CONMEMORACIÓN

La Guardia Civil de Ceuta recuerda su lucha contra ETA en su 174 aniversario

La Guardia Civil de Ceuta recuerda su lucha contra ETA en su 174 aniversario
El coronel de la Comandancia de la Guardia Civil de Ceuta, José Luis Gómez Salinero
El coronel de la Comandancia de la Guardia Civil de Ceuta, José Luis Gómez Salinero

De los bandoleros de sus inicios a la lucha contra ETA “en las Vascongadas”, el coronel de la Comandancia de la Guardia Civil de Ceuta, José Luis Gómez Salinero, ha repasado los 174 años de historia de la Guardia Civil en el tradicional acto de conmemoración de la fundación de la Benemérita en la Comandancia General de Ceuta.Un largo y prolijo discurso en el que el coronel Salinero se ha centrado en el papel protagonista de la Benemérita en la lucha contra ETA, que el pasado 3 de mayo anunciaba su disolución definitiva, recordando a la banda terrorista, derrotada por la vía policial, política y social, que no está en condiciones de exigir nada a la sociedad española.

Salinero ha querido destacar el duro trabajo de la Guardia Civil en los ‘años de plomo’, “años de silencio y olvido” cuando enterraban a los muertos del Cuerpo “en soledad”, con especial recuerdo al cuartel guipuzcoano de Intxaurrondo, epicentro de la lucha de la Benemérita contra ETA. El coronel de la Comandancia en Ceuta ha detallado la trayectoria de ETA desde su creación como “escisión de las juventudes del PNV” a su desintegración, pasando por los golpes a su cúpula en Sokoa o Bidart, con mención especial al que fue el primer guardia caído bajo las balas terroristas, José Pardines, en 1968, a los dos últimos,  Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá, asesinados con una bomba lapa en su coche en la localidad de Calviá (Mallorca) en 2009, en  el que fue el último atentado de ETA en suelo español.

Guardias condecorados en el 174 aniversarioUn acto solemne, celebrado en el patio de la casa cuartel, en el que se ha condecorado a los guardias en reconocimiento a su labor en acto de servicio.

Lea íntegro el discurso del coronel Salinero:

Renovar nuestro compromiso de entrega y servicio a la sociedad, refrendar la vigencia de los valores y principios sobre los que se asienta la Institución y mostrar nuestro reconocimiento y agradecimiento a quienes como miembros del Cuerpo nos precedieron en el servicio a los ciudadanos, son las razones fundamentales que nos alientan a conmemorar este aniversario. Revivir nuestra historia hoy nos hace ser conscientes de nuestras raíces y anima a seguir en ese compromiso colectivo.

Ante la necesidad de responder con garantías a la preocupante falta de seguridad pública y con independencia de la opción liberal o moderada del momento, el Gobierno de González Bravo de 1843 pensó en la creación de un Cuerpo de entidad nacional, sobrio, profesional y duradero, que fuese capaz de poner fin a la ineficacia demostrada por otros Cuerpos e instituciones regionales y provinciales existentes que, mal preparados y carentes de profesionalidad, se delataron incapaces de enfrentarse con éxito a la situación generada por las numerosas partidas de bandoleros y salteadores de caminos, especialmente en el ámbito rural, que impedían el normal desarrollo de una incipiente economía y la consolidación de un ambiente de paz y tranquilidad imprescindibles para acometer las numerosas reformas que demandaba el país.

Es así cómo, en 1844, bajo una opción política moderada, en el escenario convulso de una España del siglo XIX muy afectada en los ámbitos económico, social y político por las secuelas de la Guerra de la Independencia y de una dura posguerra civil Carlista, y especialmente por un gran déficit en la Seguridad Pública, se crea la Guardia Civil.

Ya desde el principio, se suscitaron polémicas entorno a las cuestiones referentes a la misión y funciones del nuevo Cuerpo, estableciéndose en el artículo 2 del primer decreto fundacional de 28 de marzo de 1844 que el objeto de la Guardia Civil era “proveer al buen orden, a la seguridad pública y a la protección de las personas y de las propiedades, fuera y dentro de las poblaciones”.

