Las pruebas periciales no ofrecen nuevos datos sobre el asesinato de 'Tafa Sodia'

Las pruebas periciales no ofrecen nuevos datos sobre el asesinato de 'Tafa Sodia'
Imagen de la vista oral durante la sesión de este jueves.


- No hay evidencias concluyentes sobre si ‘Rambo’ disparó o no aquella noche, ni pruebas de balística taxativas sobre el número de armas empleadas, ni tan siquiera hay rastros de ADN en la propia ropa del acusado

- La declaración del policía que localizó al testigo protegido le ubica en la escena del crimen pero desde otra perspectiva

- La autopsia demuestra que dispararon a bocajarro a menos de medio metro de la víctima


La cuarta y última jornada de testificales del juicio contra ‘Rambo’ por el asesinato de 'Tafa Sodia' ha estado centrada en las diferentes pruebas periciales practicadas sin que ninguna de ellas arrojara datos inequívocos sobre la autoría. Por la Audiencia Provincial han desfilado este jueves médicos forenses, análisis de pólvora, expertos en ADN y en balística que han aportado sus informes sin que –salvo las causas de la muerte- ninguno resultara concluyente: no se ha podido determinar, de forma taxativa, el número de pistolas usadas, aunque los expertos se inclinan a que fueron dos; no se pudo encontrar indicios claros y rotundos de que el acusado, Annuar M.-H., alias ‘Rambo’ disparar un arma la noche del 17 de julio de 2013 y ni tan siquiera se encontraron restos de ADN en su propia ropa. Todas ellas pruebas periciales que no sirven para demostrar ni una cosa ni la contraria.

Sólo las dos médicos forenses, una de ellas presente en la sala y la segunda en videoconferencia desde Madrid, concluyeron, sin dudarlo, que la víctima murió casi en el acto, de siete disparos, dos de ellos a bocajarro y por la espalda en la cabeza. Todos los disparos, salvo uno superficial que impacto en la espalda, eran mortales, especialmente los que provocaron heridas craneales.

En el caso de las heridas de bala mortales en la cabeza, se trata de disparos hechos por la espalda a una distancia inferior a medio metro, con orificio de entrada por la derecha, y de salida por la izquierda, tal y como corroboró posteriormente el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INT) con un margen de error de 2 centímetros.

Ropas limpias

Las pruebas de ADN y balística no fueron tan concluyentes. Así, pese a que se llevaron a Madrid a analizar la ropa con la que fue detenido el acusado -una camiseta gris, dos pantalones de deporte, uno de ellos estilo pirata, y unos calzoncillos de rayas azules- en las pruebas no fue posible encontrar muestras suficientes que permitieran definir un perfil genético. “Si hay material genético, pero con nuestra pericia no hemos logrado un perfil genético único”, admitía el perito, “hay muy poquito ADN y con 3ó 4 marcadores no podemos dar un perfil”. Una ausencia casi total de muestras de ADN y restos celulares cuanto menos desconcertante si se tiene en cuenta que el acusado aseguró haber llevado puesta esa misma ropa desde las tres de la tarde hasta casi las cuatro de la madrugada, algo “posible pero improbable”, aclaró por su parte la médico forense.

Tampoco las ropas presentaban restos de haber disparado (plomo, antimonio y bario) “No encontramos partículas de disparo”, explicó el técnico aclarando que no quiere decir que no existan sino que “no las hemos visualizado”. Sí había restos de plomo, uno de los componentes que habitualmente se encuentran en estos casos pero que hallado por separado (sin los otros dos ingredientes señalados) no indica necesariamente que se haya efectuado un disparo, como subrayaron los peritos, recordando que el plomo se encuentra en la naturaleza.

En ambos casos, la ausencia de ADN y de restos de disparo no son tampoco concluyentes en ninguno de los dos sentidos, el acusado pudo lavar sus ropas, ponerse otras limpias por lo que “no se descarta que sí hubiese disparado”, aunque la prueba tampoco prueba que no lo hiciera.

En el caso del informe de balística, sí queda claro los tipos de munición, dos, y el calibre, 9 milímetros corto y munición de plomo, pero no puede demostrar con absoluta certeza el número de armas, que pueden ser un mínimo de dos hasta un máximo de cinco, aunque los peritos se inclinan porque sólo hubiese dos armas y por tanto dos pistoleros, pese a los intentos de la Defensa, que desde el inicio de la vista ha dejado caer en varias ocasiones que pudieron ser tres las armas.

Fuentes de la Policía científica consultadas por Ceutaldia indican que los restos hallados en la escena del crimen indican que había sólo dos armas, aunque los informes de balística no pueden determinarlo. Sí pueden en el caso de las vainas metálicas halladas en el lugar del asesinato, de un calibre 9 corto, que corresponden a un revólver Smith & Wesson; pero no así con los cuatro proyectiles de plomo (tres de ellos extraídos durante la autopsia) cuyas marcas y troqueles no permiten determinar con exactitud el modelo de pistola. Sólo está meridianamente claro el origen de las balas, del 9 corto, muy antiguas, fabricadas en 1983 en la fábrica de Santa Bárbara de Toledo, hoy cerradas y que, como apuntó el perito, es muy poco probable que las compraran en una armería debido a su antigüedad.

Más dudas sobre el testigo protegido

También abrió huecos a la duda el testimonio del agente de la Policía Nacional (entonces en estupefacientes hoy en crimen organizado) que localizó al testigo protegido, “el único que dijo que podía identificar a los autores y fue el único que se trasladó a Comisaría”. Un testigo que, según explicó el agente, se encontraba “en los puestos, vendiendo” cuando sucedieron los hechos, lo que contradice la declaración del testigo que aseguró que se encontraba apoyado en un murete del Paseo de La Marina, es decir, en el otro margen de la acera.

El testimonio del policía que localizó al testigo tiene también su intrahistoria. Fue una declaración por videoconferencia y no presencial, pese a que fue citado en tiempo y forma. Una ausencia que, avisó el juez, deberá acreditar con suficiente solvencia si no quiere enfrentarse a una sanción de entre 200 y 5.000 euros.

Los problemas de conexión y las dificultades para tomar declaración por videofonferencia volvieron a entorpecer la vista que sufrió varios recesos, por lo que el turno de testificales se amplió a la tarde quedando pendiente dos puntos cruciales: las escuchas y las grabaciones de las cámaras de seguridad y de tráfico.

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