los medios de comunicación vemos diariamente campañas por la libertad para los periodistas de Al Jazeera detenidos en Egipto, pero nadie alza la voz cuando estas atrocidades se cometen en nuestro país contra periodistas españoles.

Todavía queda mucho por hacer en España por la libertad de prensa y la libertad de expresión. Queda mucho camino por recorrer en la defensa de la verdad, de los valores fundamentales y de los derechos humanos. Quedan muchas personas a las que dar voz e historias que deben ser contadas para no morir en el olvido. Y quedan muchas atrocidades, que se sieguen cometiendo a ambos lados de la frontera sur de Europa, por visibilizar y denunciar. Por eso no debemos consentir que ilegalidades como las cometidas contra el periodista Blasco de Avellaneda sigan teniendo cabida en nuestro estado de derecho. Y por eso debemos luchar para que se cierren ya estos lamentables hechos, le sean devueltas sus pertenencias y se le deje trabajar en libertad.