Johan Cruyff, carácter es destino


Johan Cruyff, carácter es destino
Ha avanzado por la madeja del tiempo haciendo siempre lo que ha querido. Cuarenta años después de su llegada al Barça, algunos siguen llamándole Dios

“Nací justo después de la guerra, en 1947. Un tiempo difícil. Mucha gente cercana había perdido a los suyos… Mis padres tenían una tienda de frutas y verduras; empezábamos lo que podríamos llamar una vida nueva en un barrio de la periferia de Ámsterdam. El campo del Ajax estaba a dos minutos de casa. Mi juguete preferido era la pelota. Mi padre murió cuando yo tenía doce años; enfermó del corazón –en el fondo lo mismo que tuve yo–. Mi madre tuvo que vender la tienda porque no podía llevarla sola. No recuerdo bien ese momento, soy sencillo de pensamientos, pero perder a mi padre fue un problema enorme. Nos hacía mucha falta, en todos los sentidos. Era de los pocos que, al tener tienda, conducía una furgoneta, y cuando íbamos a jugar a algún sitio nos llevaba a todos los niños. Se notaba mucho su ausencia, porque teníamos que coger la bicicleta. Mi madre empezó a trabajar en el Ajax limpiando los vestuarios; iba a verla a menudo, y los jugadores me dejaban jugar con ellos. Cuando pasé a profesional, con 16 años, no quise que siguiera y ella buscó otra cosa. En aquellos años toda la gente del club me ayudó mucho. Y aunque estaba muerto, con mi padre siempre tuve una relación perfecta”.

Lo dijo en el minuto 35 de la entrevista. Bebimos agua. Me sudaban las manos, como ocurre cuando el entrevistador sabe que ha llegado a una isla. Johan Cruyff continuó su relato.

“Hablo a menudo con mi padre. Ante un problema le digo: ‘¿Estás de acuerdo o no estás de acuerdo?’, y cuando me despierto sé lo qué voy a hacer. Un día le puse a prueba: ‘Yo creo que estás ahí, aunque muchos piensan que estoy loco, porque estás muerto… ¿Por qué no me lo demuestras y me paras el reloj?’. Me fui a dormir, y por la mañana el reloj no funcionaba. Me dije: ‘Esto es absurdo’, y lo llevé a la relojería de mi suegro. ‘Mira, ya funciona. Estaría un poco sucio’. Al día siguiente se había parado de nuevo. Volví y le dije al técnico: ‘Eres súper malo’. Lo abrió para revisarlo: ‘¡Qué raro, ahora ya está en marcha; está perfecto!’. Aquella noche le dije a mi padre: ‘Te creo, sé que estás ahí, no hace falta que lo vuelvas a parar’. Y las agujas se quedaron en paz”.

Cruyff aparece en la sede de la Fundación que lleva su nombre con un un jersey de cachemir italiano, da tres besos, responde a todo y se blinda con una determinación salpicada por algún silencio tímido. Dice factbook y twister, y por escucharle pronunciar quizás, servidora pagaría. Debe ser la consecuencia de una filia familiar: a lo largo de los setenta, en el comedor de mi casa, tuvimos dos héroes en la transición: Suárez y Cruyff. Mi padre incluso sujetaba el cigarrillo como él. Logré entrevistarlo hace más de veinte años, para la revista Woman, y le pregunté cosas como si le gustaría entrenar a un equipo de fútbol femenino: “No, en absoluto. Que Dios me libre de esa cruz”, me respondió.

Menos distante y más confiado que en 1993, habla en tono bajo y con un batido de acentos cremosos. Con sus famosos cinco idiomas my way. A sus 66 años defiende a muerte el binomio “deporte contra marginación”. La Johan Cruyff Foundation, creada en 1997, ha extendido sus tentáculos por todo el mundo: ha creado 190 campos, los cruyff courts, muchos en medio de la nada; ha acogido a más 50.000 niños discapacitados y ha acercado el deporte a otros 300.000 pequeños; ha fundado un máster internacional en Gestión Deportiva, y su fe en que “los principales mandamientos de la vida vienen del deporte” es inquebrantable.

Cuando el holandés volador llegó a Barcelona en agosto de 1973 –el pasado año se cumplieron cuatro décadas–, traía consigo un aire de modernidad europea, de libertad y flequillo. Era el Cruyff de la adrenalina, veloz, altivo, respondón, tozudo, capaz de alternar frases surrealistas y grandes verdades con y sin balón. Uno de los hombres más atractivos entre los años setenta y los ochenta. Chulería rubia. Lo que ha sido Mick Jagger en el rock, eso sí, sin haber pisado jamás un coffeeshop.

Cruyff no solo fue el mejor jugador de su época, y uno de los mejores de la historia. Dicen que inventó buena parte del fútbol moderno, tanto en el terreno de juego como en el de los contratos, la publicidad y las broncas con los clubes. Mantiene una estrecha relación con grandes del deporte internacional, aunque hay un nombre que destaca por encima de todos: Pep Guardiola, el alumno que ha llegado más lejos, el favorito. Le pregunto a Guardiola qué ha significado Cruyff en su vida deportiva y personal, y responde desde Múnich por e-mail: “Nada de lo que vemos ahora y hemos visto en los últimos 15 o 20 años en el césped de un campo de fútbol hubiera sido posible sin la llegada, el carisma, el talento inigualable de Johan. Imposible visualizar todo esto sin él”.

