CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS

Día 16 de encierro. La insignificante magnitud del tiempo

Día 16 de encierro. La insignificante magnitud del tiempo
gato al sol covid19
Un gato toma el sol en una calle desierta de Ceuta.

“Papá dime una palabra polisémica”. “Tiempo”. “¿Y una que importe?”. El tiempo ha dejado de existir. Y aún así seguimos contando los días que llevamos en Estado de Alarma. ¿No me creen?  Hay titulares de prensa que lo prueban. Uno magnífico de La Vanguardia reseñó así que en la madrugada del sábado al domingo todos hemos entrado en horario de verano: “A las 2 serán las 3, y da igual”.

La primavera nos ha atropellado confinados en casa. Los días se alargan, ahora los aplausos de las 20 horas se hacen con luz natural y pronto, el día menos pensado nos saludará una jornada calurosa que disparará nuestras ganas de que suene el despertador y nos saque de esta pesadilla. El tiempo da igual. Lo explicó bastante bien el doctor Luis Rojas Marcos a Jordi Évole el domingo, lo que se ha quebrado es la expectativa de futuro. Hemos dejado de hacer planes por imposición y eso nos trae locos. El confinamiento además de restringir nuestra libertad de movimientos ha quebrado nuestro futuro. Nos ha constreñido no sólo a las cuatro paredes de casa, también nos ha encerrado en el presente. En un presente muy limitado. Y eso, como la verdad de Jack Nicholson en Algunos Hombres Buenos, no todo el mundo puede encajarlo. Aunque como en su discurso más que nunca "vivimos en un mundo que tiene muros".

Pero el tiempo es polisémico y en su otro significado, el climatológico, tampoco importa ya. Este martes desde las 00.00 horas hasta las 12 del mediodía la Agencia Estatal de Meteorología ha puesto a Ceuta en alerta amarilla por fuertes lluvias. ¿Y a quién le importa? A los bomberos que se les puede complicar el turno, a los trabajadores de recogida de basura que realizan su labor de madrugada y a mucha menos personas que un día normal les importaría saber ese importante dato para desarrollar sus vidas.

Como mucho, este martes la lluvia será un aliciente más para quedarse en casa para la gran mayoría. Una cortina de agua resbalando por el tiempo de humo que envuelve los días.

No se reproducirá esa bonita lucha de paraguas en los pasos apretados de las calles más estrechas, ni se embarrará el suelo del mercado con las huellas de quienes busquen refugio a la tempestad climática en el bar o en los puestos, aunque en estos días algunos sí encuentran refugio a la tempestad de aburrimiento en el mercado haciendo la compra de tomate en tomate.

El tiempo en todas sus vertientes y variantes ha dejado de ser importante. En un país dado a la impuntualidad los aplausos se han venido anticipando cada día un minutito. En algunos barrios rugen las ventanas poco a poco desde menos cinco, como el coche de carreras que a acelerones grita que quiere salir desbocado. Aunque se da un fenómeno nuevo, no estalla la tormenta de palmas al unísono hasta que puntual la primera sirena de algún coche de policía se deja sonar por encima del murmullo a las 20.00 horas exactas, ni un segundo más ni un segundo menos. Este lunes por ejemplo, el vecindario ha cantado un sonoro cumpleaños feliz para evidenciar que la vida, como celebración, sigue, pero de otra manera.

El tiempo que sí que importa es otro, es el que se mide en días, los que tardarán en llegar los test de detección rápida a la ciudad y puedan cambiar los protocolos de actuación para saber exactamente en qué fase de la pandemia estamos, si podemos quedarnos en la contención o hemos entrado sin darnos cuenta en la de contingencia. De momento, vuelve a haber dos pacientes ingresados en la UCI, para un total de 34 positivos desde el pasado 14 de marzo, con un contagiado por el camino, al que el virus le extinguió el tiempo.

Y así pasan los días de confinamiento sin que importe mucho que sea lunes o domingo. Las dos o las tres. Primavera o invierno. Que llueva mucho o que llueva poco. El tiempo ni se gana ni se pierde. Sólo pasa, a veces más rápido o más lento. A veces más divertido o menos. El tiempo es el que nos está desgastando segundo a segundo y no al revés.

Y mientras la otra parte del continuo, el espacio, lo han aprovechado el resto de moradores contemporáneos del humano para disfrutar lo que les hemos dejado vacío. Se suceden las imágenes a lo Jumanji de animales salvajes en entornos urbanos.

Aquí en Ceuta de momento no se ha visto a ningún jabalí invadir ninguna calle, o al menos no se ha documentado. Los que sí parecen mucho más tranquilos son los gatos, que duermen siestas al sol en medio de la acera con la tranquilidad de que ningún humano les va a incordiar o amenazar cada 5 minutos.

Podrán seguir disfrutando ellos y sufriendo nosotros por un tiempo. De momento, el Gobierno ya deja caer que esto se va a alargar hasta el 26 de abril, más allá del Día del Libro, una práctica, la de leer saludable y para la que muchos parecen haber encontrado tiempo ahora, a la fuerza. A ver si es de las cosas que luego se quedan.

Entonces, como ahora, seguirá siendo primavera, aunque siga dando más o menos igual, y aunque sólo por esta vez no lo sea en El Corte Inglés.

Día 16 de encierro. La insignificante magnitud del tiempo


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