HISTORIA

El cuadro perdido que desvela una perspectiva inédita del asedio de Ceuta

El cuadro perdido que desvela una perspectiva inédita del asedio de Ceuta
Óleo del siglo XVIII del asefdio de Ceuta panorámica
Óleo del siglo XVIII del asefdio de Ceuta panorámica
Todo hallazgo que se precie es fruto de la casualidad, la pasión, la sabiduría y la tenacidad. Esta historia reúne todos los ingredientes.

El divulgador e investigador ceutí Gabriel Fernández Ahumada buceaba en el vasto océano de 700.000 imágenes de la Fototeca del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), buscando representaciones de Ceuta vistas desde Gibraltar, cuando topó con algo que lo dejó boquiabierto. Ante sus ojos, la ficha del Archivo Moreno, —uno de los muchos que acoge el IPCE, con más de 60.000 imágenes de arte español— mostraba un cuadro desconocido bajo el título ‘Escena del asedio de Gibraltar’. Pero en realidad era una inédita vista de Ceuta desde las laderas del Morro, en uno de los primeros embates del asedio de Ceuta (1694-1727). 

Tenía ante sus ojos una obra anónima, fuera del radar de los historiadores, completamente desconocida. Una nueva perspectiva del asedio al que el sultán Muley Ismail sometió a la ciudad durante 33 años, el más largo de la Historia. Un hallazgo, no tanto por su valor artístico sino documental que permitía conocer más datos de la evolución de las murallas y hacerse una idea más nítida de cómo era la Ciudad a principios del siglo XVIII.

Pero Gabriel Fernández Ahumada tenía ante sí varios obstáculos, uno difícil de sortear: el cuadro está en paradero desconocido al menos desde 1958. Su pista se pierde con un anticuario voraz y el Instituto de Patrimonio Cultural de España tan solo conserva la fotografía del cliché del óleo. O sea, una imagen en blanco y negro. La obra es, además, anónima. No tiene firma ni fecha. Tan solo la representación del ataque de las tropas de Muley Ismail y una fiel reproducción de las Murallas Reales, las fortificaciones externas, el trazado urbano y la Almina, el Campo Exterior, las trincheras de ataque, los fosos y el entramado de murallas. Todos los datos que necesita un experto en las Murallas Reales para poner fecha a la escena. Un caso para Gabriel Fernández Ahumada. 

Cartografía, la primera clave

“Lo que nos lleva hablar de cartografía, que me ha ayudado a fechar la imagen de la Muralla”, explicaba el investigador este viernes en la conferencia de clausura de las Jornadas de Historia del Instituto de Estudios Ceutíes (IEC). Muchos de ustedes conocerán a Fernández Ahumada en su faceta de divulgador. Todo lo que conocen los jóvenes ceutíes y no tan jóvenes del patrimonio cultura de Ceuta es fruto del trabajo de este historiador que, además, tiene también una faceta menos conocida, la de investigador, esa que le ha llevado a seguir el rastro de un cuadro perdido para aprender más sobre lo que más ama, el patrimonio histórico de su ciudad.

Fernández Ahumada empezó a cotejar la imagen recién descubierta con otras representaciones en mapas de Ceuta, comparando la evolución de las Murallas Reales, los sucesivos añadidos, nuevas fortificaciones, bastiones y revellines que fueron construidos en los primeros años del asedio, entre 1696 y 1708. El círculo empezaba a cerrarse en torno a la primera década del siglo XVIII. Pero el trabajo cartográfico arrojó otra sorpresa inesperada. 

Mapa Ceuta British LibraryConexión Londres

El asedio de Ceuta fue muy relevante en la época. La noticia recorrió Europa y de aquel bloqueo se encuentran imágenes y grabados en Portugal, Francia o Inglaterra. Y es allí, en la Pérfida Albion, en los archivos de la British Library, donde dormía un grabado bajo el título ‘A Plan of the Famous Town and Fortress of Ceuta’. ( Plano de la famosa ciudad de Ceuta y su fortaleza). Una vista del asedio realizada en 1721 por el grabador Thomas Wolf en su taller de Saint Paul Church, —“hecho del original”, se especifica— y que prácticamente replicaba la misma perspectiva  y muchos detalles del cuadro perdido.

Si esta fuese una historia escrita por Pérez Reverte o Matilde Asensi (tiene todos los mimbres), el investigador encontraría en las últimas páginas el ansiado cuadro, que a estas horas colgaría ya del Palacio Autonómico o alguna otra noble pared. Pero esto es la vida real y, encima, 2020. Gabriel Fernández Ahumada lamenta que las circunstancias de la pandemia no le han permitido trabajar sobre el terreno. No hay ni rastro de óleo ni tampoco de su autor. Por el estilo , la composición y la fecha, el investigador calcula que es de estilo Holandés, pero probablemente de autor español. 

