Quienes hoy nos encontramos aquí reunidos y reunidas lo hacemos por dos motivos. En primer lugar, para exhibir con orgullo lo que somos: somos trabajadores y trabajadoras, estudiantes, autónomos, parados y paradas, jubilados y jubiladas. Independientemente de que hoy seamos muchos o pocos, quienes aquí estamos en este Primero de Mayo formamos parte de la mayoría social del país y del mundo: aquellos que solo disponemos de nuestro trabajo para sobrevivir. Aquellos que de verdad creamos la riqueza que, con la excusa de una crisis económica que no es más que la victoria del mercado frente al Derecho, es acumulada e incluso robada por unos pocos de forma obscena y con total impunidad.

En segundo lugar, estamos aquí para reivindicar que hoy la lucha de la mayoría frente a esa minoría cobra más sentido que nunca. Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del planeta, dijo hace unos pocos años, en la frase que va camino de convertirse en la más famosa del joven siglo XXI, que por supuesto que hay lucha de clases y que, hoy por hoy, van ganando ellos, los ricos. Efectivamente, la ofensiva neoliberal a la que asistimos está pulverizando todas las conquistas que los trabajadores habían logrado imponerle al capital con sacrificio, sudor y compromiso. Se instala, cada vez a mayor velocidad, la figura del trabajador pobre, sin derechos y asustado. Tras el crack de 2008, el orden económico nos muestra, de manera evidente, su rostro más voraz y depredador: las personas ya no somos personas, sino mercancías a las que explotar y desechar una vez extraído el máximo beneficio. El factor capital se impone frente al factor trabajo con una facilidad impensable hace tan sólo una década.

Hoy, nosotros somos los conservadores y ellos los revolucionarios y antisistema. Quienes aquí nos manifestamos exigimos, sencillamente, sentido común ante el descontrol neoliberal. Queremos tener un trabajo digno, un sueldo decente, derecho a vacaciones y una jornada laboral que, aparte de trabajar, nos permita vivir. Queremos, simplemente, aquello que hace que la vida merezca ser vivida. Queremos y exigimos dignidad, una dignidad asociada a ese proyecto de la Ilustración que la irracionalidad de quienes únicamente son capaces de adquirir beneficios a través de la miseria de la inmensa mayoría nos está robando.

La irracionalidad de estos neorrevolucionarios se expresa con toda claridad en Ceuta, una ciudad con la mayor tasa de paro del país, el mayor paro juvenil de Europa y la mayor población en riesgo de pobreza y exclusión social. Estos datos deberían hacer saltar todas las alarmas acerca del sin sentido de modelo al que asistimos. Sin embargo, el gobierno del Partido Popular, con mayoría absoluta desde hace quince años, nos dice que todo va bien y que se crea empleo, algo que también dice el gobierno nacional, obviando que el poco empleo que se produce se hace en condiciones precarias y vergonzosas. No están creando empleo; están consolidando la esclavitud, el modelo laboral que siempre persiguieron y que, las luchas de las clases populares, no les permitían implantar.

Dijo Marcelino Camacho: “El derecho a huelga se consigue haciendo huelgas; el derecho de reunión, reuniéndose; el derecho de asociación, asociándose; y todos estos atributos dela libertad, es únicamente la acción de masas la que puede acabar imponiéndolos”. Hagamos caso de este histórico sindicalista. Luchemos porque el Derecho, la Ilustración y el sentido común se impongan ante la indignidad, el miedo y la vergüenza. Luchemos por esa justicia social sin la que la democracia se vuelve una broma de mal gusto. Viva el Primero de Mayo.