Un rascacielos de doce plantas atracado en el Muelle España

Un rascacielos de doce plantas atracado en el Muelle España

- Recorremos las lujosas instalaciones del crucero más grande que ha pasado por Ceuta

- Es la primera vez del Oosterdam en el puerto ceutí pero confirman que volverán en 2017

- El buque cuenta con fuertes medidas de seguridad y un estricto control de entrada y salida de pasajeros y visitantes


Para entrar en el Oosterdam has de lavarte las manos y entregar tu documento nacional de identidad a cambio de una acreditación que te permita circular libremente por este laberinto de salones, terrazas, piscinas, tiendas de lujo y pasillos enmoquetados, decorado todo al más puro estilo British. Un mundo de confort decimonónico repleto de dorados, terciopelos, esculturas clásicas, espejos todo con ese cierto aire casi victoriano que tanto gusta a los anglosajones. Y siempre, siempre, hasta el último rincón, cubierto de la inevitable moqueta

Escáner, detector de metales y miembros de seguridad con pinganillo, la seguridad que rodea la entrada supera con creces la que han de superar los viajeros ceutíes para cruzar el Estrecho. Superados los controles buscamos el ‘Salón Pineapple’, allí espera el capitán Michiel Willems para el intercambio de obsequios con la Autoridad Portuaria, una tradición a cumplir cuando un crucero llega a Ceuta por vez primera. Allí espera también un pequeño coctel de bienvenida, pequeños aperitivos, champán y mimosas (deliciosa mezcla de cava con zumo de naranja), un convite poco habitual a las nueve y media de la mañana pero al que es difícil resistirse. Todo servido por diligentes camareros filipinos, la nacionalidad más habitual en las tripulaciones de este tipo de embarcaciones.

Es la primera vez en Ceuta para la tripulación del Oosterdam que está deseando tener un hueco libre para conocer la ciudad, aunque sea fugazmente. El capitán Willems tiene claro que quiere visitar “ese castillo de aquella montaña”, dice señalando el monte Hacho, pero al saber que se trata de instalaciones militares desiste de la idea y se conforma con conocer las Murallas Reales por consejo del presidente de la Autoridad Portuaria. Lo que sí ha conocido, de primera mano, es las dimensiones del puerto y su margen de maniobra. Y es que pese al gigantesco tamaño, la maniobra de atraque ha sido sencilla.

La capacidad de maniobrabilidad de este gigante del mar, al menos para alguien ajeno a estas lides, es sorprendente. Capaz de girar sobre sí mismo con asombrosa ligereza en las maniobras de aproximación, detalla el personal del puerto, igual de impresionados que los cientos de ceutíes que inmortalizan con sus teléfonos móviles el paso del Oosterdam por Ceuta. “Hemos tenido el asesoramiento de cuatro prácticos para hacer la maniobra esta mañana y todo ha salido perfecto”, relataba el capitán del Oosterdam, “es un barco que cuenta con una extraordinaria maniobrabilidad, con tres hélices en proa y popa que le permiten maniobrar muy bien”.

Los 288 metros de eslora y los doce pisos de altura (más los sótanos que se ocultan bajo la línea de flotación) hacen del Oosterdam el edificio más alto que este jueves hay en Ceuta. Un gigante del mar con una tripulación de 800 personas y capacidad para 1.900 pasajeros que pagarán desde los 1.849 euros del pasaje de doce días más barato, a los más de 3.700 de la suite Neptune, la más lujosa. Precio que puede rozar los 8.000 euros si se elige el crucero de 24 días por el Mediterráneo. Y la sangría, 4,75 euros el vaso.

El Oosterdam atracó su enorme mole en la mañana de este jueves, a las seis y media, procedente de Almería y zarpó menos de ocho horas más tarde, poco después de las 15.00 horas rumbo a Marsella. Allí descansará unas horas para terminar en Barcelona e incorporarse a un nuevo crucero por el Mediterráneo el 24 de mayo. “Hacemos cuatro cruceros consecutivos de 12 días, este empezó en Roma, en Civita Vechia y termina en Barcelona y desde allí vuelta a Roma pero con un itinerario distinto, en total es una ruta de 48 días divididos en cruceros de 12 días, alternando rutas”, explica el capitán Willems, “acabamos en noviembre, cruzamos el Atlántico y comenzamos la temporada de invierno en el Caribe y el año que viene volvemos al Mediterráneo así que nos vemos en 2017”.

La visita guiada por las entrañas de este gigante enmoquetado, con cierta tendencia al horror vacui, prosigue dejando atrás salones de reuniones con asientos de cuero, salas de cine, salas de subastas, galerías de arte, joyerías, casino, restaurantes, spa, salones de belleza, inacabables comedores con la cubertería esperando ya a los comensales, escaleras doradas que parecen ascender a los cielos pero sólo suben a otro comedor igual de inacabable que el anterior, más salones, más tiendas, más y más moqueta y al fin la cubierta y su consabida piscina rodeada de un

pequeño mar de hamacas. Una piscina, todo sea dicho, quizá no tan grande como uno esperaba, pero piscina al fin y al cabo, coronada por dos jacuzzi redondos en lo alto de un pequeño pódium desde el que otear la terraza. Son dos las piscinas, en sendas cubiertas, desde las que bañarte entre burbujas, a salvo del mar, a la sombra de una enorme bandera holandesa.

Fin del tour por las intimidades del Oosterdam, es hora de abandonar el barco desandando el camino por los mismos laberínticos pasillos enmoquetados, o tal vez eran otros, quien sabe. Recuperar el dni y volver a la realidad en tierra firme como quien sale del vientre de una ballena. Y mientras unos aprietan el paso para seguir con la jornada laboral, alrededor del Oosterdam pequeñas bandadas de jubilados ingleses recién desembarcados caminan con esa elegante pereza propia de quien viaja por el mundo en un barco de lujo, despertando cada día en una nueva ciudad sin el menor esfuerzo.

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