Día Mundial del Alzheimer

Todo lo que no queremos olvidar

dupleta alzheimer áfrica fernández y mercedes cozar

Breve historia de dos mujeres, una lucha por retrasar el olvido, la otra porque no le alcance la demencia. Juntas celebran el Día Mundial del Alzheimer

África Fernández se acuerda de que su marido y ella nacieron el mismo día, el mismo mes y el mismo año. Que ella legó al mundo en la Cuesta de Bolos y que cursó estudios en el Lope de Vega. Se acuerda del olor de la perfumería en la que trabajó. No olvida que tuvo tres hijos, ni de lo que "luchó con ellos". Tampoco se le borran de la mente las cortinas de su casa que hizo con sus mismas manos o el traje de gitana que cosió para una de sus pequeñas.

Por desgracia, a sus 78 años es consciente de sufrir de "falta de memoria". En la víspera del Día Mundial del Alzheimer -que se celebra hoy, sábado 21 de septiembre- Fernández aparecía muy coqueta y activa, con una blusa azul y blanca, por el stand de la Fundación Gallardo, entidad con la que ejercita su memoria tres veces a la semana para poder recordar un rato más: "He recuperado la lectura y la escritura, las había perdido", confiesa.

África Fernández.
África Fernández.

En sus ojos brilla la luz de la joven que conoció a su esposo en un "guateque" que organizó su primo. "Tenía 20 años". Tres después se casó y hasta ahora. "Le quiero con locura", insiste. Juntos criaron a sus hijas, dos de ellas son enfermeras y echan una mano a su marido, quien la ayuda en el día a día: "Necesito que estén conmigo en todo, en la ducha y para vestirme", dice ella, que se niega a sentarse. Prefiere aguantar en pie apoyada en su bastón.

No pierde a pesar de ello el humor. "Me gusta mucho reírme", asevera, antes de reír una vez más. Se pone seria cuando cuenta que tiene que tener apuntado en notas pegadas por la casa las fechas de los cumpleaños, entre otros detalles que ya le son imposibles de retener, pero rápido se anima al ser interpelada por alguna de sus compañeras de "colegio" -así llaman a las actividades de prevención de la Fundación Gallardo- que aparece por el stand también arreglada, maquillada y sonriente.

"Hoy me tocó ducharme", espeta como si nada Mercedes Cózar. Noventa y cuatro años de puro descaro: "Tiene un piquito de oro", exclama sonriente una de las profesionales de la Fundación, que la coge cariñosamente del brazo. A ella la memoria parece faltarle tan poco como el arrojo, pero, aún así, se aplica justo lo que promueve la entidad, prevención antes de llegar al diagnóstico.

Cózar
Mercedes Cózar.

"Voy a allí a hacer multiplicaciones, pero me levanto a copiar al resto porque no se me da bien. Si falla mi hermana, que sabe más que yo porque tiene más estudios, ya la fastidié yo también", confiesa sobre sus métodos en las clases. Claro, a Cózar le pilló la Guerra Civil, de la que asegura acordarse "perfectamente".

En ella murió su padre, que era "peluquero en el Casino Africano". Entonces, a los diez años, la sacaron del colegio para ayudar a su madre como costurera en una sastrería. Desde entonces hasta ahora: "La blusa que llevo la he hecho yo", presume.

No deja la aguja y el hilo, tampoco a su marido, con el que lleva 72 años desde un San José en el que se desposaran en la Iglesia de África. La otra cosa a la que es fiel es a las sesiones para prevenir la pérdida de memoria. "La verdad que todo lo que puedo decir del 'colegio' (código común para llamar a las actividades) es bueno. He conocido gente fantástica y las niñas que nos atienden son maravillosas", zanja, antes de volver junto a sus amigas para continuar la charla y poder seguir hablando de todo lo que no quien olvidar.

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