jose maria rodriguez revellin
Jose Maria Rodríguez
José María Rodríguez

En cierto modo, el diseño del Salón de Plenos de la Asamblea no fue el más afortunado. Como todo lo que se diseñó para el Palacio Autonómico se ha quedado pequeño. Despachos, oficinas, pasillos, ascensores...
“Más pequeño tendría que ser”, pensarán muchos ciudadanos, seguramente hartos de burocracia, discusiones estériles y falta de soluciones, que muchas veces, de manera real o aparente, emana desde las instituciones asamblearias, en este caso las de la Ciudad Autónoma. 

El deseo de los ciudadanos más críticos con la clase política, se ha hecho realidad, como por ensalmo, desde la pandemia: los diputados sentados en los no muy cómodos asientos del público, por mor del Covid, como niños malos, dividiendo a los diputados entre los privilegiados que se sientan en sus escaños y los demás que nos sentamos en la bancada del público, en una situación que, no por ser sobrevenida por la amenaza del covid, se ha vuelto atípica y como todo en España, y más en Ceuta, amenaza con convertirse en una situación crónica para los parlamentarios locales. 

Ya saben como dice el refrán: “las costumbres se hacen leyes”...
Pero la separación entre escaños y público de los diputados autonómicos, no ha minorado la tensión política, y a veces sospecho que personal, entre los representantes públicos.
La coalición asimétrica del gobierno Vivas y Vox, cuyas cláusulas secretas desconocemos, pero vamos descubriendo poco a poco con estupor: ataques inmoderados contra la oposición, falta de cortesía parlamentaria, juicios segregatorios por el origen religioso, y una caza de brujas generalizada, en la que se incluyen, no cabía esperar otra cosa, a los parlamentarios no adscritos, a los que se ha hecho todo lo posible por marginar hasta el acoso, utilizando los medios públicos, como las subvenciones a la prensa y la censura en la televisión pública. Como ha caído el gobierno Sánchez, a nivel nacional, en la trampa del vicepresidente Iglesias, sus maximalismos de origen totalitario, su cuanto mejor peor, el gobierno Vivas ha caído en las trampas de Redondo y Verdejo, basadas en la provocación, las consignas vacías de contenido real y los eslóganes mitineros.
Los dos grandes partidos cabalgan con el diablo. Cada uno con sus extremos respectivos. Hemos visto cómo se ha postergado el debate real, sobre problemas reales de la ciudad, y aporte de soluciones, cambiándolo por la petición de acoger a la defenestrada estatua del general Millán Astray de La Coruña. 

La España iconoclasta, de las filias y las fobias... no hay que enfadarse, el general Núñez de Prado, héroe de Zeluán, fue fusilado a comienzos de la guerra civil por los franquistas y luego olvidado por ambos bandos. Cosas patrias.

La discusión sobre Digmun y la idoneidad de su subvención o no, una cantidad insignificante dentro del presupuesto de la ciudad autónoma, independientemente de la opinión sobre sus objetivos y el debate subsiguiente, y no la seguridad en los centros educativos ante el Covid, han llenado y agriado el debate... se tumbó en el anterior pleno la propuesta de un protocolo ante las pandemias, simplemente porque venía de la diputada no adscrita María del Carmen Vázquez. El consejero de Sanidad la rechazó con la boca pequeña. Supongo que avergonzado. Cómo está la política que decía la famosa zarzuela... Así de pueril ha devenido el debate político local. Pueril e inane... 

Los que en principio militamos en Vox, intentamos afrontar sin tapujos los debates sobre inmigración, cohesión nacional, abusos contra la presunción de inocencia o patrimonialización de la lucha de los colectivos LGTB... pero sin incurrir en faltas de respeto y ausencia de diálogo. Era de lo que acusábamos a los del otro lado. No habría que haberse convertido en el negativo de los abusos dialécticos de la izquierda, ni en su caricatura interesada. Está claro que el bando liberal perdió la batalla en Vox hace tiempo. Como dijo el portavoz del partido a nivel local, en twitter, en respuesta al Vicepresidente Rontomé, ante su opinión sobre la moderación o suavidad experimentada en los últimos tiempos por los diputados de Vox: ...“El suavizante, solo para la ropa”.