Vivienda

Huerta Téllez, desastre final de la gestión del Gobierno de Vivas: Más de 200 pisos okupados esta noche

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photo_camera Varias personas entran a una de las dos fases de Huerta Téllez este lunes.

A las tres de la mañana llegaron con hachas y cadenas para forzar las entradas a los domicilios vacíos desde hace tiempo. La mayoría de los que estaban atrapados en las sucesivas quiebras de la promoción auspiciada por la Ciudad Autónoma hace una década se han quedado ahora sin piso y con el dinero en manos de la constructora.

En la gestión en materia de vivienda del Gobierno de Vivas ya había varios hitos que ponían el listón bastante alto a la hora de hacerlo peor. Pero tal vez, lo sucedido en Huerta Téllez, con el número final –de momento- de esta pasada madrugada puede considerarse un merecido remate a una gestión que acumula actuaciones cuanto menos polémicas. Ahí está un solar vacío en el Sarchal donde debía haber una torre de viviendas públicas en una promoción que acabó costando un 20 por ciento más de lo licitado y contando con decenas de pisos menos. Aún resuenan los ecos judiciales del Caso Emvicesa, con el esperpento de las 317 de Loma Colmenar y su lista fantasma. Tampoco se desatasca el Brull o Huerta Molino y como colofón final esta pasada madrugada de septiembre Huerta Téllez. Allí, frente al Instituto de Educación Secundaria Clara Campoamor se construyen a tirones en suelo municipal desde hace dos lustros dos promociones de viviendas, más de 200 que han sido okupadas por las bravas durante esta pasada madrugada. Desastre final a una promoción que nació gafada. 600, según el vigilante, aunque en la documentación oficial inicial de Dolmen, la promoción Aires del Sur se componía de 206 viviendas. Aunque de esto hace una década.

Hace ya más de una década que el entonces responsable de vivienda, Francisco Márquez, sacó a concurso este espacio municipal para la construcción de viviendas bajo el régimen de cooperativas. Se lo llevó la empresa Dolmen en un concurso que perdió la sociedad de cooperativas de Viviendas de Comisiones Obreras, que llegó incluso a pleitear tímidamente por la resolución del concurso. La empresa curiosamente aparecía vinculada como “colaboradora” con la consultoría sevillana que el ex delegado del Gobierno, Francisco Antonio González, referenciaba en su currículum.

Vigilante: “A las 3 de la mañana han venido con hachas y cadenas. Aquí había un compañero porque la empresa lo que tenía contratado era un agente de seguridad. Uno”

Eso fue antes de que Martinsa quebrara en el verano de 2008 y arrancara la crisis del boom inmobiliario de la que el país aún está recuperándose. Dolmen quebró por el camino y dejó a cientos de compradores atrapados. Compradores que desde el quiebre han venido reclamando a la Ciudad Autónoma una solución al problema. Sin éxito.

Y como siempre que la Administración hace oídos sordos a los problemas de sus administrados la solución suele ser insatisfactoria y se corre el riesgo de que acabe llegando por iniciativa ciudadana. La de esta pasada madrugada es de libro. En apenas unas horas vecinos de zonas cercanas, sin participación alguna –hasta ahora- en todo el lío han entrado por las bravas en las casas, ya terminadas, y las han okupado.

Un lío soberano del que nadie tiene claro como se saldrá. A los clientes de las mafias que venden llaves de edificios abandonados lleva echarlos por la vía judicial entre 12 y 18 meses.

“A las 3 de la mañana han venido con hachas y cadenas. Aquí había un compañero porque la empresa lo que tenía contratado era un agente de seguridad. Uno”, enfatiza el vigilante que lleva toda la mañana conviviendo con el trasiego de personas aceleradas y algunas indignadas y sollozantes ante el último vuelco de los acontecimientos que les aleja aún más si cabe de su sueño de un techo después de haber estado pendientes de la constructora y haber abonado dinero durante años.

