El presidente de la Ciudad, Juan Vivas ha sido este lunes el encargado de hacer la entrega simbólica de las llaves de la ciudad al Heraldo de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. “La llave de la ilusión, la llave de la edad de la inocencia”. Con ella tendrán paso libre a los hogares los niños ceutíes que, garantiza su presidente, “se han portado este año de manera ejemplar”.

Un acto de entrega, organizado por la Asociación Blanca Paloma y la Hermandad del Rocío, que debía haberse realizado en loor de multitudes, pero la pandemia se encargó de dejarlo en un acto protocolario. Tenía que haber centenares, miles, de niños esperando al Heraldo de los Reyes Magos, pero apenas había un puñado a las Puertas del Palacio Autonómico para recibirlo. Pero no pudo ser. Dentro, ya en el Salón del Trono, esto sí, esperaba el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas, para agasajar como merece nada menos que a un mensajero real.

El presidente fue el encargado de hacer entrega de la llave y recordar que SSMM estarán este miércoles 5 de enero en las Murallas Reales. No habrá cabalgata, más bien recepción, pero algo es algo. Más si se tiene en cuenta que los Reyes Magos faltaron a su cita el pasado 2020. La pandemia no perdona ni la ilusión de los niños. 

Vivas no quiso dejar pasar la oportunidad del símil y en un mensaje velado recordó que los Reyes Magos son “tres reyes de orígenes distintos, de distintas razas, de distintos colores, guiados por una misma estrella y atraídos por una misma luz, la luz del amor, la que todo lo puede, la que todo lo alcanza, todo lo disculpa. La palanca que mueve el mundo y nuestras voluntades y nos hace humanos y como tales libres”, reivindicó el presidente.

En la misma línea, el presidente de la asociación Blanca Paloma y de la Hermandad del Rocío, Eduardo Ayala, recordó que el Heraldo, como mensajero de los Reyes Magos, Heraldo “difunde el mensaje de que un mundo mejor es posible, donde la esperanza, la ilusión son los pilares de la arquitectura de la convivencia cotidiana”. 

Cerró la recepción, Arturo Fuentes Cabrera, que, emocionado, casi al borde de la lágrima, leyó un largo texto de Exaltación de la Epifanía, poniendo fin así a un acto navideño con un marcado tinte rociero, de bella factura, pero, con un marcado aire protocolario que evidencia, sin duda, que no estaba pensado para los niños.