El arte de improvisar


El arte de improvisar
Hubo un día en el que alguien pensó que la calle Real de Ceuta, peatonalizada, quedaría la mar de mona. Han pasado muchos meses para que, por fin, todos puedan caminar sin coches a su vera por la arteria principal del centro. En muchos puntos de España, una calle peatonal es sinónimo de dinamización comercial. Incluso hay innumerables ejemplos aplastantes en los que la eliminación del tráfico rodado ha supuesto un incentivo fundamental para reactivar los decrépitos centros históricos.

Para peatonalizar una calle hay gastar, generalmente, mucho dinero aportado por el ciudadano. El mismo contribuyente que espera que su inversión, decidida generalmente en las urnas, sirva para tener una ciudad mejor.

En Ceuta, se han gastado la pasta para hacer peatonal un buen tramo de calle. En un alarde de política a largo plazo, un mes después de acabar las obras, el Ayuntamiento ya ha decidido que por ahí, ya que pasan peatones, también pueden pasar taxis y autobuses. Un pivote automático va a evitar que los coches aprovechen la coyuntura para ahorrarse dos minutos de trayecto alternativo. Pero no, aquí las cosas se piensan con tiempo y ya hemos asumido que dos agentes de la Local van a estar pendientes de que nadie se cuele. No vaya a ser que nos acusen de improvisar.

Es decir, invertimos una considerable aportación del contribuyente y a los pocos días, decidimos que la solución está a medio camino de lo previsto. Hacemos alarde de saber reaccionar sobre la marcha, como símbolo de lo mucho que estamos en la calle con el contribuyente. Un día hacemos caso a uno, y al día siguiente escuchamos al otro. Y a los dos les hacemos caso.

Ha de aprender el Gobierno de Ceuta a tomar decisiones con total determinación. La felicidad de todos se antoja complicada, por mucho que a uno le aprueben por unanimidad las cuentas. La labor de un gestor se rige por la decisión, no por el "pasito palante, pasito patrás". Más que nada, porque uno abandona con solemnidad la senda de la personalidad.

Abro una porra. ¿Cuántas semanas van a pasar hasta que las primeras losas de la peatonalizada calle tengan que ser reemplazadas? ¡Qué corra la ruleta!

Hubo un día en el que alguien pensó que la calle Real de Ceuta, peatonalizada, quedaría la mar de mona. Han pasado muchos meses para que, por fin, todos puedan caminar sin coches a su vera por la arteria principal del centro. En muchos puntos de España, una calle peatonal es sinónimo de dinamización comercial. Incluso hay innumerables ejemplos aplastantes en los que la eliminación del tráfico rodado ha supuesto un incentivo fundamental para reactivar los decrépitos centros históricos.

Para peatonalizar una calle hay gastar, generalmente, mucho dinero aportado por el ciudadano. El mismo contribuyente que espera que su inversión, decidida generalmente en las urnas, sirva para tener una ciudad mejor.

En Ceuta, se han gastado la pasta para hacer peatonal un buen tramo de calle. En un alarde de política a largo plazo, un mes después de acabar las obras, el Ayuntamiento ya ha decidido que por ahí, ya que pasan peatones, también pueden pasar taxis y autobuses. Un pivote automático va a evitar que los coches aprovechen la coyuntura para ahorrarse dos minutos de trayecto alternativo. Pero no, aquí las cosas se piensan con tiempo y ya hemos asumido que dos agentes de la Local van a estar pendientes de que nadie se cuele. No vaya a ser que nos acusen de improvisar.

Es decir, invertimos una considerable aportación del contribuyente y a los pocos días, decidimos que la solución está a medio camino de lo previsto. Hacemos alarde de saber reaccionar sobre la marcha, como símbolo de lo mucho que estamos en la calle con el contribuyente. Un día hacemos caso a uno, y al día siguiente escuchamos al otro. Y a los dos les hacemos caso.

Ha de aprender el Gobierno de Ceuta a tomar decisiones con total determinación. La felicidad de todos se antoja complicada, por mucho que a uno le aprueben por unanimidad las cuentas. La labor de un gestor se rige por la decisión, no por el "pasito palante, pasito patrás". Más que nada, porque uno abandona con solemnidad la senda de la personalidad.

Abro una porra. ¿Cuántas semanas van a pasar hasta que las primeras losas de la peatonalizada calle tengan que ser reemplazadas? ¡Qué corra la ruleta!

Posted originally: 2009-01-13 17:18:00

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