VANDALISMO

El fuego que no cesa y nadie sabe explicar

El fuego que no cesa y nadie sabe explicar
Fuente @frbomberosceuta
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En el año de la pandemia ardieron en Ceuta 280 contenedores de basura. A los que hay que añadir 490 unidades quemadas en 2019 y 80 en 2018, según datos de Trace. 

Ni el toque de queda impuesto por la pandemia logra sofocar el fuego que noche tras noche devora contenedores de basura en Ceuta. En lo que va de 2021, han ardido ya más de una treintena en diferentes puntos de la ciudad. A más de uno por día. Una sangría que tiene a la Ciudad harta de pagar para reponer contenedores de basura; que tiene despistada a la Policía, incapaz de detener la quema; que tiene hastiados a los vecinos afectados y cansados a los trabajadores del servicio de limpieza viaria y a los bomberos. 

En el año de la pandemia—de los que tres meses fueron de confinamiento, casi dos de desescalada y con toque de queda desde el 25 de octubre— ardieron en Ceuta 280 contenedores de basura. Casi tres centenares de contenedores a los que hay que añadir 490 unidades quemadas en 2019 y 80 en 2018, según datos facilitados por la empresa a Juan Gutiérrez, diputado socialista y presidente del comité de Trace. 

El precio del fuego

Según los cálculos que hizo públicos la Ciudad el pasado 9 de enero, durante 2020 se repusieron 157 contenedores calcinados por valor de 85.000 euros. Desembolso al que hay que sumar los 457 contenedores repuestos en 2019, por un importe de 234.652 euros y otros 64 más en 2018, por 32.172 euros. En tres años, la Ciudad ha repuesto 678 contenedores calcinados, apoquinando 353.000 euros. 

El contenedor suele ser víctima propicia en manifestaciones y protestas, pero en Ceuta arden por sorpresa, sin algaradas de por medio. No hay, que se sepa, ‘kale borroka’ en la ciudad, pero el caso es que arden contenedores.

Si se comparan las cifras de la Ciudad y las del diputado y representante sindical del sector, se entienden mejor las dimensiones de las llamas. En los últimos tres años el fuego no solo ha devorado más de 350.000 euros, sino que casi una cuarta parte de los contenedores de basura calcinados (un 22,5%) no han regresado a su sitio. Pierden las arcas municipales, que no dan a basto a reparar lo perdido, y pierden los vecinos que ven como se quedan sin contenedores.

El contenedor suele ser víctima propicia en manifestaciones y protestas, pero en Ceuta arden por sorpresa, sin algaradas de por medio. No hay, que se sepa, ‘kale borroka’ en la ciudad, pero el caso es que arden contenedores. Y, aunque con una mayor incidencia en la barriada del Príncipe, no solo allí. El fuego aparece donde menos lo esperas. Y nadie sabe a ciencia cierta por qué.

El origen del fuego

Tampoco la Policía, que no tiene una respuesta. Así lo admiten al menos desde fuentes oficiales. No tienen una explicación. No hay un nexo en común aparente entre las quemas , explican, y las quemas carecen de sentido u organización. Sobre detenidos no dan información, es responsabilidad “de Madrid” dar datos sobre arrestos y operaciones.

Pero en la barriada del Príncipe no tienen tan claro que no haya un nexo en común. Así lo manifestaron en un duro comunicado en el que pedían ayuda hace apenas diez días: “Sospechamos que hay intereses ocultos en estos actos vandálicos, siendo muy extraño y sospechoso que se esté atentando contra los contenedores de recogida de residuos sobre todo. Pedimos una investigación al respecto y que se intensifique la vigilancia para dar con estas personas que atentan contra la barriada”. Una sospecha que comparten muchos vecinos pero a la que es difícil poner nombre, mucho menos pruebas. 

Desde la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos (FPAV), Francisco García-Segado, no se cierra a esta posibilidad. “Cuando lo dice Kamal, al que respeto…”, reflexiona el dirigente vecinal. Para Juan Gutiérrez, que encara las sospechas sin rodeos, esos “intereses oscuros” a los que aluden los vecinos del Príncipe, “no tienen sentido”. “A la patronal es la primera que no le interesa, primero sale de su bolsillo”, argumenta. Y mucho menos interesa a los trabajadores, que “se dejan la espalda” con los contenedores quemados. “La basura se queda pegada al suelo y tienen que quitarla a mano”, explica.

