De las 35 mujeres víctimas de violencia de género en nuestro país en lo que va de año solo 6 (el 17%) habían denunciado a sus agresores. El resto, 29 mujeres no habían interpuesto denuncia. Pese al avance en la concienciación que nuestra sociedad ha experimentado en relación a la violencia contra la mujer, a fecha de hoy todavía sigue siendo un problema oculto e invisibilizado. Estas 29 mujeres nunca denunciaron a sus verdugos, pero tampoco lo hizo su entorno, su familia, sus amigos, sus vecinos u otras personas que seguramente tuvieron conocimientos de los hechos y que tampoco dieron el paso.

La denuncia en los casos de malos tratos permite a la mujer acogerse a un sistema judicial y policial que las brinda protección y seguridad hacia su persona. La denuncia permite a la mujer poner fin a un ciclo de violencia que se perpetúa en los años y que no cesa, y la denuncia facilita a la mujer la salvaguarda del derecho fundamental básico, la vida.

Precisamente uno de los aspectos clave que impide funcionar correctamente a la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, es la gran cantidad de casos que se desconocen, porque no se denuncian o porque la mujer decide no ratificarla o no declarar en contra del presunto agresor, por el miedo y la situación de desamparo que padecen en muchas ocasiones.

Por ello, recomendaciones como las realizadas por una Comunidad Religiosa Islámica que aconseja a las mujeres víctimas de malos tratos acudir primeramente a instituciones religiosas, hace un flaco favor a todas las mujeres y a la sociedad en general, ya que la violencia de género es un delito y como tal debe ser denunciado ante las autoridades competentes. El ordenamiento jurídico español es de obligado cumplimiento para toda la ciudadanía con independencia del credo religioso que se profese, y no podemos volver a épocas anteriores donde se consideraba el maltrato a la mujer como un asunto privado y doméstico, porque estaríamos contribuyendo a perpetuar el ciclo de la violencia que hace tanto daño no solo a las mujeres sino también a una sociedad que debe tener tolerancia cero ante estas agresiones.

Igualmente, debemos ser sumamente cuidadosos con los mensajes que se envían a nuestra juventud, ya que influirán de manera decisiva en la construcción de una sociedad que debe respetar por igual a mujeres y hombres en todos los ámbitos de su vida, al igual que debemos hacer conscientes a todas las mujeres con independencia de su credo de los lastres que siguen subordinando a las mujeres en nuestra sociedad.

Respetar la libertad religiosa es tolerar, entender, apoyar sentimientos y elementos únicamente religiosos; nada que ver con tolerar, entender y apoyar sentimientos y elementos contrarios a la realidad de la mujer víctima de violencia machista, que se contradicen con nuestras leyes y nuestra lucha por erradicar esta lacra.

Tolerancia cero ante mensajes machistas y contrarios a la lucha por la igualdad de la mujer y especialmente ante aquellos que se amparan en la libertad religiosa para subestimar el papel de la mujer en nuestra sociedad.