Con posterioridad, los sucesivos Gobiernos fueron modificando las misiones y funciones del Instituto, unas veces adaptándolas a sus ideologías y otras por las circunstancias coyunturales que vivía el país, como son el caso de las modificaciones propiciadas por las revoluciones de 1848 y 1854, las reformas del General Prim tras el bienio progresista, la I República, la Ley Constitutiva del Ejército de 1878, la gran reforma de 1912, la II República, la Ley reguladora de los servicios policiales de 1941, la Ley de Policía de 1978 y por último la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986, de 13 de marzo, actualmente vigente, que dimana del artículo 104.2 de  la Constitución Española de 1978 y que establece un modelo policial nuevo que en su preámbulo lo define como “un servicio público, dirigido a la protección de la comunidad, mediante la defensa del ordenamiento democrático”.

Lo importante de esta Fuerza, consagrada a relevar al Ejército y a la Milicia Nacional en funciones de protección y seguridad pública, estribaba en que su organización fuese lo más perfecta posible con el fin de que no cayese en los defectos de otros cuerpos de seguridad que le precedieron, entre otros, el de identificarse con una u otra facción o ideología política de la época, causa que, como bien sabía su fundador, el Duque de Ahumada, hubiese condicionado sobremanera su porvenir al quedar incapacitada para servir al conjunto de la nación; de esta manera, eludiendo en su devenir histórico cualquier instrumentalización al servicio de interés alguno que no fuera el interés general, hoy podemos constatar que la Guardia Civil ha quedado consolidada como patrimonio común de todos los españoles, pues es percibida por la ciudadanía como un recurso público efectivo y fiable.

En algo más de una década, la Guardia Civil, ajena a los juegos políticos y enfrentándose a la delincuencia con profesionalidad, redujo el bandolerismo a la mínima expresión, garantizando la seguridad de los campos y de las vías de comunicación, tan importantes para el desarrollo económico y social de la nación, prestando auxilio a la autoridad para velar por el cumplimiento y ejecución de las leyes y comenzando la Justicia a extender su imperio en el maltrecho solar hispano.

La Institución fue creciendo en la adversidad de lo que fue un siglo de convulsiones sociales y  frustraciones – entre las que destacaron los desastres de Cuba y más tarde Annual- donde la Guardia Civil derramó bastante protagonismo. Después siguieron pronunciamientos, dictaduras, revoluciones, guerra civil, maquis y el terrorismo del FRAP, GRAPO y ETA, siendo la Guardia Civil objetivo preferente de sus atentados.

En nuestra convulsa historia, la Institución ha entregado, a modo de sacrificio, muchos de sus Guardias Civiles, quienes dieron sus vidas en el cumplimiento del deber, servidores todos ellos del orden y la ley, y cuyo mantenimiento es la razón de ser de la Institución. Los servicios de la Guardia Civil han estado repletos de episodios beneméritos, no teniendo otro objeto que el de servir  desinteresadamente a la ciudadanía, sufriendo sus componentes, como parte integrante de la sociedad, las consecuencias surgidas de la fractura social; sin embargo, sus miembros siempre han sabido afrontar el riesgo con valentía y serenidad, como bien reza el artículo 4º su Cartilla, documento confeccionado personalmente por el Duque de Ahumada y que constituye un auténtico catecismo modelador del comportamiento ético e idiosincrasia de la Guardia Civil en su trayectoria histórica: “Siempre fiel a su deber, sereno en el peligro y desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza será más respetado que el que con amenazas sólo consigue malquistarse con todos”.

“Sereno en el peligro” es, precisamente, la leyenda que todavía hoy se puede leer en la entrada y en el monumento a los caídos de nuestro acuartelamiento de Intxaurrondo de la Comandancia de Guipúzcoa en San Sebastián, inscripción que viene a resumir la historia de los Guardias Civiles de las provincias del País Vasco y de Navarra que en un escenario de continua tensión hubieron de exponerse, una y otra vez, al peligro que encerraba ser objetivo preferente de ETA y que puso a prueba su capacidad para adaptarse a las circunstancias más adversas impuestas durante más de cinco décadas por la organización terrorista. Y me permito traer a colación la relación entre esta parte del artículo 4º de nuestra Cartilla, de marcado carácter emblemático para nuestra Institución, y un acuartelamiento del País Vasco, porque su evocación adquiere una especial significación en esta conmemoración del 174 aniversario de la fundación del Cuerpo, dada la reciente declaración de disolución de la organización terrorista ETA, surgida de la escisión de las juventudes del PNV en 1959, según su manifiesto fundacional de 31 de julio del mismo año; porque no hay que olvidar que la Guardia Civil es uno de los colectivos más afectados históricamente por el terrorismo de ETA, por ello, el Cuerpo tiene una especial sensibilidad hacia la barbarie que ha supuesto para nuestra sociedad este terrorismo y los efectos tan perniciosos que ha tenido en la ciudadanía.

