Eran las 16.45 en la concurrida estación de metro de Ópera en Madrid. La veinteañera Rocío A. G. quería tomar la línea 5 en dirección a Casa de Campo y corrió para entrar a tiempo en el vagón, cuyas puertas ya se cerraban. Vestía vaqueros y chanclas y éstas le jugaron una mala pasada porque, en cuanto las puertas se cerraron, Rocío resbaló y cayó de espaldas contra el suelo del tren.