Se llamaba Ana; tenía 56 años; era natural de Vélez-Málaga. El pasado 12 de enero, su cuerpo fue encontrado sin vida en su propia casa. Todo apuntaba a que se trataba del primer caso de violencia de género de lo que llevamos de 2024. Ayer, se confirmaron los peores presagios: la mujer fue estrangulada por su pareja sentimental antes de que esta última se suicidara.

Desde 2003 -año en el que las autoridades empezaron a contabilizar los casos constitutivos de violencia machista-, han sido asesinadas en España un total de 1.239 féminas. Solo el pasado curso, más de medio centenar perdieron la vida a manos de hombres (56, para ser exactos).

La cosa no queda ahí: a la cincuentena de víctimas contabilizadas, hay que sumar, además, la tragedia de otro medio centenar de menores de edad que, dadas las circunstancias, han quedado totalmente huérfanos. La cifra de niños y niñas desamparados es, de hecho, la más elevada desde que se tienen registros. Ahí es nada.

Como siempre que se producen episodios como el que hoy nos ocupa, la Delegación del Gobierno ha tenido a bien guardar este día 16 un sentido minuto de silencio en memoria de la fallecida. Iba a ser el primero de Cristina Pérez como máxima representante de Moncloa en suelo caballa, pero, al final, la exvicepresidenta primera de la Mesa de la Asamblea se ha acabado ausentando por motivos personales.

El lugar de Pérez lo ha ocupado -simbólicamente- su antecesor en el cargo. Rafael García y algo menos de una decena de funcionarios adscritos a la institución han escenificado su repulsa hacia lo que lleva largo tiempo constituyendo una lacra social con una silenciosa concentración a las puertas de la propia entidad. Durante sesenta segundos, lo único que ha roto la quietud del momento han sido las campanadas de la Iglesia de San Francisco; nada más.