Desde que el pasado 20 de octubre de 2011 Euskadi Ta Askatasuna (ETA), debilitada en su capacidad operativa por las constantes desarticulaciones de sus estructuras gracias a la eficaz actividad policial de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la falta de apoyo del entorno radical de la Izquierda Abertzale, ilegalizado por la acción de los Tribunales de Justicia nacionales con el refrendo de Estrasburgo, y por la enorme presión de una sociedad hastiada de sus crímenes, anunciara el cese definitivo de la actividad armada tras casi 60 años de actividad terrorista, la sociedad española ha permanecido, esperanzada, a la espera de que se produjera su definitiva disolución.

A través de un comunicado fechado el pasado 3 de mayo y distribuido a los medios de comunicación, ETA anunciaba “el final de su trayectoria, dando por concluida toda su actividad política y desmantelando totalmente el conjunto de sus estructuras”.

Al texto acompañaron sendos mensajes de audio de los exdirigentes de la organización terrorista, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, alias “Josu Ternera”, quien de ser el máximo dirigente de ETA pasó, en 1998, a ser diputado de Euskal Herritarrok (EH) y miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, huido de la Justicia desde 2003 tras pedir la Fiscalía del Tribunal Supremo su procesamiento por su implicación en el atentado contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, y de Soledad Iparraguirre Guenechea, alias “Anboto”, miembro del Comité Ejecutivo de ETA, encargada de Finanzas, detenida en la operación “Santuario” el 3 de octubre de 2004 y recluida en la prisión gala de Reau Sud Francilien.

Es posible afirmar que el ciclo histórico de ETA, como así define la propia organización su trayectoria y que, junto a su función, da por concluido en su comunicado de disolución, siguió un proceso paralelo e íntimamente ligado a la propia evolución de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su lucha contra el complejo entramado terrorista.

Desde que ETA asesinara en la localidad de Villabona (Guipúzcoa) al Guardia Civil José Pardines Arcay, su primera víctima, un 7 de junio de 1968, hasta el atentado en la localidad de Calviá que costó la vida a los Guardias Civiles Carlos Sáez de Tejada y Diego Salvá, el 30 de julio de 2009, transcurrieron más de 40 años de acciones terrorista en las que fueron asesinadas más de ochocientas personas, de las que una cuarta parte eran miembros del Cuerpo, y causados miles de heridos, estando aún pendientes de resolver más de trescientos de esos crímenes.

Los comienzos de la actividad terrorista fueron para la Guardia Civil unos años muy difíciles, con una intensa actividad por parte de una ETA nutrida por numerosos comandos reintegrados a la lucha armada tras la amnistía de sus presos en 1977, con el apoyo de una gran parte de la población vasca y con la plena disponibilidad de una sólida retaguardia a salvo de la acción policial en su santuario del sur de Francia. Con anterioridad a la entrada en vigor de la Constitución en 1978, ETA ya llevaba consumados 75 asesinatos en los 20 años de su existencia. Tan sólo en 1978, fueron asesinadas 72 personas, 81 en 1979 y 99 en 1980; gran parte de ellas fueron Guardias Civiles, siendo la Comandancia de Guipúzcoa la más castigada, con más de cien Guardias Civiles asesinados a lo largo de la existencia de ETA.  Fueron años de silencio, de olvido, de cobardía y de desatención a las víctimas, tardando la sociedad mucho tiempo en reaccionar.

Y entre tanto transcurrían los llamados “años de plomo”, los Guardias Civiles, en un ambiente hostil, fueron adquiriendo experiencia, evolucionando al compás de atentados y de enterrar en soledad y con resignación a sus muertos, transformando sus Unidades, mejorando sus procedimientos de investigación y adquiriendo nuevos medios técnicos; en definitiva, paulatinamente se fue dotando al Cuerpo de una eficaz y sólida organización capaz de hacer frente a la ETA potente y crecida de sus comienzos; poniendo a prueba, una vez más, su ya histórica capacidad de adaptación a las adversidades. La Comandancia de Guipúzcoa, con su incipiente Servicio de Información, fue la primera en reaccionar ante la actividad de una organización que, por aquel entonces, conservaba plenamente la iniciativa en la selección de objetivos y ejecución de sus atentados.

