TRADICIONES

Un auditorio lleno para ver a Martínez Ares en la Mejilloná lanza el Carnaval y el regreso a la vida

Un auditorio lleno para ver a Martínez Ares en la Mejilloná lanza el Carnaval y el regreso a la vida
Cuatro de los temas interpretados por La Miserable de Martínez Ares en la Mejilloná.
Tras un año de suspensión por la pandemia, los carnavales ceutíes no han fallado a la cita con la fiesta y la tradición y han llenado el Auditorio de la Marina para disfrutar del arranque de un Carnaval que con todo será atípico y no contará con la parte más canalla, la de la calle.

Qué mejor que el Carnaval, fiesta pagana, oasis histórico en las apreturas de la constricción observada, desfase por excelencia antes del recogimiento obligado de la Cuaresma en la tradición, para poner el primer punto y final a 2 años (casi) de recogimiento obligado por el cansinovirus. De haber sabido la que se venía encima, muchos habrían quemado la calle en 2020. Este domingo, la Mejilloná puso fin a una cuaresma obligada de dos años. Y los ceutíes respondieron a la llamada. Invocando la tradición coplera y no dejando ni uno sólo de los casi 600 kilos de mejillones en los cubos.

Ayudó la presencia sobre el escenario de un clásico del Falla, un tótem de Cádiz, como Antonio Martínez Ares con su comparsa La Miserable, repasando parte de su repertorio más laureado, pero conjugándolo con canciones de calle y algunos temas rescatados del cajón del olvido, que en su día no pasaron el corte del autor.

Se llenó el auditorio para ver el espectáculo. Pero también para recordar cómo era la vida antes de la pandemia. Para regresar “poco a poco a la vida normal”, como explicó el Consejero de Educación y Cultura, Carlos Rontomé. Para “disfrutar de nuestras tradiciones, como nos gusta”.

Después de un año sin carnaval y de tener que retomar la tradición en este 2022 a medias, con pocas agrupaciones en el Concurso Oficial, sin cabalgata ni carnaval de calle, parece que hasta las habituales fricciones y puyas más afiladas de la cuenta entre los grupos se olvidan. Tanto que acabaron todos y revueltos cantando sobre el escenario.

Tampoco en las letras de los competidores oficiales se vieron críticas desmesuradas. La realidad del virus se cuela en el repertorio, la crisis de mayo también, pero estos dos años, este inmenso ejercicio de resiliencia, parecen haber servido para que todo el mundo subraye lo bueno y deje de lado lo malo. Al menos en lo mostrado, porque todos jugaron a esconder, a guardar los platos fuertes para el concurso. Competición haberla, la habrá.

Hubo hasta para que se apalabrara un matrimonio, petición cantada por la comparsa La Salaíta. Hubo bromas sobre la falta de afinación, “hay un fallo técnico que no me sé la letra”, bromeó uno de los autores sobre el escenario, para evidenciar que todo, absolutamente todo, todavía no es normal y que los ensayos han sido complicados de cuadrar por el virus.

Como sea, el Carnaval está lanzado ya; la vida está lanzada ya. Ómicron va de caída y el Carnaval, la fiesta, los desfases y las tradiciones, de subida. 

Un auditorio lleno para ver a Martínez Ares en la Mejilloná lanza el Carnaval y el regreso a la vida


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