- Considero que soy de esas maestras que opina, que mandar tantos deberes para casa no hace que un niño o una niña saque mejores o peores calificaciones o rentabilice mejor sus estudios.

Al contrario, soy de las que manda lo justo y necesario para poder repasar en casa los conceptos que hemos trabajado en el aula ese día. Es cierto que el gran problema de la educación no puede limitarse exclusivamente al trabajo excesivo que debe realizar el alumnado en su “tercer tiempo pedagógico”, sin embargo, mantengo que el exceso de deberes sí puede serlo, ya que no podemos hacer que nuestros niños y niñas, sin apenas haber tenido tiempo a quitarse la mochila al llegar a casa, tengan que sentarse a hacer la tarea, pasando toda la tarde preparando exámenes, haciendo ejercicios de o leyendo libros en un tiempo récord, dejando de lado el tiempo para jugar, una necesidad de exploración a sí mismo y al entorno que le rodea esencial para un crecimiento personal, o lo que es lo mismo: para esos aprendizajes transversales acerca de la vida que ni siquiera podrían ser ubicados en un materia específica .

El juego debería ser considerado como una herramienta básica a explotar en todas sus dimensiones el proceso enseñanza-aprendizaje. Asegurando, a su vez, a cada niño la posibilidad de incorporar, a sí mismo, elementos cotidianos. Por ello, tendremos que buscar el acercamiento del niño al juego por todos los medios posibles.

Los y las docentes deberemos poner en práctica la riqueza de recursos pedagógicos que nos brinda “el juego”. Dotando al alumnado de un desarrollo en sus aprendizajes ameno y placentero. Esto, contribuirá en los resultados del cualitativos y cuantitativos que subyacen de nuestros propios diseños, fomentando, de igual manera, la creatividad y la simbolización, para poder así, canalizar sus deseos y fantasías.

La cantidad de deberes para casa repercute negativamente en todo lo citado con anterioridad, ya que, estas tareas limitan el tiempo libre de nuestros niños y niñas enormemente. Es por ello que se debería buscar una alternativa a esa cantidad de trabajo escolar, mediante recursos lúdicos que propicien “el aprender jugando”, lo que favorecería enormemente la relación personal y afectiva de todos y todas las que formamos parte del proceso educativo.

Tenemos que tener presente que la actual legislación no cita a las tareas a realizar en casa en ningún lugar. Sin embargo, son muchos los miembros de de la comunidad educativa que consideran, erróneamente, a los deberes como un elemento, de obligado cumplimiento. Sin embargo, no es el sistema educativo el que marca los deberes sino una actitud costumbrista del docente clásico que vivió su propia escolaridad como una serie de rigurosas rutinas en las que no cabía la creatividad.

Por otra parte, es inevitable que muchos niños y niñas necesiten de más tareas para poder alcanzar el ritmo de sus compañeros y compañeras de clase, debido a cualquier necesidad educativa que pueda aparecer de carácter puntual. Sin embargo, considero que es un error que creamos que la solución única para subsanar estos problemas puntuales se limite únicamente a la realización de una serie de actividades tradicionales que serán realizadas desde la desidia. Nuestra responsabilidad como maestros, será, en definitiva, la de facilitar a padres y madres diversos recursos y métodos para tutorizar el juego en el tiempo libre, introduciendo los nuevos elementos que nos brida la tecnología (aplicaciones móviles, programas informáticos, videojuegos educativos, etc.).

Para mí, como maestra, es una barbaridad que un niño de Primaria se tenga que pasar toda la tarde haciendo deberes, dejando de lado la tarea principal que se les debe encomendar: disfrutar de la inocencia que les regala su edad. Por otra parte, es de alabar el apoyo de padres y madres a los que tan sólo les falta matricularse de nuevo en la escuela. Los niños y niñas deben saber que los deberes son su responsabilidad, no la de sus padres.

Últimamente se habla mucho de la educación y de cómo debe desarrollarse, es por ello que me gustaría terminar con unas palabras de César Bona: "La educación pasa por la implicación de todos: en los centros los padres y madres tienen que trabajar conjuntamente con los maestros, es necesario que sean un equipo" sólo así tendremos un fin común que es el bienestar y la felicidad de todos los niños y niñas.

Los niños y niñas deben ser, ante todo, eso: FELICES.