Quizás sea acertado aseverar que fue una cuestión de supervivencia, de mero instinto de conservación. ETA había orientado su actividad, de forma preferente, hacia las patrullas del Cuerpo, pero viendo que no conseguía todos sus objetivos, y en un alarde de bajeza moral y de crueldad, amplió los atentados atacando a una de las instalaciones más representativas de la Institución, como son sus casas-cuarteles, sabiendo que golpeaba al conjunto de familias que comparten los mismos sacrificios, disciplina y avatares del servicio que los propios Guardias Civiles que las encabezan, sin importarles acabar con la vida de niños si con ello conseguían sacudir los cimientos del Instituto.

La práctica totalidad de las casas cuarteles fueron objeto de reiterados atentados, no dejando otra opción que la de protegerse junto a las familias, de ahí que los Guardias Civiles destinados en las Vascongadas y Navarra no escatimaron esfuerzos, haciendo de la lucha contra la banda una cuestión personal, con una dedicación abnegada, sobrepasando con creces las exigencias profesionales, trabajando duro e intensamente durante jornadas interminables para especializarse, obtener y elaborar información que les condujera a los pasos de muga, zulos y correos de la organización terrorista y, finalmente, ser capaces de anticiparse a sus acciones y desmantelar una y otra vez sus comandos de liberados y legales, logros a los contribuyó extraordinariamente la creación de los Grupos Antiterroristas Rurales (el GAR) y la Jefatura del Servicio de Información, hitos fundamentales en la lucha contra ETA, que permitió disponer de unidades de élite desplegadas sobre las vías de comunicación y el entorno rural en el que, durante los primeros años, se refugiaban sus comandos.

Los resultados de este largo proceso resiliente de lucha contra ETA se fueron definiendo a favor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la medida en que se iban alcanzando objetivos clave para seguir avanzando; entre otros, lograr acceder, tras fructíferas relaciones profesionales y excelente coordinación con las Fuerzas de Seguridad francesas, al enclave estratégico que ETA tenía en la cara norte de los Pirineos, acabando de esta manera con la impunidad de sus comandos, que desde entonces fueron sometidos a una exitosa escalada de desarticulaciones, constituyendo este objetivo todo un impulso a la actividad policial contra la banda, que se vio obligada a adoptar medidas de seguridad y a desplazar sus estructuras operativas y responsables de los aparatos Militar, Logístico y Político a lugares alejados del que hasta entonces había sido su santuario en el entorno fronterizo hispano-francés.

Sirva como ejemplo de golpe policial en el sur francés la operación denominada “Sokoa”, explotada el 5 de noviembre de 1986 en Hendaya, primera gran operación de inteligencia contra ETA, resultando la desarticulación de su aparato de Finanzas; o la operación llevada a cabo el 29 de marzo de 1992 en la localidad francesa de “Bidart”, donde la Guardia Civil y la policía francesa detuvieron a los tres máximos dirigentes de entonces de la organización: Francisco Mújica, “Pakito”, José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”, y José María Arregui “Fiti”, provocando una de sus mayores crisis.

Los innumerables operativos policiales no hacían sino poner de manifiesto que la Guardia Civil había recuperado la iniciativa, anticipándose reiteradamente a los movimientos de la organización, siendo la que llevaba el peso de la lucha contra ETA, la que lograba frenar sus acciones en territorio español y la que una y otra vez hacía tambalearse su retaguardia, en otros tiempos segura, en Francia. Las autocríticas, que a modo de lecciones aprendidas y por orden de la dirección de la organización acostumbraban a hacer los comandos tras su detención, ponían de manifiesto la obsesión que tenían hacia la Guardia Civil, y sorprendidos e incrédulos por su eficacia policial debatían sobre los errores que habían propiciado su caída, a pesar de las medidas de seguridad.

Txema Montero, perteneciente al colectivo de abogados integrados en Herri Batasuna, llegaría a reconocer que “la Guardia Civil ha sido el instrumento más efectivo en la lucha contra ETA”.

