- jueves 28 marzo 2024
En el infierno también hay bibliotecas. Jorge Semprún leyó ¡Absalón, Absalón! en el campo de concentración de Buchenwald. Faulkner se le agarró a la piel, "cada línea era un triunfo". Los libros los sacaba en préstamo de la biblioteca de prisioneros, que tenía cerca de 14.000 ejemplares en 1945, aportados por los prisioneros y sus familiares. Había cinco docenas de Mein Kampf, pero nadie los leía. En la primera página de cada libro aparecía el sello "K. L. Buchenwald", seguido de las normas y una advertencia que devolvía aquel paraíso a las cavernas del horror: "¡Si pierdes un libro, estás obligado a reponerlo! ¡Si no obedeces la orden, serás castigado!".