El Pleno de la Asamblea aprobaba en septiembre de manera definitiva la construcción de una promoción de 20 viviendas, 2 locales y 21 plazas de garaje en un solar situado en la calle Teniente Pacheco. Un pequeño solar que escondía un pequeño tesoro arqueológico, una necrópolis medieval que abarca más de tres siglos de enterramientos que, una vez estudiada y documentada, esta semana ha vuelto a ser enterrada para proseguir con la construcción de la del edificio de viviendas
Restos que ayudan a delimitar los márgenes del que fuera el cementerio islámico en la Ceuta de la Edad Media, que abarcaría desde la calle Antioco hasta la calle Mendoza, incluyendo Sargento Mena, el tramo de Fructuoso Miaja, Pasaje Mina, Teniente Pacheco y calle La Legión, área que sirvió de camposanto durante siglos y sobre la que ahora se asienta buena parte del centro de la Ceuta moderna. Si es usted vecino de la zona o trabaja en ella, como los compañeros de El Faro de Ceuta, sepa que vive usted sobre un cementerio. No tema, se trata de una necrópolis medieval islámica, nada que ver con un cementerio indio (nativo americano, se entiende) que, como bien sabemos gracias al cine de terror, tienen peor remover y mayor propensión a las maldiciones.
A comienzos de 2018 aparecieron los restos de una necrópolis medieval islámica que abarcaba desde mediados del siglo X, en la época precalifal, al principio del siglo XIII, en la época de los azafíes
Tres siglos de cementerio
Tras casi dos años parada, la actividad ha vuelto a la obra de este solar, con salida tanto a Teniente Pacheco, como al Pasaje Mina y la calle Fructuoso Miaja donde a comienzos de 2018 aparecieron los restos de una necrópolis medieval islámica que abarcaba desde mediados del siglo X, en la época precalifal, al principio del siglo XIII, en la época de los azafíes y otros restos posteriores, como un horno de cerámica. Allí, durante más de seis meses de excavaciones trabajaron hasta agotar el yacimiento, explica José Manuel Pérez Rivera, quien, junto a Silvia Noguera dirigió la excavación, que requirió incluso de un antropólogo físico, especialista en el estudio de los enterramientos y los rituales funerarios.
Además de la valiosa información sobre las costumbres y rituales funerarios, e incluso la evidencia de que mantenían ciertos rituales paganos, apunta el arqueólogo, el yacimiento aun permitía intuir la distribución de los panteones y conservaba en parte15 metros de la calzada del cementerio. Restos valiosos pero no lo suficiente para su preservación Calzadas medievales, por ejemplo, hay más y mejor conservadas, como el caso de Huerta Rufino, en el interior de la Biblioteca, o en la parcela del Brull, donde construirá el Ministerio de Educación dos centros educativos, argumenta Pérez Rivera. Además, las condiciones de un sustrato geológico endeble en la zona y la estrechez de la parcela hacen muy complicado preservar los restos que, una vez analizados han vuelto a ser enterrados. Aunque, eso sí, el proceso de estudio no ha acabado, no mucho menos y aun es necesario analizar y estudiar todo los restos hallados en el yacimiento.
Es este solo el último hallazgo en lo que fuera uno de los primeros lugares de enterramiento en Ceuta. Ya en los años 50, durante la construcción del que es hoy el edificio sindical, se documentó la presencia de lápidas y signos de enterramientos también en Sargento Mena. Décadas después, en una cata en una obra de Acemsa en Fructuoso Miaja, muy cerca del solar de Teniente Pacheco, se descubrían más restos humanos y evidencias de una necrópolis.
"Un cementerio sobre la montaña (ŷabal) que cae sobre el mar y otro, al norte de ella (ŷawfī-hi), que alcanza (“sobre”>‘alà) el “mar del arenal” (baḥr al-Ramla)”, recoge la obra de al Bakrī
Trabajos que se compila y desarrolla en el estudio ‘Cementerios, necrópolis y otros lugares de enterramiento de Ceuta’ de Gómez Barceló, Martínez Enamorado, Palomo Laburu, Suárez Padilla y Fernando Villada Paredes. “Los testimonios escritos más tempranos sobre las distintas maqābir (cementerio) ceutíes aparecen recogidos en la obra de al Bakrī quien menciona la existencia de un cementerio sobre la montaña (ŷabal) que cae sobre el mar y otro, al norte de ella (ŷawfī-hi), que alcanza (“sobre”>‘alà) el “mar del arenal” (baḥr al-Ramla)”, desgranan en el estudio, aunque las huellas y referencias sobre necrópolis suman una docena de ellos en toda la ciudad, algunos bien documentados, como es el caso de Al Ansari, que menciona el más conocido: “Zaklū / Zaqlū / Zaglū posiblemente sea uno de los cementerios más conocidos entre los ceutíes36, emplazándose en el interior de la ciudad (dājil almadīna). Se dispone, en efecto, junto a la mezquita del mismo nombre, como confirma igualmente Abū ‘Abd Allāh al-Marrākušī”, refieren, “Tampoco parece haber dudas, ya que así lo menciona al-Anṣārī, sobre la situación de los dos cementerios de Maḍrib al-Šabka42 en el arrabal de Afuera. El primero al interior de sūr al-Baḥr (muralla del Mar) y el segundo al exterior de Bāb al-Aḥmar.
