El escritor peruano Mario Vargas Llosa ha sumado este miércoles por la tarde ante un Auditorio del Revellín casi repleto al Premio Nobel, al Cervantes y a la innumerable retahíla de galardones que atesora el XIV Premio Convivencia durante un acto que se ha prolongado durante noventa minutos de duración en el que también han intervenido el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y la consejera de Educación, Mabel Deu. El acto ha sido conducido por la periodista Susana Hevia, ha incluido dos vídeos, uno de ellos con latinoamericanos residentes en Ceuta felicitando al galardonado, y ha puesto en escena una danza tradicional del Carnaval de Arequipa, la localidad natal del literato.

Por enésima vez en menos de 48 horas, el literato ha agradecido la "generosidad" de la ciudad autónoma por elegirle para recibir y por haber creado el Premio Convivencia con un nombre que ha asimilado a "civilización". "Este término respira comprensión, acercamiento, deseo de comunicarse con el otro, con el distinto, ya sea por raza, dioses o costumbres... Convivencia denota simpatía, cercanía, y nos ha costado una historia larguísima de discriminación, muertes y víctimas llegar a este principio del que Ceuta es ejemplo vivo", ha asegurado.

Vargas Llosa ha reconocido que la visión "estrecha, mezquina y prejuiciosa del intolerante" ha sido "el sesgo de todas las culturas" desde la noche de los tiempos. "Costó mucho abrir el corazón y la mente del ser humano al distinto, aceptarle en sus creencias y costumbres con alguna forma de verdad, asumiendo que lo nuestro no era tan perfecto como creíamos", ha añadido.

El del peruano ha sido un alegato contra las "verdades absolutas" y contra el "sectarismo", una alocución optismista: "Si nos comparamos con el pasado, no con el ideal, nos daremos cuenta de que hace medio siglo la democracia parecía acorralada y el autoritarismo y el dogmatismo dominaban el mundo... Hay razones para el optimismo porque la convivencia no es patrimonio de ninguna cultura sino de todo aquel que reconoce que la verdad es algo escurridizo y cambiante, relativo", ha advertido.

Desde su punto de vista, la convivencia sigue siendo, sin embargo, patrimonio de "unas pocas sociedades" en un mundo en el que, "como en la noche de los tiempos, se sigue matando en nombre de verdades absolutas que inducen a destruir a quien no las comparte". "En Egipto y Turquía acabamos de ver esa violencia desencadenada, ese terrible sufrimiento, que genera la intolerancia, el negarse a convivir haciendo pequeñas concesiones, porque el sectarismo tiene hoy armas más feroces que nunca para matar en segundos a millares de millares de personas, lo que antes costaba años de guerra", ha alertado.

Para Vargas Llosa, esas "escaladas vertiginosas" de peligro deben "movilizarnos a contener su avance". "La intolerancia por motivos políticos o religiosos es una sola cosa, una mentalidad que convierte en enemigo a quien no comparte mi verdad y, por lo tanto, es mi enemigo y debe ser sacrificado". Esa es "la razón profunda del terrorismo" movido por la "falsa" idea de que "el fin justifica los medios". "No es así y ya lo dijo Albert Camus", ha recordado: "Ningún fin puede amparar la tortura, el asesinato o el terror porque los medios indignos hacen fines indignos", ha subrayado.

"Hay que asumir el error como parte de la vida"

El Nobel ha defendido la necesidad de tener "el coraje de rectificar" y de "asumir que el error forma parte de nuestras vidas" y ha alentado a combatir los "arraigados prejuicios" que presentan al inmigrante, algo que él mismo es, "como una competencia laboral desleal, como alquien que envilece o degrada nuestras costumbres, nuestras instituciones y nuestras creencias".

"Es falso y así lo ratifican innumerables estudios que demuestran que la inmigración siempre beneficia más que perjudica; lo avala la historia y los ejemplos de Argentina, Estados Unidos, Canadá o Australia, que han sido o fueron vanguardia mundial tras abrir sus fronteras", ha contextualizado un fenómeno por el que, ha subrayado, "hemos pasado todos los países".

Al terminar, Vargas Llosa ha incidido en que en Ceuta "la convivencia es una realidad cotidiana". "No hay violencia sino un ejemplo del que el mundo debería tomar nota sobre cómo convivir en la diversidad sin violencia, fracaso o frustración", ha reseñado para una Europa "que debería abanderar la comprensión, la solidaridad y la amistad hacia el inmigrante de acuerdo con sus mejores tradiciones en defensa de la democracia, la separación de poderes, la soberanía nacional y la diferencia como riqueza".

"La inmigración", ha resumido, "es una afirmación de vida, del derecho a una vida mejor, más libre o con más oportunidades, es un derecho que hay que entender por solidaridad, porque nadie sale de un país hacia otra lengua, otros dioses, otros mitos y nuevos riesgos por capricho, sino escapando de la brutalidad y el salvajismo de la opresión o la miseria".