- Dos acontecimientos se han producido recientemente que han removido aspectos esenciales de nuestros valores, como seres humanos, ciudadanos y miembros de la sociedad española: el fallecimiento de Nelson Mandela y la celebración de la aprobación de nuestra Constitución.

El suceso luctuoso del fallecimiento de un héroe, insigne defensor y promotor de las libertades y la igualdad de las personas más allá del color de su piel, la muerte de Nelson Mandela, nos ha golpeado en lo más profundo de nuestros sentimientos, produciendo la admiración y la gratitud por una vida dedicada al servicio de una causa noble, que hace más digno al ser humano y aumentar nuestra fe en una humanidad más justa y solidaria.

La aprobación y mantenimiento de nuestra Constitución, también nos elevó a los españoles a la categoría de ciudadanos, con el reconocimiento de una serie de derechos y libertades, que nos habían sido sustraídas por aquellos que fueron enemigos de la libertad. Pero una de las grandezas de nuestra Constitución es favorecer la reconciliación, y no voy a realizar una mirada retrospectiva que nos lleve al pasado, aunque pueda realizar alusiones que nos hagan valorar más el presente y ser más optimistas con respecto al futuro.

Considero que hay un cierto paralelismo entre lo conseguido por nuestra Constitución y la victoria sobre el apartheid, que consiguió Nelson Mandela. No quiero decir que los orígenes, la situación y los problemas sociales de partida fueran exactamente idénticos; pero hay una serie de similitudes en la coherencia, los sacrificios y los objetivos que al final se alcanzaron, aunque la latitud geográfica, la composición social y los acontecimientos de partida fueran diferentes.

Nelson Mandela fue capaz de renunciar a una vida más favorable a sus intereses privados particulares, en aras de alcanzar el reconocimiento de unos derechos que les eran negados a sus conciudadanos, y que solo favorecían la segregación racial. Mandela, fue un ejemplo para el mundo, cuando privado de libertad, su voluntad inquebrantable estaba por encima de sus dificultades. Su tenacidad y sus objetivos traspasaban las barras de la puerta de su prisión. Pero también fue un ejemplo para el mundo cuando siendo Presidente, no le animó ningún espíritu de revancha; todo lo contrario, trabajó por conseguir que su país fuera una empresa donde todos, negros y blancos, trabajen unidos por los mismos intereses nacionales. Eso no quiere decir unanimidad y ausencia de discrepancias naturales entre los diversos intereses políticos, pero sí que determinados valores tienen que estar por encima de esas diferencias naturales y racionales.

En España, sin remontarme a épocas demasiado lejanas, hubo un periodo de aproximadamente cuarenta años, donde ante la ausencia de democracia no se permitían derechos elementales, que disfrutaban la mayoría de los países de la Europa occidental. Muchos ciudadanos tuvieron que hacer sacrificios y fuertes renuncias, desde la tortura, la cárcel, el exilio, pasando por las injustas condiciones sociales y económicas, la falta de libertad de expresión, que no permitía la posibilidad de manifestar libremente lo que uno pensaba sin enfrentarse a una detención o a la cárcel.

Además de los millones de ciudadanos anónimos, nuestro país tuvo la suerte de contar, después de la dictadura, con unos representantes políticos que supieron estar a la altura de las circunstancias. Seguro que seré injusto, porque me dejaré sin nombrar a cientos o miles de personas implicadas en la política que aportaron lo mejor de sí mismos, para que en España se produjera una transición política pacífica y se pudiera elaborar una Constitución que trajera la libertad a nuestro país. Nombres como los de Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga Iribarne y la inmensa mayoría del pueblo español, posibilitaron que se abriera la puerta y la ventana de una España más libre, más justa y más solidaria.

Como decía Felipe González en un mitin que lo escuché en Murcia, allá por el año 1979. “Los españoles tenemos que sentirnos orgullosos de nosotros mismos y de nuestro país, fuera de España nos admiran. Estamos dando un ejemplo al mundo, porque somos capaces de habernos dado un sistema político para convivir en democracia, en paz y en concordia” Recuerdo también con sorpresa su comentario: “Cuando estoy fuera de España no hablo mal del Gobierno” Su patriotismo y el haber demostrado ser un político coherente no ofrecen duda.

Estoy seguro que alguien podrá indicar, “pero es que ahora nuestro país tiene graves dificultades”. Estamos en una situación difícil con los problemas del desempleo, la corrupción, el intento de separación de Cataluña, las dificultades de muchas familias…. Eso es cierto, pero también aquí voy a hacer alusión a los comentarios de otro ilustre socialista, Enrique Tierno Galván, que antes de la elaboración de la Constitución, más o menos aludía a que “la Constitución por sí misma no obra milagros, pero es el marco, el camino para que los problemas se puedan solucionar” Efectivamente, nuestra Constitución ha posibilitado la solución de graves problemas, como la intentona golpista de 1981, poner fin al terrorismo etarra, conseguir el periodo de paz y de progreso más importante de la historia de nuestro país.

Muchas instituciones se han transformado y modernizado. En este sentido quiero resaltar la importante labor de adaptación y contribución a nuestra situación actual, que han realizado nuestras Fuerzas Armadas, así como el resto de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, pues su importante colaboración han favorecido que España sea un país demócrata y libre.

Queda mucho por hacer en nuestro país, pero sin duda nuestra Constitución nos permitirá, incluso, cuando se tenga que reformar, que la solución a nuestros problemas actuales terminen solventándose.

El problema que se ha planteado en Cataluña tiene solución, porque nuestra Constitución nos permitirá varias salidas al mismo. Los ciudadanos que no estén de acuerdo con el modo en que se están afrontando los problemas por el actual Gobierno, tienen la posibilidad de ejercer sus derechos constitucionales, en defensa de sus intereses, por procedimientos legales y pacíficos, así mismo, cuando lleguen las próximas elecciones se pueden votar libremente las alternativas que cada persona estime oportuno.