Si alguien tiene la tentación de escribir en el futuro un libro sobre la pandemia en Ceuta, será referencia obligada el Consejo de Hermandades y Cofradías Diocesanas. En la noche del doce de marzo de 2020, un Jesús Bollit "agotado, por llevar noches sin dormir" según el mismo dijo anunciaba una decisión histórica. No era solo la primera suspensión oficial de la Semana Santa desde la Guerra Civil; era el primer organismo de entidad en anunciar que cancelaba sus actividades ante la presencia de un virus que a esas horas ya atenazaba al mundo.

Tres años y poco después de aquello, la Semana Santa de Ceuta ha vuelto, por fin, a la normalidad. Por el camino quedaba el encierro y la amargura de aquella primavera de 2020, con una nostalgia que se mitigaba o aumentaba viendo salidas de años anteriores. Aquella otra de 2021, con los titulares de las cofradías expuestos al público en sus templos. Y la del año pasado; posiblemente, por la incertidumbre, la más tensa de todas. Fue la Semana Santa de los pasos en anda o los test de antígenos masivos para la costalería.

Este año, al fin, volvió la normalidad. Se puede decir, tiene su 'aquel' alegórico, tras la procesión del Cristo Resucitado. La única cofradía matutina de nuestra ciudad es la encargada de cerrar la Semana de Pasión.

Una Semana Santa, la de 2023, que ha sido como las de antes de que un devastador virus surgido en un remoto confín de una nación lejana paralizara el mundo. Con sus preocupaciones de antes: que si falta un costalero por aquí, que si unas nubes por ahí, que si un temporal de levante por el otro lado amenazando con dejar a un par de hermandades sin acompañamiento musical por allá.

Lo normal: la presencia del Cristo Resucitado en las calles pone el punto y final, caluroso y festivo, a la Semana Santa. Si: para los creyentes supone que Jesús de Nazaret ha vuelto a la vida. Para todo el mundo en general, que hemos dejado atrás la mayor pesadilla colectiva de nuestra historia. Ya lo dice el ritual litúrgico: en verdad, es justo y necesario.