- Cualquiera que lea noticias, que vea la tele o simplemente que observe a su alrededor es consciente del alarmante aumento del número de cánceres en nuestra sociedad.

La pregunta es obvia, ¿es real ese aumento? Y si lo es, ¿qué está pasando?

Vamos a los datos: 

Según la organización mundial de la salud, el 77% de los casos de cáncer lo padecen las personas mayores de 55 años. Con lo cual al ser la población cada vez más vieja aumentan los números de personas con la enfermedad.

Ahora bien, y puedo dar fe de ello desgraciadamente, he visto a gente joven, muy joven, padeciendo está terrible enfermedad.

No voy a entrar aquí en si la investigación médica avanza al ritmo deseado o si destinamos todo lo que deberíamos a investigación y desarrollo...

¿Cuál es el motivo entonces de tan horrible escalada?

Sorprendentemente e indagando y leyendo artículos médicos, la obesidad es el factor de riesgo de mayor incidencia derrocando al tabaco o al alcohol o a la inactividad física. Estados Unidos es el ejemplo paradigmático.

O sea, la comida se convierte de este modo en la palabra clave.

Margaret Mead ya se preguntaba en 1954: ¿por qué razón el ser humano come lo que come? ¿por qué aun sabiendo que ciertos alimentos son perjudiciales los sigue consumiendo?

La antropología médica trata de dar respuestas. ¿Cómo interseccionan lo cultural y lo biológico?

Porque, obviamente la comida es algo cultural. La comida ocupa un lugar en nuesrtro sistema de creencias, en las relaciones de poder, de género.

¿Es lo mismo comida que alimento?

¿Es una pizza comida? ¿Es alimento?

¿Sabemos lo que comemos? ¿Nos estamos alimentando?

¿Por qué la gente no come más verduras y frutas si está demostrado que reduce por ejemplo la posibilidad de reducir el cáncer gástrico en un 70%?

¿Por qué existen islas en Japón con una incidencia muy baja de cánceres y donde la esperanza de vida se dispara?

¿Comen o se alimentan?

Evidentemente la comida es algo cultural; si le ofreces patatas de bolsa a un aborigen australiano posiblemente lo rechazará con cara de asco de igual manera que lo haríamos nosotros si nos ofrece hormigas para comer.

Lo cierto es que ,indudablemente, la situación está tomando tintes dramáticos, casi epidémicos. Abogo por educar desde el colegio incluso estableciendo alguna asignatura sobre alimentación y buenos hábitos dietéticos. Seguro que es más barato que pagar todos los tratamientos contra el cáncer.

Abogo por una mayor control de lo que nos metemos en el cuerpo, estoy seguro de que nos llevaríamos las manos a la cabeza si supiéramos de verdad que lleva todo lo que comemos.

Abogo por mayor inversión en investigación, por potenciar los estudios médicos.

Y mientras tanto abogo por rezar y disfrutar por las mañanas cuando nos levantamos y no nos duele nada.

Disfrutar de tu desayuno, de ese amigo, de tu familia, de tu perro, de esa cenita, de esa reunión, de esas tapas con vino, de un simple paseo.

Y desen prisa, por favor, encuentren algo. No quiero perder a más seres queridos.