Una enorme polvareda cubría el centro de El Cairo. Miles de escobas barrían los escombros y la sangre de la revuelta y los rescoldos de
una gran noche de fiesta . La nube terrosa impedía mirar más allá. El futuro quedó aplazado al menos hasta hoy, domingo. Incluso el Ejército, con todo el poder en sus manos tras
la caída de Hosni Mubarak , pareció tomarse una pausa. Se limitó a mantener en su puesto al último Gobierno de Mubarak, a la espera de nombrar algo más presentable, y a tranquilizar a Estados Unidos e Israel diciendo que
respetaría la paz de Camp David.