Fue a partir de 1998 cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los Tribunales de Justicia cambiaron de estrategia en la lucha contra ETA y comenzaron a perseguir al conocido como “entorno” de la organización, todo un complejo sociopolítico constituido por una amalgama de siglas de organizaciones radicales que integradas en las instituciones del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) y aprovechándose de las posibilidades legales que les concedía el sistema democrático colaboraban con ETA, complementaban sus acciones armadas extendiendo la violencia mediante la “Kale-borroka” que practicaban sus cachorros y se erigían en su brazo político (a través de HB/EH/Batasuna) y el de KAS/Ekin, constituyendo su vanguardia para la coordinación y dirección de toda la Izquierda Abertzale (entre otras organizaciones, Askatasuna: constituida en frente de presos; Jarrai-Haika-Segui: como frente juvenil; Egin y Egunkaria: como medios de comunicación).

La aprobación de la Ley Orgánica de Partidos Políticos en junio de 2002, que contemplaba “la prohibición de aquellos partidos que den apoyo expreso o tácito al terrorismo, y la ilegalización de los que vulneren los derechos fundamentales y democráticos, o propicien el odio y la violencia” allanó el camino para que la Audiencia Nacional, mediante decreto de 26 de agosto de ese mismo año, ordenara la suspensión de todas las actividades de Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y Batasuna, además del cierre de sus sedes, locales, establecimientos y cualesquiera otros centros, entre los que se encontraban las populares herriko-tabernas.

El golpe judicial definitivo llegó mediante decreto de 27 de marzo de 2003, cuando el Tribunal Supremo, situando a Batasuna como “brazo político” de ETA, declaró la ilegalidad de HB/EH/Batasuna y todo su complejo de organizaciones satélite por apoyo tácito a la actividad de ETA. Posteriormente, la máxima instancia europea en derechos humanos, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo ratificaría, en el mes de junio de 2009, aquella resolución, fallo que supuso la victoria judicial y política de nuestro Estado de Derecho. A este respecto, resulta significativo señalar que las autoridades judiciales y la Fiscalía de la Audiencia Nacional llegaron a reconocer que los informes periciales de inteligencia elaborados por la Jefatura de Información de la Guardia Civil, en colaboración con las Comandancias del País Vasco, y por la Comisaría General de Información del CNP, fruto de sus experiencias en la larga lucha contra la banda terrorista, constituyeron una herramienta clave para la ilegalización de HB y el resto de sus siglas, pues servían de base para articular sus resoluciones; siendo el Grupo de Elaboración, en el caso de la Guardia Civil, un referente en la aplicación de los procedimientos de análisis de inteligencia.

Las operaciones policiales contra la estructura etarra se fueron sucediendo, y si bien la organización conseguía reponer sus comandos y que éstos siguieran cobrándose víctimas, los Servicios de Información lograban que tanto los pistoleros como los dirigentes de ETA permanecieran poco tiempo al frente de sus taldes y aparatos de dirección antes de ser nuevamente detenidos.

En breve tiempo, las detenciones fueron tan numerosas y de tal envergadura que las captaciones para engrosar las filas de la organización se llevaban a cabo entre militantes sin experiencia ni preparación técnica en la lucha armada, recurriendo con frecuencia a su cantera en la kale-borroka, integrada por jóvenes sin formación alguna y con un deficitario bagaje intelectual, viéndose abocado el aparato militar a decidirse por objetivos dotados de menor seguridad y con mínimos riesgos en la ejecución del atentado para sus taldes.

La escasa capacidad operativa de la organización, las numerosas caídas en bloque de su dirección sin posibilidad de reemplazo cualificado, las luchas internas y corruptelas que ponían en riesgo su ya deterioradas posibilidades económicas-financieras, sumieron a ETA en un proceso de descomposición y decadencia del que ya no se recuperó.

El 22 de septiembre de 2015, en la localidad francesa de Saint Étienne de Baigorry, fueron localizados y detenidos por la Guardia Civil y la Policía francesa, David Pla Martín e Iratxe Sorzábal Díaz, los dos últimos dirigentes cualificados de ETA; la operación fue bautizada simbólicamente con el nombre de “Pardines” en homenaje al primer Guardia Civil asesinado por la organización terrorista en Guipúzcoa, cerrando, con el mismo nombre que se había abierto, una trágica página de la historia de España.

La escenificación del desarme de ETA se llevó a cabo en la localidad francesa de Bayona, el día 8 de abril de 2017, en presencia de una autodenominada Comisión Internacional de Verificación, mediante la entrega de un listado con la situación de ocho depósitos de armas, supuestamente ubicados en el departamento de Pirineos Atlánticos; en todo caso, se trataría de un desarme parcial, a pesar de que la organización terrorista se apresurara a proclamar que lo fue completo.

