En Melbourne, un partido para ganar un título del Grand Slam, ocupar el número uno y definir un pulso generacional. Camino de los 25 años, la rusa Maria Sharapova puede considerarse una tenista de la vieja guardia: ganó el primero de sus tres grandes hace ocho años, el mismo tiempo que ha pasado desde que se impuso en la Copa de Maestras, y llegó al número uno mundial hace siete. A un paso de los 23, le espera este sábado la bielorrusa Azarenka (9.30, Canal +), tan cerca de ella en edad como lejos en currículo: la número tres debuta en una final grande, y veía por la televisión las batallas entre su rival, las hermanas Williams, la belga Henin o la francesa Mauresmo. Representa a las tenistas que llegan.

Sacudida por el largo y proceloso cierre patronal que suspendió dos meses de competición y a reducir de 82 a 66 partidos por equipo la fase regular y todavía bajo el impacto que tuvo el veto de David Stern al traspaso de Chris Paul a los Clippers, despega por fin la NBA, cargada de enormes expectativas, las de una competición subyugante por la cantidad y calidad de su extensa colección de figuras. Basta recitar los nombres de los primeros espadas para encender las luces de neón, reclamo de un torneo único, en el que se funden los mayores desafíos y, claro, las mayores miserias.