Es el medio día del bochornoso miércoles 16 de julio de 2014, día de la Virgen del Carmen, y allá donde el mar se hace Parque, alrededor de los lagos diseñados por el canario César Manrique se cuentan por centenares, sino miles, las tumbonas vacías y por decenas las que se doblan ante el peso de usuarios de las piscinas municipales. La situación preocupa a un puñado de concesionarios cuyos negocios giran alrededor de la temporada estival y algunos otros a los que les repercute que al Parque Marítimo le vaya mejor o peor.

Unos cuántos propietarios de locales de hostelería del emblema turístico de “Ceuta, Marruecos, Gibraltar y el universo”, ironiza uno de ellos, se juntan alrededor de unas mesas de uno de los locales para debatir la cuestión y alumbrar una hoja de reivindicaciones que si no son atendidas pueden terminar en el llamamiento a la movilización del sector hostelero, que anda ya revuelto en términos generales, por el espinoso, inconcluso y complejo asunto de las terrazas.

Alertan en tono coloquial, desde la barra del bar, del declive de una instalación a la que ven a años luz de la actividad que desarrollaba y generaba hace tan sólo cuatro o cinco años. “El que antes vendía dos, ahora vende uno, con los mismos o más gastos”, resume uno de los afectados.

De todo toman nota la secretaria de la Cámara de Comercio y el presidente de la Confederación de Empresarios, entidades que darán traslado mediante escrito forman de las reivindicaciones a la Gerencia del Parque Marítimo, al responsable de Turismo y a la Presidencia de la Ciudad Autónoma.

Entre las reivindicaciones figura el estudiar una rebaja en el precio de los abonos y las entradas a imagen y semejanza del Lago Martiánez en Tenerife; alargar la temporada de baños desde el uno de abril al 31 de octubre; volver a apostar por programar actividades que den más vida a las piscinas como las actividades infantiles que en el pasado se desarrollaban, “ahora los niños sólo tienen que bañarse, antes había una guardería gratuita y actividades específicas para ellos”, recuerda uno de los concesionarios; miran también al colapso de la frontera que aparta al cliente marroquí de los negocios del Parque y de la Ciudad en general y demandan, como todo el comercio, una solución urgente.

Se apoyan en que a mediados de julio ven una rebaja en al actividad preocupante respecto a otros años y tienen una sensación de abandono.

En Tenerife las instalaciones homólogas de César Manrique, un adulto paga 5,5 euros , pero un niño hasta 10 años 2,5 euros. Si bien tienen abonos de 15 y 30 entradas que reducen esos precios a 3,5 euros para un adulto y a menos de dos euros para los niños. Pero lo que ven realmente interesante es copiar el modelo de ofertar precio más reducido a los residentes. Allí, los nativos o residentes en Puerto de la Cruz pagan por entrar un día a las piscinas 3 euros, los niños hasta 10 años 1,5 euros y los jubilados 2 euros. Con abonos esos precios se pueden ver reducidos a 2, 1 y 1,60 euros por día de baño, respectivamente.

Para los concesionarios las entradas son caras, y la mejor prueba es que notan como se incrementa el número de bañistas que se llevan de casa “las ollas de cazón en adobo”, dice un exageradamente. Crece la afluencia de bañistas con tarteras y comida de fuera (algo prohibido por la normativa) y que los concesionarios vinculan con el crecimiento del coste de acceder al Parque. “Entrar un sábado a una familia tipo le cuesta 20 ó 30 euros”, apunta uno de los concesionarios.

La del precio es una reivindicación fundamental, bajar tarifa para atraer a más público y permitir un mayor margen para las consumiciones en los negocios vinculados al Parque Marítimo. Pero también alargar las temporadas de baño. “En octubre del año pasado hizo un mes espléndido y el Parque ya estaba cerrado, hubiera venido mucha gente, las playas seguían llenas”, recuerda otro de los concesionarios. Igual que la Semana Santa de este año, otra oportunidad perdida para estimular un poco la instalación municipal.

Y reclaman actividades que dinamicen la instalación no sólo en invierno, también durante el verano. “En tres años si nadie hace nada esto está cerrado. El turismo brilla por su ausencia. No hay actividad. No hay vida”, apunta un concesionario. “Cuando cierre esto, los responsables se irán a Juventud o a Turismo (pobre el que le toque) o a criar cabras, seguirán trabajando, pero al comerciante que fracasa se va al carajo”, se indigna otro concesionario ante la pasividad de la administración contra la que braman y a la que piden ahora de forma oficial que reaccione.

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