La verdad histórica que debe prevalecer es que ETA ha sido derrotada en los ámbitos operativo, político, judicial y social por la eficacia del Estado de Derecho, sin alcanzar cualquiera de los objetivos políticos que se había propuesto, por lo que no está en disposición de exigir nada a la sociedad; y todo ello gracias al consenso democrático de los actores políticos que hicieron posible resistir los ataques terroristas, a la firme determinación de los diferentes Gobiernos de España, a la acción de los Tribunales de Justicia nacionales e internacionales, a la cooperación internacional en todos los ámbitos, especialmente a la francesa, al aislamiento a que fue sometida por la generalidad de la sociedad española y, finalmente, gracias a la firmeza y eficacia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su lucha contra la organización terrorista.

No permitamos que ETA cimente e imponga su falso relato intentando justificar crímenes y ensalzando su papel en este final; un final no precisamente voluntario ni unilateral, sino porque la fortaleza del Estado de Derecho no le ha dejado otra opción. Además, ETA se marcha sin mostrar un sincero arrepentimiento por todas las víctimas causadas, sin distinciones, y sin facilitar información que permita esclarecer tantos asesinatos aún pendientes de resolver. Es de probidad que en este trágico episodio de la historia de España la memoria de las víctimas debe permanecer para siempre; tenemos una deuda de gratitud con ellas y sus familias, verdaderos héroes de la democracia.

Todos los Guardias Civiles estamos llamados a conocer nuestra Historia y tradiciones, pues constituyen una de nuestras señas de identidad, permitiendo a la Institución y a sus miembros conocer sus fundadores, sus héroes, las acciones destacadas y demás legados de quienes nos precedieron en el servicio a España. Por ello es preciso conservar y transmitir las gestas y símbolos del Cuerpo, de forma que sirvan de ejemplo, permitan perpetuar su recuerdo y fortalezcan el espíritu de pertenencia a la Guardia Civil, debiendo todos sus miembros sentirse orgullosos, herederos y depositarios de una gloriosa tradición.

En el momento actual se puede afirmar que la Guardia Civil es una organización orientada a la estrategia, capaz de afrontar el futuro de forma proactiva. La misión, la visión, los principios y valores tradicionales y su lealtad al poder constituido, como principales fortalezas e identidad corporativa, así como el deseo de que la Guardia Civil continúe siendo una Institución de referencia en España mediante la prestación de unos servicios al ciudadano eficaces y de calidad, deben continuar siendo los elementos que guíen e inspiren nuestras actuaciones, pues han sido las claves de su éxito y longevidad.

La buena imagen que la Institución tiene lo es gracias a la grandeza de los hombres y las mujeres que la han venido integrando, por ello, todos los Guardias Civiles deben de ser conscientes de que, en todo momento, son responsables de dar continuidad al prestigio y buen nombre del Cuerpo; y lo han de conseguir de la manera más eficaz de comunicarse con la ciudadanía y preservar la buena imagen del Cuerpo, que no es otra que con su trabajo y actuación ejemplar, abnegada y desinteresada. Es imprescindible lograr que la sociedad continúe depositando su confianza en la Guardia Civil sobre la base de esa labor diaria y el buen hacer conforme a los valores institucionales.

Qué mejor oportunidad, la de esta conmemoración, para reconocer a aquellos componentes del Cuerpo que se han hecho acreedores a una condecoración, por lo que desde aquí les transmito mi felicitación más sincera, pues viene a ser una justa distinción a su trayectoria profesional que debe servirnos de ejemplo y estímulo de cara a continuar por esa senda en el futuro.

Mi reconocimiento a todo el personal retirado y en reserva por el servicio prestado y por el que en estos momentos realiza, pues seguís siendo un activo importante para la Guardia Civil. Gracias por haber consagrado lo mejor de vuestras vidas al servicio de España. 

Tengamos en este día tan señalado un particular recuerdo para todos aquellos miembros de la Institución que han dado su vida en el cumplimiento de su deber, a los asesinados por la sin razón terrorista o a quienes han entregado sus vidas en misiones de guerra, todos ellos permanecerán siempre en nuestra memoria, nuestra gratitud, solidaridad y apoyo a sus familias.

La Guardia Civil de Ceuta recuerda su lucha contra ETA en su 174 aniversario


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