Agranda y vencerás


Agranda y vencerás
El otro día pensaba en los mecanismos de control que el poder utilizaba con los órganos e instituciones que, en principio, deberían controlarlos. Hay algunos tan burdos que es no merecen la pena ser comentados, pero hay algunos que son finos y muchas veces pasan desapercibidos. Siempre me ha fascinado la inmensidad de las instituciones soviéticas: [...]


El otro día pensaba en los mecanismos de control que el poder utilizaba con los órganos e instituciones que, en principio, deberían controlarlos. Hay algunos tan burdos que es no merecen la pena ser comentados, pero hay algunos que son finos y muchas veces pasan desapercibidos.
Siempre me ha fascinado la inmensidad de las instituciones soviéticas: los más de mil miembros del Soviet Supremo o la cantidad prodigiosa de ministerios de la URSS, donde lo que para nosotros es a duras penas un dirección general para ellos merecía una cartera en el Consejo de Ministros. Esta malsana fascinación deslumbra y no deja ver el mecanismo de control que encerraba este “gigantismo institucional” (además del obvio de crear artificialmente puestos de trabajo).
Como bien decía García-Pelayo, en su Manual de Derecho Constitucional Comparado, desde una perspectiva puramente formalistas las normas constitucionales soviéticas eran casi impecables y hasta coherentes con la doctrina de decían defender. Daban el poder al Soviet Supremo y el gobierno tenía definidas las funciones ejecutivas tanto en la Federación como en las repúblicas federadas, aunque el auténtico poder era el PCUS en cuyo Politburó se tomaban realmente las decisiones.
El problema era éste: que no hubiera conflictos entre la estructura legal de gobierno y la estructura real de gobierno. Además de las medidas coercitivas y de terror estatal, los dirigentes soviéticos tenían que evitar que se juntasen los diputados y provocasen un terremoto político o que los ministros comenzasen a ejercer el poder que la constitución les otorgaba y se quitaran de encima a medio aparato del Partido.
La técnica que se empleó en la URSS es parecida a aquello de “divide y vencerás” y podemos denominarla “agranda y vencerás”. Todos sabemos que los órganos funcionan correctamente hasta cierto número, a partir del cual dejan de operar y se convierten en una masa sin voluntad que se entrega a quien quiera dirigir para terminar lo antes posible.
En una cámara representativa con más de mil miembros es muy difícil articular una maniobra política que tienen que ser rápida y mayoritaria y más cuando los representantes entre sí no se encuentran agrupados ni ideológica y territorialmente. Cualquier intento tiene el peligro de perderse en la inmensidad y de ser rápidamente detectado, ya que el funcionamiento de “camarillas” es virtualmente imposible.
A esto se unía la poca periodicidad de las sesiones plenarias y la concentración de éstas, donde debían aprobarse una gran cantidad de asuntos en poquísimas semanas, lo cual provocada una tremenda saturación en los diputados. Además el régimen soviético podía decir que buena parte de sus diputados eran obreros y campesinos, cumpliendo su propaganda, cuando realmente esto servía para que no hubiera control, ya que al no ser “políticos profesionales” no sabían realmente las consecuencias de su voto, ni las leyes ni los procedimientos.
Con el gobierno pasaba algo parecido, pero en este caso sí había cierta profesionalización. La masiva proliferación de departamentos ministeriales no buscaba la efectividad, sino deshacer el poder ejecutivo entre tanto que nadie lo tuviese realmente, aunque sus funciones fueran meramente técnicas. La acumulación de poder, fuera del Politburó, era temida y por lo tanto evitada.
El sistema les funcionó correctamente, esto es, la dictadura soviética pervivió más de setenta años y solamente cayó cuando las reformas provinieron del Politburó, lo cual demuestra la consistencia del sistema hasta para provocar su propio colapso.

Escudo URSSEl otro día pensaba en los mecanismos de control que el poder utilizaba con los órganos e instituciones que, en principio, deberían controlarlos. Hay algunos tan burdos que es no merecen la pena ser comentados, pero hay algunos que son finos y muchas veces pasan desapercibidos.

Siempre me ha fascinado la inmensidad de las instituciones soviéticas: los más de mil miembros del Soviet Supremo o la cantidad prodigiosa de ministerios de la URSS, donde lo que para nosotros es a duras penas un dirección general para ellos merecía una cartera en el Consejo de Ministros. Esta malsana fascinación deslumbra y no deja ver el mecanismo de control que encerraba este “gigantismo institucional” (además del obvio de crear artificialmente puestos de trabajo).

Como bien decía García-Pelayo, en su Derecho Constitucional Comparado, desde una perspectiva puramente formalistas las normas constitucionales soviéticas eran casi impecables y hasta coherentes con la doctrina de decían defender. Daban el poder al Soviet Supremo y el gobierno tenía definidas las funciones ejecutivas tanto en la Federación como en las repúblicas federadas, aunque el auténtico poder era el PCUS en cuyo Politburó se tomaban realmente las decisiones.

El problema era éste: que no hubiera conflictos entre la estructura legal de gobierno y la estructura real de gobierno. Además de las medidas coercitivas y de terror estatal, los dirigentes soviéticos tenían que evitar que se juntasen los diputados y provocasen un terremoto político o que los ministros comenzasen a ejercer el poder que la constitución les otorgaba y se quitaran de encima a medio aparato del Partido.

La técnica que se empleó en la URSS es parecida a aquello de “divide y vencerás” y podemos denominarla “agranda y vencerás”. Todos sabemos que los órganos funcionan correctamente hasta cierto número, a partir del cual dejan de operar y se convierten en una masa sin voluntad que se entrega a quien quiera dirigir para terminar lo antes posible.

En una cámara representativa con más de mil miembros es muy difícil articular una maniobra política que tienen que ser rápida y mayoritaria y más cuando los representantes entre sí no se encuentran agrupados ni ideológica y territorialmente. Cualquier intento tiene el peligro de perderse en la inmensidad y de ser rápidamente detectado, ya que el funcionamiento de “camarillas” es virtualmente imposible.

A esto se unía la poca periodicidad de las sesiones plenarias y la concentración de éstas, donde debían aprobarse una gran cantidad de asuntos en poquísimas semanas, lo cual provocada una tremenda saturación en los diputados. Además el régimen soviético podía decir que buena parte de sus diputados eran obreros y campesinos, cumpliendo su propaganda, cuando realmente esto servía para que no hubiera control, ya que al no ser “políticos profesionales” no sabían realmente las consecuencias de su voto, ni las leyes ni los procedimientos.

Con el gobierno pasaba algo parecido, pero en este caso sí había cierta profesionalización. La masiva proliferación de departamentos ministeriales no buscaba la efectividad, sino deshacer el poder ejecutivo entre tanto que nadie lo tuviese realmente, aunque sus funciones fueran meramente técnicas. La acumulación de poder, fuera del Politburó, era temida y por lo tanto evitada.

El sistema les funcionó correctamente, esto es, la dictadura soviética pervivió más de setenta años y solamente cayó cuando las reformas provinieron del Politburó, lo cual demuestra la consistencia del sistema hasta para provocar su propio colapso.

Posted in Ciencias Políticas, Diseño de Jugadas, Historia, Política, Rusia

Posted originally: 2009-08-05 12:55:16

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Agranda y vencerás


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