El historiador Enrique Gozalbes Craviotto propone una datación para ellos, explica el informe sobre necrópolis en Ceuta: “Salvo Maqbarat al-Tūta, que considera exclusivamente del siglo VIII, y Maqbarat Masŷid al-Maḥalla, que atestigua al menos desde mediados del siglo XI, todos los demás cementerios tienen comienzo a mediados del siglo XII, prolongándose en solo tres casos hasta el momento de la conquista lusa. (…)Junto a estos cementerios indica al-Anṣārī la existencia en Ceuta de un total de cuarenta y siete rábitas y zāwiya-s situadas tanto sobre las costas norte y sur como en el interior de la ciudad51. Se constata que a partir de estas instituciones se generan espacios multifuncionales entre cuyas actividades se incluyen las puramente cementeriales, pues al ser fundaciones de probos y piadosos musulmanes rezumarían baraka y, por y para ello, son destinadas a maqābir”
Pero el cementerio que nos ocupa, el más cercano a la muralla de la medina, conocido como al-Rabad al Asfal, ha sido referenciado en varias ocasiones. Una de ellas por el barón Jorge de Ehingen, que estuvo en Ceuta en 1418, y señala que “conviene saber que Ceuta es una gran ciudad cuyas tres partes estaban cercadas de tierra y la cuarta de mar (sic), y a mi parecer es mayor que Colonia; hacia la parte de tierra hay hoyos que son sepulcros abandonados… vimos a los moros dirigirse a una montaña situada delante de la ciudad cubriéndola en toda su extensión. Disparámosles piedras con nuestras máquinas con bastante acierto. Se retiraron entonces hacia los sepulcros… Así pasamos el día y murieron muchos moros, si bien nosotros sufrimos bastante daño, porque los moros se acercaban, guareciéndose de los sepulcros cuanto podían… Mucho se trabajó y se sufrió entonces por ambas partes y aunque innumerables moros fueron rechazados y muertos ocupaban las cercanías de la ciudad en los sepulcros y alrededor de las murallas…”.
Los límites del cementerio medieval
“Desde 1985 son dieciséis las intervenciones arqueológicas cuyos resultados indican la aparición de enterramientos islámicos medievales o al menos elementos (estelas) que pueden ser relacionadas con almacabras”, explica el estudio, “Con anterioridad, cabe reseñar la recuperación por parte de C. Posac de cuatro epígrafes funerarios (vide infra) y un cierto número de noticias publicadas en la prensa local que dan cuenta de la aparición de diversas inhumaciones aunque en ningún caso aportan datos concluyentes en cuanto a su cronología, debido a tratarse de hallazgos en obras en los que, si bien a veces se menciona la aparición de cerámicas islámicas, desconocemos su posible relación con los restos óseos”.
En estos últimos años han aparecido evidencias en la calle Teniente Pacheco 8, donde “se constató la existencia de estratigrafía islámica y evidencias de un enterramiento”; Real 33 (solar contiguo a la Iglesia de los Remedios) –“El área excavada confirmó la presencia de este nivel medieval y la presencia de restos de enterramientos, pero ninguno de ellos in situ, como resultado de la afección generalizada sobre estos niveles por las substrucciones de época moderna excavadas en esta finca, que en su día formó parte del perímetro de la vecina Iglesia”. Además, en 2005 en el curso de unas obras llevadas a cabo para la renovación del abastecimiento de agua potable aparecieron varios restos humanos en la calle Fructuoso Miaja. “Fueron documentadas un total de catorce inhumaciones en fosa simple que en ocasiones horada el sustrato geológico. Presentan una progresiva caída en dirección norte siguiendo el buzamiento natural del terreno. Además fueron recuperados otra serie de restos humanos en posición secundaria correspondientes a otros enterramientos afectados por la construcción de la zanja que dio origen al hallazgo”.
“Los cuerpos, correspondientes al menos a 16 individuos, se encontraban dispuestos en decúbito lateral derecho, con orientación aproximada de 150 grados y los rostros en dirección S-SE".
“Los cuerpos, correspondientes al menos a 16 individuos, se encontraban dispuestos en decúbito lateral derecho, con orientación aproximada de 150 grados y los rostros en dirección S-SE. Como norma habitual, los brazos aparecen extendidos a lo largo del cuerpo con las manos cruzadas sobre la pelvis. En dos de los individuos pudieron documentarse alteraciones postmortem en la disposición descrita. Así, uno de ellos mostraba una evidente torsión en la columna vertebral y la pelvis posiblemente a causa del proceso de putrefacción del cadáver. Otro mostraba los hombros ligeramente movidos, con adelantamiento del brazo y hombro izquierdo posiblemente debido a idénticas razones. Una de las inhumaciones acomodaba su cráneo sobre una piedra plana posiblemente para asegurar la correcta orientación del rostro”. Así como en Fructuoso Miaja 14, en 2011se encontraron estelas funerarias y diversas estructuras y en otros yacimientos que siguen ladera arriba en la calle Real o en las inmediaciones del actual instituto Camoens.
Como concluye el estudio sobre enterramientos en Ceuta, “uno de los puntos de interés desde el principio fue el de la ubicación de estos cementerios que, según opinión generalizada, continuaban la tradición clásica al situarse extramuros de las ciudades frente a sus puertas. “Al interior tan sólo algunas rawḍa-s, pequeños cementerios privados de personajes ilustres, tenían cabida. No obstante, el progresivo crecimiento de las ciudades con la consabida edificación de arrabales acabaría integrando en la estructura urbana estos espacios funerarios. Aceptando esta premisa, la documentación de un cementerio intramuros reflejaría uno de esos momentos expansivos de la trama urbana lo que los convertía en un útil instrumento para su datación. (…)En el caso de Ceuta, el crecimiento de la ciudad islámica se vio condicionado por su configuración peninsular y así sabemos que, a partir del núcleo original de la medina del siglo X, se produjo un progresivo crecimiento del ámbito urbano tanto hacia el este como hacia el oeste. El modo de ocupación de la península en los siglos previos a la conquista omeya es peor conocido”.