Pablo Soto se ha hecho famoso muy a su pesar. La industria discográfica y la asociación de productores musicales (Promusicae) reclaman a este informático treintañero, creador de varios programas de intercambio de archivos P2P como Manolito, Piolet y Blubster, más de trece millones de euros al entender que el desarrollo de sus aplicaciones fomenta la piratería y la competencia desleal. «Yo no he hecho nada malo. Sólo me he dedicado a hacer I+D», se defiende Soto.
Según ha explicado en el ciclo Creative Commons, Soto se siente la víctima de una «estrategia natural». En Europa, la industria disco...