Tras la publicación del denominado “Informe Chilcot” vuelve a hablarse de la Guerra de Irak. Y volvemos a escuchar en tertulias y debates palabras como “chapuza”, “error” o “equivocación”. Hablar en estos términos de lo que aquello supuso y supone equivale a descargar de culpa a unos culpables que tienen nombre y apellidos. José María Aznar es uno de ellos. Que me perdone mi padre por mi imprudencia, pero sólo me sale definir a Aznar con una palabra: criminal.
Los efectos de la propaganda, la estética y el ruido son asombrosos y demuestran algo que, a raíz de la proliferación del concepto “populismo”, varios autores han vuelto a poner encima de la mesa: que en el mundo político, la verdad y la razón no se valen a sí mismas para imponerse. Decir la verdad, demostrar la verdad no es suficiente para que la verdad cale y se asuma. Al parecer, según encuestas internas de Podemos, un 52% de la población española piensa que a Podemos lo financia Venezuela. Seis sentencias de los tribunales nos vienen a decir que tal acusación es, básicamente, una ridiculez sin fundamento. Pero nada puede hacer la verdad jurídica contra unos adversarios y unos medios a los que poco les importa la verdad. Nada pueden hacer por sí solas verdad y razón en un escenario repleto de elementos que dificultan la posibilidad misma de diálogo o discusión racional de ideas.
El informe Chilcot aporta más datos acerca de lo vil y miserable que es José María Aznar. El hecho de que no hubiera armas de destrucción masiva, de que se demostrara que eran falsas las razones por las cuales se llevó a cabo una invasión que no contaba con la aprobación de la ONU y que ha costado la vida de millones de personas -si sumamos lo producido por la extensión del conflicto a otras zonas-, debería ser suficiente para que quienes mintieron y perpetraron o contribuyeron a perpetrar tal delito contra la humanidad se ganasen la reprobación, el asco y la condena moral de toda persona decente, con independencia de ideologías. Con arreglo a los hechos demostrados, podríamos decir que catalogar de criminal a Aznar no es una opinión, sino que alcanza el grado de verdad.