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El mariscal Tantaui se convierte en el guía de una transición incierta

El Ejército egipcio mostró a Hosni Mubarak la puerta de salida y, con un respaldo casi unánime de la ciudadanía, asumió el control del Estado. Resultaba inevitable romper con la legalidad anterior, y todo el poder quedó en manos de los militares. La nueva realidad institucional producía sin embargo cierto vértigo: no había más que Ejército y ciudadanos, sin nada en medio. Mientras los soldados despejaron la plaza de la Liberación, Egipto se adentraba en el futuro caminando sobre el vacío, de la mano de un mariscal, Mohamed Tantaui, cuya palabra era ley. Tantaui disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución y prometió elecciones en unos seis meses.

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