Me llama con las manos a lo lejos, de hecho no estoy seguro de si me llama a mí, pero me acerco.

"Siéntate, siéntate". "Me llamo" .....y me dice su nombre y apellidos. Me habla de su familia.

Andará sobre los 70, guapa, elegante, pero sobre todo muy graciosa. 

"Hijo, yo no me hallo en Madrid"

"¿Usted de dónde es, señora"?

De Ceuta

Pues está usted en Ceuta

¿Sí? 

Claro

La sigo escuchando, me coge la mano; me enseña las piernas, tiene heridas, me recuerda a mí madre, se me encoge el corazón.

Me sigue hablando pero mi mente retrocede a mi infancia, a las navidades, a los veranos, todos juntos.

"A mí es que me hacen falta muchas cosas", me dice.

¿El qué señora?

Mi hija, Charo.

¿Y dónde está?

En Madrid

Pues entonces no puede venir a verla, está lejos.

Hoy a las 6 la estoy esperando...

Y me sigue hablando: "ponte de pie", "qué guapo eres", "verás como me vea mi marido", me echa unas miradas"

¿Dónde está su marido?

Falleció

Y me aprieta la mano cada vez más.

"Tengo una hija para ti que tiene 25, 26, 27, 28 o 29 años". Me río, se ríe conmigo; eso ya me vale.

Le digo que me voy, que la semana que viene la veré. Miro a mí alrededor, soledad, veo la soledad. 

Y mientras que me marcho con el corazón encogido pienso que esa preciosa señora fue niña, fue mujer, seguro que cuidó a su Charo, seguro que cuidó a su marido.

Y en ese momento y durante todo el día cambia la perspectiva: no me duele nada, estoy sano, tengo a mis hermanos, tengo a mis amigos (no los quiero menos que a mis hermanos), en breve haré viajes que me ilusionan, con personas que me ilusionan.

Si, soy un privilegiado, sin dudas.

Ojalá pudiese llamar a mis padres y contárselo, ojalá los hubiese cuidado más.

Qué grandes fuisteis.