- El pasado domingo en Salvados, Pedro Sánchez, despojado ya de los corsés inherentes a los cargos de Secretario General y Diputado del PSOE, ofreció impresiones y explicaciones acerca de la vorágine que en el partido de González y Díaz se ha saldado con su regreso a la mera militancia de base.

Se mostró cómodo, libre. Habló alto y claro. Se le notó sincero, pero tal sinceridad, en cambio, lo que ponía de relieve era, precisamente, la falta de sinceridad que le ha acompañado durante todo este año. Pedro Sánchez dijo todo lo que Podemos lleva diciendo desde que Pablo Iglesias ofreciera al PSOE un gobierno de coalición progresista tras las elecciones del 20 de diciembre.

Son innumerables las ocasiones en que los portavoces de Podemos han manifestado que el principal motivo por el cual no se llegaba a un acuerdo con los socialistas obedecía a una falta de voluntad de los segundos motivada por ciertas presiones de diferentes poderes fácticos. Sánchez siempre lo negó y afirmó que jamás recibió presiones, culpando al extremista y antisocialista Pablo Iglesias de impedir ningún tipo de entendimiento. Ahora sabemos la verdad. El pasado domingo, el Secretario General más mediocre de la historia del PSOE hacía de la digna y a la vez vergonzosa confesión el punto de partida de su campaña de primarias.

Efectivamente, firmar un acuerdo con la cuarta fuerza política (Ciudadanos), ninguneando a la tercera (Podemos) constituyó un cortafuegos a cualquier posible condición de Pablo Iglesias. Efectivamente, el grupo PRISA, a través, sobre todo, del diario El País, presionó en contra de cualquier posibilidad de gobierno alternativo. Efectivamente, sectores del poder financiero como Telefónica influyeron en el PSOE para que Podemos no rozara poder. Efectivamente, Pedro Sánchez ha confesado que nos ha estado mintiendo durante un año; ha confesado que es un mentiroso.