Francisco Correa, el principal acusado de la trama de corrupción ‘Gürtel’, compró en 2007 el ‘Conde de Montecristo’, un yate de 39 metros de eslora, 7 de manga y casi cuatro de calado, construido en 1978. Un capricho que le costó 143.00 euros a los que, confiado en su destino, quería sumar otros 3 millones de euros en una reforma integral que incluía detalles a todo lujo. Con ese objetivo llegó en 2009 a Ceuta, al astillero Marina Meridional, pero a su dueño le esperaba un futuro muy alejado del lujo: el banquillo del juicio por corrupción más grande la historia de España.
El ‘Conde Montecristo’ quedó embargado, después de que su dueño dejara en Ceuta una deuda de 300.000 euros en costes de mantenimiento, y entregado posteriormente en propiedad por el juez Pedreira a Med Gate, la empresa que lo heredó. Y ahí sigue, durante mucho tiempo cubierto por una lona que ha ido cediendo a las inclemencias del tiempo, varado en las instalaciones del astillero ceutí, junto al puerto pesquero de Ceuta, mientras buscan quien lo rescate. El que estaba destinado a ser el yate más espectacular de Sotogrande es hoy apenas un cascaron oxidándose en un astillero. Eso sí, no todo está perdido, advierten en Med Gate, el ‘Conde Montecristo’ aún conserva su alma: la sala de máquinas
Es un buen barco, al menos lo que queda de él, defiende Juan Luis Ortega, responsable de Med Gate en Ceuta; “un barco con historia”, añade. El ‘Conde de Montecristo’ ha tenido pretendientes y hay un par de armadores interesados, pero en Ceuta resultaría muy costoso devolverlo al mar, explica Ortega, si es que aún flota. “Simplemente para traer las piezas serían necesarios tres o cuatro trailers”, calcula enumerando sobrecostes que dispararían el presupuesto de la reparación a fondo que requiere el yate. Así y todo confía en encontrar comprador. La empresa necesita el espacio que ocupa desde siete años para tres goletas que van a llegar a Ceuta en los próximos meses, similares a las que ya están fondeadas en el astillero.
Mientras, el ‘Conde de Montecristo’ sigue deteriorándose a merced del sol y del levante de Ceuta, con su triste figura de ballena varada, ajeno al vía crucis que sufre en el banquillo de la Audiencia Nacional el que fuera su dueño, Francisco Correa, también varado, pero él como un tiburón arrojado a la orilla por la marea de la corrupción.