Al área que llegó Antonio López para elevarse más que nadie, para sentirse el rey del mambo, para cabecear aquel balón con el reloj, y el partido, muriendo en el minuto 94, para marcar un gol casi milagroso, el que dio la victoria al Atlético, la victoria y algo más. Porque este equipo olía a cadáver hasta hace bien poco y se sintió renacer. Y salió del infierno.
Y se sintió grande, feliz, sin fútbol, cierto , pero demostrando unas ganas y un corja contagiosos, para desilusión de un Sevilla que durante toda la segunda parte mostró una cara espantosa.