Sobrepasadas por los acontecimientos, las viejas convenciones legales sobre derechos de propiedad intelectual en el mundo editorial están saltando por los aires a ambos lados del Atlántico debido a la disponibilidad de una tecnología (la de la digitalización y venta online de libros) y su aplicación acelerada, desde hace cuatro años, por parte del gigante informático Google en una política de hechos consumados. Salvado preliminarmente un primer escollo con autores y editores de Estados Unidos, y pese a que ese país sigue sin saber si es legal el acuerdo que desbloquearía el ambicioso proyecto del buscador (todavía tiene que hablar un juez y concluir una investigación gubernamental), Europa se tienta la ropa preguntándose si está preparada para no perder este tren que parece ya el único tren en el futuro del mercado editorial.