“El Gobierno esta de brazos cruzados, no hace nada y la situación es insostenible y al final el dinero sale del bolsillo del contribuyente“.

Quién vigila el fuego

Nadie tiene clara la causa, pero todos parecen coincidir en la solución: más vigilancia policial. El presidente de la federación Provincial de Asociaciones de Vecinos (FPAV) lo tiene meridianamente claro: “Tiene fácil solución: más policía”. “Tenemos una Policía de barrio pero las autoridades parece que la mandan dónde les da la gana, además tenemos a la Guardia Civil, un pedazo de cuerpo, el mejor, y no ya no están en la valla y la Policia Nacional, otro tanto, otro pedazo de cuerpo de policía, ahí tienes la solución. Lo que tienen que hacer la Ciudad y la Delegación de Gobierno es sentarse a trabajar, a hacer su trabajo, nada más que eso”.

Gutiérrez señala a la Ciudad: “El Gobierno esta de brazos cruzados, no hace nada y la situación es insostenible y al final el dinero sale del bolsillo del contribuyente“. El diputado socialista reclama a Ciudad y Delegación que se sienten y busquen una solución urgente junto a la empresa que presta el servicio público de limpieza viaria y recogida de basura. Gutiérrez entiende que es necesario buscar soluciones políticas y estrategias para buscar una solución a la situación, más allá de la seguridad ciudadana, que es competencia de Delegación de Gobierno y de las FCSE. Así y todo, Gutiérrez plantea que al menos durante un tiempo, una patrulla se dedique exclusivamente a ese fin. La empresa, por su parte, explica Gutiérrez, ha intentado adoptar medidas paliativas, como la instalación de contenedores de metal en los puntos mas afectados, para, al menos, no dejar a los vecinos sin un punto en el que depositar la basura.

Una solución en la que trabaja la Ciudad. Eso aseguraba al menos en su última nota al respecto, en la que subrayaba que “la Consejería que dirige Yamal Dris continúa trabajando de manera coordinada con la Policía Local y con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para frenar estos frecuentes e insostenibles episodios de vandalismo y, al mismo tiempo, desea realizar un llamamiento a la concienciación para evitar tanto el menoscabo a las arcas públicas como el perjuicio causado a la ciudadanía”.

El mapa del fuego

Pero no son solo contenedores. El tuitero Julio Azuara , en un minucioso ejercicio de compromiso ciudadano, recopiló a lo largo del año en un mapa interactivo todas las quemas intencionadas de las que la prensa local ha dado cuenta durante 2020. A fecha de 1 de enero de 2021 se tenía constancia documental de 141 vehículos, 98 incidentes con contenedores y 93 sucesos de otro tipo. Los registros se dividen en tres categorías: vehículos (cada icono corresponde a un coche o una motocicleta); contenedores (cada icono corresponde a uno o varios según detalle de la noticia); varios (enseres abandonados y basura). 

Mapa de Quema de contenedores y vehículos. Autor JULIO AZUARA


 

El mapa permite abarcar las verdaderas dimensiones del fuego, no solo numéricas. Los sucesos se repiten por toda la ciudad autónoma, por mas que el extrarradio sea el más afectado. Algo que subraya también el presidente de la FPAV: “El problema no es solo del Príncipe, se pone el foco allí, se habla mucho del Príncipe pero el problema está en muchas barriadas. En el Morro, por ejemplo, los vecinos ven como se van llevando contenedores y no los reponen, en San Daniel igual, en la Barriada del Ferrocarril…”.

“El 90 por cierto de los contenedores está estropeado, o no funciona la tapa, o el tirador no va, las señoras mayores no pueden con el pedal”, denuncia García Segado. “Y no hay contenedores de otro tipo, la gente en Hadú tiene que dejar el aceite en la calle para que lo recojan y no hay papeleras, han desaparecido, y encima con las nuevas farolas no se pueden poner, porque son demasiado anchas, un desastre.”

