Ángel Javier Díez Nieto

La información ocupa hoy un puesto incomparable en la historia, se reciben noticias constantemente de cualquier parte del mundo, automáticamente, sin el tiempo que permitía esa cierta sedimentación o quizás reflexión: esto crea un estado de error, ya que se produce una generalización olvidando la proporción que cada hecho concreto tiene dentro de la realidad total, así se tiene una imagen de la sociedad que solamente es propia de fracciones de ella, acaso mínimas. Así con expresiones vagas, se hace que lo que es válido para unos pocos, se extienda a numerosos grupos combinando la demagogia y abusando de la estadística. La intención de todo ello es alcanzar una formula ficticia utilizada interesadamente para determinadas oportunidades, tanto políticas como de cualquier otra índole. Es por tanto una formula ficticia que permite con cualquier desviación alcanzar falsos resultados.

La realidad es que esto no es así. Por ello es importantísimo utilizar la disyunción, ya que con ella se encuentra la función de la verdadera realidad. Porque con ella entenderemos la separación de las cosas, es decir, la distinción entre realidades distintas que simplemente están relacionadas entre sí. Consecuentemente es necesario establecer siempre las fracciones ciertas de la realidad que se nos presenta, porque son necesarias para acotar, investigar, corregir esa fórmula ficticia de la propaganda que tan demagógicamente es utilizada por todos. Y desde luego…preguntarse a quien interesa esto y que se persigue con ello, en fin…es la clásica pregunta periodística: ¿Quién dice Qué a Quien y a Quien interesa?

Pero de lo que no cabe duda es que la política se funda en la opinión pública, ya que nadie ni nada es realmente público si no adquiere el relieve necesario en la opinión pública. Y por ello utilizan la propaganda a través de los diferentes medios de comunicación, pero que no deja de ser más una manipulación de la opinión pública mediante la demagogia y muchas veces la mentira para conseguir interesadamente unos fines personales.

Y esto lo estamos viendo en la actividad política española. Así, se habla de que la sociedad española de izquierdas es mayor que la otra fracción de españoles cuyas ideas no comulgan con ella. Se habla por tanto de la gran unión de izquierdas como si fuera un todo homogéneo, intentando ocultando la disyunción, olvidemos la verdadera proporción de sus integrantes entre los ciudadanos españoles e incluso entre ese llamado frente de izquierdas, para nada homogéneos ni iguales ente ellos mismo. Porque no nos engañemos….!el socialismo, los antisistemas, podemos y los separatistas no son en modo alguno un bloque compacto con las mismas ideas. Luego… ¿Dónde está esa unidad de izquierdas?... ¿en la propia desunión que siempre los ha caracterizado?

Otra grave advertencia de esta ficticia formula, la tenemos en la actividad política de nuestros nacionalistas, quienes utilizando el atroz e insolidario particularismo de región, nación, partido o civilización, pretenden fragmentar y atomizar la sociedad, volviéndola provinciana y manipulable a cualquier recién llegado. Pero si analizamos por ejemplo a Cataluña (donde al parecer algunos no han superado el romanticismo de las coronas propias de la edad media), con aproximadamente ocho millones de residentes, tan solo el catalán de raíces profundas en el territorio apenas llega a dos millones, no es posible entender como los otros seis millones, bien inmigrantes de otras regiones o países o los nacidos en dicha región que en la mayoría de los casos carecen de un solo apellido con raíces catalanas ya que sus padres provienen de otros lugares distintos a Cataluña (Extremadura, Castilla, Galicia, Andalucía…), asuman como propia una historia catalana que en ningún modo les corresponde y que suele ser el argumento sólido de la pretensión de su independencia.

Se ve que empezamos a dejar que la historia pase por encima de nosotros, porque es sorprendente la frecuente ignorancia de muchas cosas que se nos presentan y de las que apenas tenemos una noción clara ya que el inmenso número de datos de información que los medios de comunicación nos prodigan todos los días rebasan nuestra capacidad de asimilación, lo que nos induce a un estado de error, que permite que estas absurdas demagogias se parasiten en nuestras cabezas haciéndolas verdaderas... Pero… ¡Bueno! Las cosas son así y si alguna vez se celebra el día internacional de los gilipollas, como dice Pérez Reverte… ¡No vamos a caber en las calles!