“¿El hombre qué iba hacer? Lo que marca el protocolo, al ver que no puedes, llamar a la Policía. Han venido 15 agentes de la Policía Local, que han visto que tampoco podían hacer nada. Han estado fichando gente y poco más. Han llamado a la Nacional al final porque decían que tampoco era competencia suya. Creo que ha llamado su jefe para decirlo. A mí me han agredido sobre las 8. Ha venido un hombre muy nervioso me ha amenazado con una llave de coche, me ha cogido por la solapa y me ha gritado que le abriera esta fase. Lo he tenido que tumbar en el suelo con una llave para que se calmara”, prosigue su relato cerca del mediodía ya el agente de seguridad, testigo privilegiado del sin dios de esta pasada madrugada en Huerta Téllez.

Y el caso es que, como el propio vigilante refiere, no hacía falta la violencia para acceder a las viviendas. “¿Qué te voy a abrir? Ahí tienes, pasa”, sintetiza el vigilante.

Emvicesa no tiene en marcha ninguna promoción a día de hoy. Ni se la espera. Bastante lío tiene ya con la última que entregó, las 317 en Loma Colmenar.

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Las viviendas en su estado actual distan mucho de ser hogares. Los portones son placas de hierro corroídas por el tiempo y el clima. La suciedad hace tiempo que se acomodó en las estancias y la mugre es la reina con centímetros de grosor en bañeras marrones que deberían ser blancas. Cables de obra y otros enseres cruzan los descansillos, los rellanos y hasta el interior de algunas viviendas. No hay cocinas y en muchos casos la obra aparece parcheada. Da igual, todo vale para tener un techo deseado desde hace tiempo. Aunque sea de okupa.

Es otra realidad que esconde la gestión en materia de vivienda del Gobierno de la Ciudad, que mientras se ha ido enredando en estas cuestiones ha perdido de vista que la necesidad sigue imperando y la demanda de techos a precios asequibles en la ciudad con mayor tasa de pobreza del país sigue ahí. Emvicesa no tiene en marcha ninguna promoción a día de hoy. Ni se la espera. Bastante lío tiene ya con la última que entregó, las 317 en Loma Colmenar.

Okupa: “Para que se la chupe el banco, nos lo quedamos nosotros”

Las viviendas no tienen ni luz, ni agua, los cuartos de contadores parecen los de un edificio abandonado en un pueblo fantasma. Aún así hay quién lo tiene claro: “Eso lo tienen en dos días”.

“Para que se la chupe el banco, nos lo quedamos nosotros”, a cara descubierta blande el feroz argumento una okupa delante de un vigilante desbordado. “No se ha quedado este de Emvicesa con millones, pues porque nos llevemos nosotros una vivienda, tampoco pasa nada; que nos hace mucha falta”, le apostilla otra compañera en la okupación.

A las 12 del mediodía está todo el pescado vendido y no queda una vivienda por okupar. Aún así en los patios interiores, desde las ventanas, las personas atrincheradas en su nuevo hogar llaman a gritos a conocidos que deambulan en busca de una libre: “Vente al primero, que aquí hay”. El trasiego es nervioso, la gente corre de un lado a otro. Suben a las ventanas de los pisos más bajos. Se encargan vigilancias “un momentito que voy a…” y se merodea en busca de un tesoro, una vivienda aún libre, de un lado a otro, de manera frenética, en pandilla o en soledad.

¿Y ahora qué pasa? “Ahora no sé. Es la primera vez”

En un bajo aguarda en la puerta una mujer menuda, rubia y guapa. Con una sonrisa de oreja a oreja. Ha pillado un premio gordo: bajo de tres habitaciones con dos baños. Espera refuerzos. Se sabe okupa, no lo oculta. Le da igual. Vivía en el Poblado de Sanidad con su madre. Se enteró de madrugada y salió corriendo en busca del sueño de la independencia tanto tiempo anhelado. ¿Y ahora qué pasa? “Ahora no sé. Es la primera vez”, responde con sinceridad.

