El profesor Pedro Martínez Montávez lleva una vida tratando de comprender y explicar el mundo árabe a “eso que arbitrariamente llamamos Occidente”. Pero pese a ello, lamenta, aún no hemos aprendido la primera lección: “Se tiene una visión monolítica del mundo árabe y es todo lo contrario”. El mundo árabe, desde el Atlántico a Mesopotamia, es diverso y fascinante. Un mundo, dice el profesor, “de convergencias y divergencias”. Quizá por ello, advierte a su pasdo por Ceuta para presentaren la Biblioteca su último libro En las fronteras del prólogo': “el mundo árabe corre un grave riesgo de fracción interna”.
Siria, Yemen, Líbano, Palestina, Libia… son los ejemplos de un mundo árabe al borde de la ruptura, empujado por su propia diversidad la tensión permanente entre el “neocolonialismo” de Occidente y la ausencia de una respuesta desde el mundo árabe. Un mundo que en 2011 vio un rayo de esperanza con las llamadas ‘Primaveras árabes’. Un espejismo que no engañó a Montávez, ya entonces avisó que no eran primaveras, “sino otoño que pronto se haría invierno. Y no se equivocaba. La clave, explica, es que no hay una sola oposición en los países árabes sino un sinfín de oposiciones que no se ponen de acuerdo entre sí. Un caos del que el avispero de Siria es su mejor ejemplo.
Martínez Montávez llegó por vez primera a El Cairo en 1957, recién licenciado en Filología Semítica e Historia, desde entonces el mundo árabe es su mundo. Pero no el que duerme entre el polvo de los libros de historia, sino el mundo árabe contemporáneo, prueba de ello, explica su hija, es que cada día lee tres periódicos internacionales en lengua árabe (editados en Londres) –“tengo que verme muy apurado con otros quehaceres para no hacerlo”- y defiende el uso diario de arabismos como un “homenaje” a la esencia del español.
Sus colegas lo consideran un “contrapunto” a la “sinfonía ininterrumpida de la arabidad”, una mirada contemporánea y, sobre todo cabal y coherente. “SE es claro cuando se está en paz consigo mismo”, explica Montávez citando a María Zambrano y defiende su visión “solidaria” del mundo árabe. Una visión que le permite ver “sus luces y sus sombras” y las sombras que llegan del interior del mundo árabe son tan preocupantes como las exteriores. Y es que el mundo árabe, recuerda, ha estado “permanentemente penetrado por influencias externas” y siempre “objeto de apetencias externas”, frontera eterna entre Occidente y Oriente.
Muralla andalusí, no muralla islámica
El profesor, en su intervención, viajó por su memoria, por sus recuerdos de El Cairo y su producción bibliográfica, pero dejó también apuntes para la reflexión en Ceuta. Así, tras visitar la Puerta Califal, Montávez lamenta que se denomine a la muralla árabe como muralla islámica cuando debiera conocerse como Murallas Andalusíes o Omeyas, o islámicas, al igual que a la muralla renacentista la llamamos muralla “portuguesa”. Un error más común de lo que pensamos, pues este prestigioso arabista lamenta que se usen términos como ‘nazarita’ cuando lo correcto sería ‘nazarí’. Un ejemplo que también llama a la reflexión en Ceuta donde, según Montávez, las Murallas Merinidas deberían ser “Meriníes”.
Un desprecio del legado árabe que fastidia al profesor: “Somos unos derrochadores de nuestra propia cultura y olvidamos la aportación del Al Andalus”.