Su último propietario era Apolinar Sánchez, un reputado anticuario ansioso por vender lo que fuera y a quien fuera, según las crónicas de la época. Una época, recuerda Fernández Ahumada “en la que se vendieron claustros enteros y castillos a los americanos”.

Por el estado de conservación del óleo, en buen estado salvo algunas zonas en las que presenta pérdida de la capa pictórica, no ha estado sometido a condiciones de humedad. Lo que descarta que haya pasado tiempo en Ceuta. Es una obra de grandes dimensiones, la fotografía del cliché permite ver la marca que dejó el bastidor, y todo indica que ha estado expuesta. ¿Dónde? No hay pistas que ayuden a determinar su paradero. 

Su último propietario era Apolinar Sánchez, un reputado anticuario ansioso por vender lo que fuera y a quien fuera, según las crónicas de la época. Una época, recuerda Fernández Ahumada “en la que se vendieron claustros enteros y castillos a los americanos”. Era un vendedor tan voraz que durante la II Guerra Mundial, los Aliados le seguían los pasos de cerca, convencidos de que comerciaba con patrimonio histórico y artístico con las potencias del Eje. Sus constantes visitas a la Embajada de Japón y su afán por el negocio no a¡ayudaban a despejar sospechas. En 1958 muere Apolinar Sánchez. Sin descendencia conocida, su negocio de antigüedades muere con él 1958 y con él desaparece también el rastro del cuadro.

Del paradero del cuadro, ni rastro. Lo que sí está bastante clara es su fecha: “Ente el 11 de noviembre de 1708 y mediados de 1709”, precisa Gabriel Fernández Ahumada. Las claves de la data ación son históricas y, sobre todo, urbanísticas. No esta aún la Iglesia de los Remedios, que empieza a construirse en 1715; está ya el Camino de la Muralla, el actual Paseo de la Marina Española, trazado en 1707. Nuestra Señora de África aun se representa con forma de ‘qubba’ o morabito, la catedral está intacta, aun no ha sido destruída por el fuego enemigo; ya puede verse el Revellín de San Ignacio y el de san Javier, edificados en 1705, la contraguardia de Santiago está ya terminada…. Detalles que están solo al alcance de alguien que conoce las Murallas Reales palmo a palmo.

Pero el óleo, aunque en paradero desconocido, esta lleno de información de unos años cruciales para Ceuta, años que moldearon su espíritu y determinaron su futuro. 

La obra muestra una amplia panorámica de Ceuta, forzándola incluso para mostrar la Bahía de Algeciras, Gibraltar y hasta la Sierra Bermeja y hasta la Bahía Sur de Castillejos a Cabo Negro. Pero lo más interesante es en el entramado de trincheras y murallas que muestra de Ceuta. Con los atacantes, las tropas ataviadas con turbante, en rimer plano y el Monte Hacho al fondo, el cuadro despliega la Ceuta del XVIII con sumo detalle.

La ermita de san Antonio, Santa Catalina, la Torre Mocha, el viejo Muelle de san Pedro, los almacenes de la Tocina, el Palacio de los Gobernadores, el Hospital Real con su torre campanario, el molino… Pero llama la atención especialmente el istmo: un rectángulo amurallado, las casitas aliñadas junta a la muralla y lo que era ya el santuario de Nuestra Señora de África aun con forma de morabito, una cruz en el centro de la plaza y la enorme torre de los Trinitarios, construida sobre la Madrassa, presidiendo el centro de la ciudad.

Y a este lado de la muralla, la tropa atacante. Ataviados con turbantes y prendas típicas de los ejércitos islámicos, armados con botafuegos y espigadas, habituales en la fusileria mora, las baterías de mortero, los cañones apostados en las faldas del Morro, las trincheras de ataque serpenteando y los parapetos de mampostería construida en paralelo de costa a costa… 

Ua estampa viva, dinámica, llena de información y detalles que muestran una perspectiva inédita del asedio de Ceuta. Un hallazgo con enorme valor documental al que de momento es imposible seguir el rastro. Nadie sabe nada de su paradero. Pero Gabriel Fernández Ahumada no se rinde. “No cejaré en el empeño hasta encontrarlo”. 

Óleo del siglo XVIII del asefdio de CeutaGabriel Fernández AhumadaConferencia de Gabriel Fernández Ahumada en la Biblioteca

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