Después del fuego

Más allá de quién prendió el fuego y por qué, queda el rastro de las llamas. Sus consecuencias. Las resume con dureza el presidente vecinal: ”Los contenedores que queman no los reponen”. Un problema que se añade a la cola de carencias del servicio de recogida de residuos sólidos urbanos que presenta Ceuta y que se agrava con la pérdida de contenedores pasto de las llamas: “El 90 por cierto de los contenedores está estropeado, o no funciona la tapa, o el tirador no va, las señoras mayores no pueden con el pedal”, denuncia García Segado. “Y no hay contenedores de otro tipo, la gente en Hadú tiene que dejar el aceite en la calle para que lo recojan y no hay papeleras, han desaparecido, y encima con las nuevas farolas no se pueden poner, porque son demasiado anchas, un desastre.”

Unos y otros coinciden en que de un modo u otro, este es un problema que terminan pagando los vecinos, bien indirectamente al cargarse a cuenta de las arcas municipales; bien directamente, al ver cómo se quedan sin contenedores; bien dolorosamente, al ver cómo las llamas amenazan en ocasiones con colarse por sus ventanas y el humo se cuela en sus hogares en mitad de la noche.

El contexto del fuego

Independientemente de elucubraciones y sospechas, para abordar una solución integral, si no son pirómanos a sueldo, ni reivindican nada, debemos dar por sentado que son simple y llanamente vándalos. ¿Qué lleva a estos vándalos a quemar un contenedor?. 

El sociólogo José Miguel Cantón cree que es necesario tener en cuenta “el contexto” en el que tienen lugar los hechos. El escenario importa. En este caso la gran mayoría de incendios intencionados tiene lugar en El Príncipe, la barriada más castigada, “una zona con una marcada desigualdad económica, social y educativa, que también existe en otros puntos de la ciudad, pero aquí es más acusada”. Jóvenes residentes en un barrio que, aunque ha mejorado en los últimos años, arrastra una condición histórica. 

Para Cantón, no podemos descartar que estos incendios sean “una expresión de descontento, una manifestación de rechazo, de conflicto social”. Sus autores son presuntamente jóvenes en su mayoría, observa, “en un barrio con un altísimo paro juvenil, jóvenes fuera de mercado laboral, en un barrio ajeno a los procesos de normalización” . Jóvenes que terminan atacando una de las escasas pruebas de presencia institucional, los servicios públicos, como ha hecho con los autobuses, o al igual que atacan a la autoridad cuando apedrean a la Policía o los bomberos.

El escenario importa. En este caso la gran mayoría de incendios intencionados tiene lugar en El Príncipe, la barriada más castigada, “una zona con una marcada desigualdad económica, social y educativa

En cualquier caso, quiere subrayar Cantón, eso solo una hipótesis, el problema es muy complejo e incluyen muchos factores. Sería necesario un estudio más profundo, como profunda e integral, además de creativa, debería ser la solución. Para este sociólogo, la salida al problema debería pasar por una mayor integración social de estos jóvenes, ofrecer alternativas sociales y laborales, una labor pedagógica y la integración de la propia barriada tradicionalmente “un anexo” a la ciudad. “No se debe nunca dar por perdida una zona de la ciudad”, avisa.

A estas posibles causas podríamos añadir una que debe estar también sobre la mesa. La posibilidad, más que plausible, de que haya quien esté interesado en que el Príncipe y buena parte del extrarradio, siga siendo un ghetto, que el conflicto esté latente de forma permanente por una u otra vía. El escritor y periodista Misha Glenny explica en su monumental obra ‘McMafia’ el papel del crimen organizado en los estados fallidos contemporáneos, ahuyentando a la Administración hasta hacerla desaparecer de sus territorios para terminar sustituyéndola. El Príncipe, como muchas otras zonas depauperadas de la ciudad hasta el extremo del abandono, no es sino un estado fallido a pequeña escala: sin apenas presencia policial, altos índices de pobreza y con una gran carencia de servicios públicos básicos, en muchos casos sin saneamiento o alumbrado siquiera. Un barrio en el que las papeleras, los propios contenedores, son una especie muy difícil de avistar, al borde de la extinción. Tal vez, como apreciaba el sociólogo, para entender el problema haya que observar detenidamente el escenario antes que a los actores. 

En cualquier caso son solo hipótesis, reflexiones en torno a un fenómeno preocupante cuyas primeras víctimas no son los contenedores, sino siempre los vecinos. Las familias de esas barriadas que ven como noche a noche el fuego merma su ya maltrecha calidad de vida.

El fuego que no cesa y nadie sabe explicar


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