meditar

Empezar el otoño haciendo yoga o aprendiendo a meditar

- El Centro Global celebra este fin de semana una jornada de puertas abiertas para iniciarse en el yoga, en las técnicas para meditar o el mindfullnes

- El objetivo de este año es hacer un retiro urbano en el que nadie se que tenga que desplazar y puedan compartir una jornada de práctica y toma de contacto, explican

- Los asistentes podrán compartir la jornada completa o realizar alguna clase de forma individual

«Bucear es como meditar»

Guillaume pertenece a la nueva generación de exploradores submarinos. Enamorado del mar y de sus secretos, en el agua se siente libre, sin más límites que su propio  cuerpo.
-¿Sueña con sirenas?
-Yo ya tengo mi sirena. Me guiñó un ojo en tierra después de haber logrado el récord mundial de apnea al bajar a 113 metros de profundidad. Mucha gente piensa que estoy loco, pero sólo soy un enamorado del mar al que le gusta explorar lo desconocido. ¿Puede entenderme?
-Hay un placer en la locura que sólo el loco conoce.
-(Risas) Si estar loco es enamorarte y seguir tu pasión, entonces lo estoy. Desde niño el mar y yo hemos estado muy unidos. Nací y crecí en Niza y desde que tengo uso de razón  me recuerdo haciendo competiciones de buceo con mis amigos.
-No hace falta que me diga quién ganaba.
-Ahí es cuando comencé a darme cuenta de que bajaba más que el resto, hasta el punto de que muchos de mis amigos se asustaban al ver que tardaba en salir. Fue entonces cuando vi un programa de televisión y comprendí que se trataba de un deporte. Lo probé en serio, y me enamoré.
-La aventura de las profundidades...,  aunque no se vea nada. 
-Es cierto. A tantos metros todo está oscuro a tu alrededor y sin embargo, aunque suene extraño, a medida que bajas es como si se te encendiera una luz en tu interior. Es entonces cuando te relajas, cierras los ojos y tomas conciencia de todo tu cuerpo. Sientes cada uno de tus músculos, el corazón, la sangre que recorre cada esquina, los pulmones...
-Me recuerda a un yogui hindú.
-Es como una meditación. Sé exactamente cómo está cada parte de mi cuerpo cuando buceo. Es como si estuvieras volando dentro del agua.
-¿Ha encontrado el Gran Azul?
-Lo encuentro bajo el agua. El buceo libre o la apnea es  lo más parecido a la auténtica libertad. Como un baile con el mar, te sientes parte de los elementos marinos, el tiempo deja de existir –mi récord son siete minutos bajo el agua en piscina– y te sientes  en armonía con el mundo.
-¿No ha sentido miedo?
-No hay  lugar  para el  miedo y sí para un inmenso respeto por la enorme masa de agua. Lo más importante al bucear es disfrutar del momento y dejar las angustias en tierra. No pasa nada.
-No trago.
-(Risas).Vale, vale. Hay días en los que no te sientes cómodo y tus pulmones no aceptan la presión con lo que es mejor no luchar contra ellos. Son avisos del cuerpo y ellos mandan. Y si no lo haces, mejor salir a tierra. ¿Por qué me mira así?
-Me preguntaba cómo será un beso suyo...
-(Risas).En eso no hay problema porque mi novia es una de las mejores buceadoras del mundo  y tiene el récord del mundo femenino en Apnea. Ya ve, no me gusta bucear solo.

Improvisar versus (pre)meditar

La reunión de los dirigentes socialistas del pasado sábado sirvió, entre otras cosas, para que nuestro presidente admitiera el hecho de que algunas de las decisiones adoptadas están tomadas a bote pronto, sin preparación alguna. Lo dijo cuando afirmó que «la tarea de gobernar incluye improvisar», una petición de principio que no sería compartida por casi ningún gobernante del mundo civilizado, convencidos de la necesidad de meditar, sopesar y reflexionar sobre un asunto antes de llevarlo a cabo. La improvisación resulta valiosa en el mundo de la farándula y es un preciado recurso a la hora de actuar, porque estimula la creatividad de los actores. Es verdad que en la improvisación, la intuición permite al intérprete actuar en situaciones inesperadas y solucionar los problemas que surjan en escena. Pero por lo que se sabe hasta el momento, actuar no debe ser el papel fundamental del inquilino de La Moncloa y sí tenerlo todo pensado, estudiado y analizado para solucionar los severos problemas con los que se enfrenta el país y en los que, vistos los resultados, la improvisación no ha lugar. 
Los españoles, a diferencia de alemanes o franceses, somos un pueblo muy dado a improvisar para salir del atolladero, pero todos los expertos coinciden en que esta característica hispana no funciona en la situación actual. Este ha podido ser el motivo de  la marcha de Solbes, Sevilla y otros del entorno presidencial; personas en desacuerdo con el despilfarro actual del Ejecutivo y partidarios de la reducción del gasto como una de las formas de empezar a mejorar las cuentas. Protestaron con la improvisación de los 400 euros;  y tenían razón, dado que no reactivó el consumo y sí costó 6.000 millones de euros. La de los 420 ha multiplicado su coste inicial, porque en principio dejaba fuera a la mayor parte de los desempleados de larga duración y qué decir del «Plan E», que si bien ha creado un determinado número de puestos de trabajo temporales ha destruido otros tantos o más ante la imposibilidad de que los ayuntamientos dispusieran de ese dinero o parte del mismo para pagar sus deudas con las pymes. En caso de haber podido hacerlo, estas no se hubieran visto obligadas a cerrar y enviar a los trabajadores al paro. Ahora, con el fin de paliar el coste de tanta improvisación, el Ejecutivo lleva varias semanas improvisando cómo y qué impuestos va a subir para meter un poco de dinero en las secas arcas del Estado. La medida afectará a las clases medias, porque a «los ricos», como demagógicamente llama el Gobierno a quienes ingresan más, no les va a pillar. Normalmente disponen de buenísimos asesores que les evitan, de manera legal, ser acribillados a impuestos.
El presidente insiste en la necesidad de alcanzar un consenso político y social y, sin embargo, a la hora de la verdad nunca se logra por la inexistencia de unos planes gubernamentales que puedan aunar voluntades sobre medidas y objetivos concretos para los próximos meses. El Gobierno prefiere otear el horizonte y, en función de lo que indiquen los sondeos de opinión, decir hoy una cosa y mañana la contraria. Y está claro que cuando la ocurrencia se confunde con el pensamiento, al final se termina en el error.
 

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