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Los que llevan años pagando por esos pisos y se han quedado sin ellos

No lo sabe ni ella ni nadie. Como ella, la mayoría. El otro lado de la moneda son Loli y Noelia. Ambas en la misma posición. Años pagando a la promotora que se ha ido reconvirtiendo y renombrando en sucesivas quiebras y parones en la obra. 11.500 y 12.5000 euros atrapados en la compra de una vivienda durante “¡11 años pagando!”. Eran la vivienda número 8 y la número 48 de una de las dos promociones. Cada una encaja el golpe de forma desigual. Ninguna de las dos han podido hacerse con un hueco. Ahora están sin casa y con dinero atrapado en manos de la constructora que está denunciada y de momento se niega a pagar. Hasta que la obligue el juez.

"Deberíamos hacerlo nosotros. La policía no ha hecho nada y nos ha dicho que si queremos vayamos a comisaría a denunciar que ellos aquí no podían hacer nada. Deberíamos haberlas okupado nosotros los propietarios. Pero es siempre lo mismo. ¿Ahora qué! Con 42 años y ¿dónde estamos viviendo todavía? ¡Con papá y mamá!”

Loli está al borde del ataque de ansiedad. Llora y suda como si hubiera corrido un maratón. Su respiración es honda y entrecortada. Lanza quejídos al aire, a veces inconexos que dejan a las claras su desesperación. Le apoya su madre, que es la que con el temple de la edad, acaba por interpretar los lamentos de su hija sin saber muy bien qué hacer.

Noelia sencillamente está en shock. “Es que todavía no me lo creo”, dice con una tranquilidad que no encaja ni en el contexto de okupas corriendo acelerados de un lado para otro ni en el suyo propio, el de la que ha pagado religiosamente a la constructora para ver en primera línea este final que la deja en una situación aún más delicada de la que ya estaba.

“Gente que tienen 2 y 3 viviendas se están metiendo con toda la familia y han okupado varias”, solloza indefensa Loli. “Deberíamos hacerlo nosotros. La policía no ha hecho nada y nos ha dicho que si queremos vayamos a comisaría a denunciar que ellos aquí no podían hacer nada. Deberíamos haberlas okupado nosotros los propietarios. Pero es siempre lo mismo. ¿Ahora qué! Con 42 años y ¿dónde estamos viviendo todavía? ¡Con papá y mamá!”, prosigue su letanía Loli.

“Ahora voy a perder el dinero y lo voy a perder todo. Ahora saca a esta gente de aquí”

Según Loli la gente se había organizado en Facebook para okupar las viviendas. Pero en el movimiento vecinal que ha acabado llenando más de 200 pisos en una sola noche hay también bastante improvisación. Ellas mismas se han enterado por rumores que han ido circulando y que han llevado a más y más personas hasta Huerta Téllez para ver si podían pillar algo aún.

En la red social hay creado también un grupo de afectados por la promoción. Su último post proponía una reunión para presionar al consejero de Fomento, Néstor García, para que les recibiera y les buscara una solución. Era de este mismo mes de septiembre. Si no había solución, amenazaban con okupar las viviendas. Se les han adelantado.

“Ahora voy a perder el dinero y lo voy a perder todo. Ahora saca a esta gente de aquí”, finiquita su queja, por el momento, Loli.

Sus lágrimas contrastan con los abrazos de alegría -les falta saltar abrazados en corro como los futbolistas cuando ganan el título- de familias que sí han logrado llegar a tiempo de entrar por las bravas en uno de los pisos y hacerse fuertes ahí.

De la lista fantasma a la okupación de más de 200 viviendas, el Gobierno sigue con su particular via crucis en materia de vivienda, en una gestión en la que no cabe descartar ya cualquier nuevo esperpento. El de este 25 de septiembre es un colofón digno del mejor Berlanga y acorde con la trama.

Fe de erratas: En la primera edición de esta noticia, así como en el álbum que la acompaña dimos valor a la estimación de la seguridad de la obra que cifró en 600 las viviendas, tras revisar nuestros propios archivos hemos podido comprobar que la promoción Aires del Sur, que en su día sacó a concurso Emvicesa, se componía de 206 viviendas.

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