Dicen los expertos que solo conocemos un porcentaje minúsculo de nuestra mente.

No hace falta llegar al conocimiento de los expertos para darse cuenta de que realmente nuestra mente tiene un poder cuasi ilimitado, tanto en el sentido positivo como negativo.

No voy a centrarme en las cosas que, desde un punto de vista negativo, puede lograr nuestra mente: pongamos por ejemplo enfermar.

Seamos más optimistas, vamos a lo positivo.

Centrémonos en el amor. Debido al tipo de vida que llevamos: las prisas, el trabajo, las inquietudes, el móvil, que si internet, etc, las relaciones de pareja se están convirtiendo en un jeroglífico de sentimientos, miedos, rencores, acercamientos, rupturas, noches de insomnio, alegrías, estrategias, infidelidades, en resumen: un maremágnum de sensaciones como si de una montaña rusa se tratase.

Por ello, no es difícil observar a tu alrededor como cunde el desanimo, como ganan los miedos, como los frenos se imponen a los aceleradores, como las ansiedades dominan al espíritu, como las ganas de protegerse desbancan al riesgo, como el rencor se impone al perdón, como la desconfianza tritura a la locura, como la soledad "sin sufrir" desplaza a la compañía que me genera inseguridad, como los escudos prevalencen sobre las flores, como, en pocas palabras: la gente cree cada vez menos en el amor.

En ese difícil equilibrio, llevado como se puede por una cantidad de personas que ya han pasado por el sufrimiento amoroso, se mezclan a partes desiguales, la falta de esperanza con las ganas de creer, con claro triunfo del primero.

Y en ese difícil equilibrio, las personas se protegen por una simple cuestión de supervivencia. ¿Han escuchado alguna vez hablar bien a un divorciado/a de las relaciones de pareja?

Y resulta, y ahí estriba el poder de la mente, que de repente, sin saber cómo, aparece alguien. Y en poco tiempo, muy poco tiempo, resulta que la mente cambia el recorrido, el incrédulo vuelve a creer, el miedo retrocede ante la ilusión, las inquietudes se hacen pequeñas ante el resplandor del amanecer, el día lluvioso y triste se hace primaveral ante nuestros ojos, la desconfianza se apoca ante ante la fe, el pesimista se vuelve invencible, una mirada compensa un duro día de trabajo, las horas corren más deprisa en soledad, el estómago revolotea juguetón, la cena en compañía destroza al partido de fútbol, aguantar al jefe se hace llevadero, las ganas de viajar se multiplican por dos, el pánico a perder la libertad se ensombrece ante los ojos que te miran, un abrazo te hace dormir mejor...y todo eso simplemente porque algo pasó, algo surgió, y da igual que seas un tímido, que vayas de "sobrao", que te creas inmune al dolor, que el miedo domine a la razón, que no cambies tu libertad por nada ni nadie, da igual que jurases que nunca más, ya no hay marcha atrás, ya no tienes nada que hacer, y puedes, o luchar (para perder) o simplemente dejarte llevar y vivir.

Elijan ustedes lo que hacer, pero no olviden nunca el poder de la mente, porque a veces, aunque sea de mucho en mucho tiempo, alguien aparecerá y entonces se darán cuenta de lo vulnerable que son, y entonces, simplemente, volverán a ser ese niño/a que llevan dentro.