rajoy sánchez
Rajoy, con Sánchez.

Inmaculada Pilar Gracia

En democracia los ciudadanos elegimos al partido que queremos nos gobierne en atención a su programa electoral y en función de cómo juzguemos su actuación los volvemos a votar o no. Por dos veces seguidas los españoles hemos rechazado que ese partido fuera el PSOE, pero desde el sábado nos gobierna y no tenemos ni idea de que es lo que quiere hacer. Esa situación se produce pese a que ha estado tanto en manos del PP antes, como de PSOE ahora convocar elecciones y que sea el pueblo soberano el que decida. Cuando los intereses personales y de partido están por encima de todo en la política, los partidos pierden legitimidad, dejan de ser un instrumento democrático en torno al cual articular la voluntad de los ciudadanos para ser lobys de promoción de intereses particulares, a veces ajenos, incluso, a sus propias bases. El cinismo y el todo vale se convierten en su seña de identidad y pasan a poner de moda la máxima del despotismo ilustrado de "todo por el pueblo, pero sin el pueblo": el ejercicio de un poder despótico, sin sujeción a la ley y por supuesto sin consultarle, pero vendiéndolo como beneficioso para éste. La legitimidad de la moción de censura que ha derrocado al gobierno del PP se viene abajo cuando aparece como un instrumento partidista completamente ajeno a la voluntad del pueblo español.

Nuestro Ordenamiento Jurídico contempla la moción de censura como un sistema de remoción del presidente del Gobierno, a través de la cual la voluntad popular declara cancelada la relación de confianza con el Gobierno y provoca su caída. Para ello ha de presentar un candidato alternativo y ha de ser elegido por mayoría absoluta del Congreso. La grave situación política que vive nuestro país, en estos días, no termina con el triunfo de esta moción de censura, sino que abre un frente mas al constituirse un gobierno “microminoritario” que va a necesitar, obligatoriamente, la ayuda de grupos parlamentarios cuya única presencia en el Congreso tiene como fin luchar por separarse de España y desmembrarla como si fuese una jugosa tarta. Partidos que pedirán, para dar su apoyo, avanzar en cotas de independencia; peticiones a un partido que se supone respetuoso con nuestro ordenamiento: ¿cómo va a mantenerse el PSOE dentro de la legalidad si para adoptar decisiones de gobierno va a necesitar hacer concesiones ilegales?. O no hace esas concesiones o habrá de hacer encajes de bolillos para forzar el nacimiento de una nueva "legalidad". ¿Con que legitimidad va a defender la ejecución de los Presupuestos Generales del Estado elaborados por el partido censurado?. Evidentemente con ninguna: ese hecho constituirá uno de los mayores ejercicios de cinismo político de nuestra democracia. Esa carga de cinismo es tal que en unos meses, cuando recaiga sentencia en el caso de los ERE, el partido actor de esta moción de censura puede que se encuentre en la misma situación que el actualmente censurado, si finalmente el PSOE es condenado: ¿viviremos otra moción de censura, colocándonos entonces en una espacie de día de la marmota político?.

La condena al PP como responsable civil subsidiario en un macroproceso de corrupción de altos cargos del mismo, y la interminable lista de altos cargos condenados por corrupción en otros procedimientos, así como la falta de credibilidad del testimonio del Sr. Rajoy en el juicio de la trama GURTEL para los jueces que sentenciaron, tienen la suficiente gravedad como para que todo el arco parlamentario pida su cabeza, y así se hizo desde que se publicó la sentencia. Pero en este país no hay manera de que nuestros políticos entiendan la dignidad que implica dimitir, y antes se saltan un ojo que reconocen un error, y nos venden lo infumable para justificar su inmovilismo. La táctica de dejar que los problemas se resuelvan por “putrefacción” no le ha valido esta vez al Sr. Rajoy que pudiendo irse por la puerta grande dimitiendo, prefirió esconder su vergüenza en el reservado de un restaurante mientras la democracia española volvía a vivir un día crítico.

Si se contemplan las últimas encuestas de intención de voto se comprende porqué ni PSOE ni PP quieren la convocatoria de elecciones generales, pese a ser esta la mejor opción para salir de la situación de ingobernabilidad, otorgándose así legitimidad plena a la acción de gobierno al ser los ciudadanos los que decidan. Elecciones generales es la única opción para salir de esta trasnochada situación de despotismo ilustrado. Sumar esta crisis institucional a la ya complicadísima situación en la que nos mantiene el secesionismo catalán es un acto de irresponsabilidad política sin precedentes. Haría falta un milagro y una décima parte del sentido de estado que tuvieron los políticos de la transición para recomponer la democracia en nuestro país.