El día anterior a nuestra entrevista me cogió el teléfono Danny Coster, la mujer de Cruyff. Se conocieron de muchachos, pertenecían a la misma cuadrilla. He visto su boda en blanco y negro en YouTube, parecen príncipes. En casa de la pareja se escucha a Diana Krall y Elton John, se desayuna tarde y se respira calor –hijos, parejas, ex y ocho nietos– y compromiso.

“Acabamos de llegar de Zara, como cada año en diciembre; pasamos horas allí, y todos los vendedores imaginan que tenemos unos nietos muy mimados, pero no compramos para ellos sino para quienes más lo necesitan”, me confiesa ella. A punto de cumplir 45 años de matrimonio, la hija de Cor Coster, un vendedor de diamantes que se convirtió en manager del futbolista, es la otra mitad de Johan Cruyff.

¿Qué significa Danny en su vida?

Es importantísima en todas las cosas que hago, que muchas veces son problemáticas. Tiene una opinión muy formada. Antes de empezar un proyecto tenemos casi batallas sobre si debo hacerlo o no. Es muy fuerte y piensa muy bien.

¿Por qué no lleva usted móvil, ni utiliza el e-mail?

Si alguien me busca, me encuentra. Vivo con mucha intensidad, pero entre la actividad y el descanso tiene que haber un equilibrio. Y con el móvil no es posible.

¿Hace tiempo que no tiene estrés?

No tengo estrés, no. Aunque me encanta resolver problemas, me gustan los puzles y esas cosas; los he hecho toda la vida. Si me encuentro un problema quiero saber cómo puedo resolverlo.

¿Cómo se ata los cordones cada día sabiendo que es un mito?

Sobre todo, no hay que pensarlo, aunque a veces me sorprende que la gente sepa más de mí que yo mismo. Dicen que me conocen más de cuatro mil millones de personas.

Me han dicho que en su familia no son religiosos. ¿No cree en Dios?

Yo sí creo. No sé si se llama Dios, pero creo mucho. Hay algo superior a nosotros. No sé cómo, ni por qué, pero lo hay. Y creo también que tú puedes tener calidad, pero tienes que ser un batallador, invertir el 100% de ti mismo para recoger el 100% de tus posibilidades, si no lo haces no lo tendrás. Para dar batalla hay que ir con todo.

Y saber rodearse de las personas adecuadas.

Toda mi vida he tenido alrededor de cinco o seis asesores de todo tipo. Casi todos están en la fundación. Cuando dejé de ser entrenador e hice algunas cosas, me dijeron: “¡Ostras, ¿cómo puedes hacerlo tú, si no has estudiado?”. De hecho, solo tengo un diploma: el de natación. Hasta que piensas que ellos han estudiado un libro que está escrito, y tú uno que no está escrito: la calle, el comercio, el deporte... la vida. Aprender a actuar con cien mil personas contemplándote que te abuchean; ir a vivir con tu familia a otro país y buscar casa, colegios; tener también que ser el mejor cuando pita el árbitro... Tú tienes cosas por las que nadie ha pasado, por lo tanto tienes capacidad. Quizás no tienes el conocimiento, pero eso se puede adquirir. No es necesario saberlo todo sino ser consciente de lo que no sabes. Si tú dices, “¡Hostia, no tengo ni puñetera idea de esto”, busca a alguien, escucha a los demás. Aunque tengo mis propios pensamientos.

Usted tiene mucha autoridad. Y se sale con la suya.

Sí, es que esas cosas son así. Cuando iba a nacer nuestro tercer hijo, Danny y yo pensamos, ‘Bueno, estamos aquí’, y aquí había dos nombres que nosotros no conocíamos: Nuria y Jordi. Y resulta que fue niño, así que fue Jordi. Hicimos el registro en Holanda y al venir aquí a inscribirlo me dicen: ‘No, no, Jordi no puede ser’. ‘¿Cómo que no puede ser?’, repliqué. ‘Aquí se tiene que llamar Jorge’. ‘No, se llama Jordi, y se escribe así...’. ‘Eso no podemos hacerlo’. ‘Si no quieres hacerlo no lo hagas, es tu problema, no el mío, pero si escribes algo y yo lo tengo que firmar, entonces lo escribes como yo quiero’, les dije. Al final lo hizo, y me dijo: ‘Hago lo que quieres, ¿eh?’. No es que yo cambiara la ley, ni mucho menos, pero sin saber nada de política lo conseguí.

A su llegada a Barcelona se organizó un revuelo enorme, ¿qué recuerda de ese momento?

Sí, cuando vine aquí había problemas políticos y deportivos: mi club, el Ajax, me había vendido ya, de palabra, al Real Madrid. Pero como yo siempre he sido de “lo que ellos dicen no lo hago” y tenía ya relaciones en Barcelona -a través de dos antiguos entrenadores míos, Vic Buckingham y Rinus Michels-, me dije: "No voy para Madrid, voy a Barcelona”. Y a partir de ahí se organizó un lío tremendo: con los papeles, el transfer, la clasificación de Holanda para el Mundial... El día que debuté fue una liberación; y ese mismo día había una serie de catalanes que se habían reunido en secreto en una iglesia y habían acabado en la cárcel, así que todo el mundo fue a verlos allí y no estuvieron en el campo.

¿Se refiere a la detención de la comisión permanente de la Asamblea de Catalunya en la parroquia Maria Mitjancera?

Sí, no sabía nada de nada de eso, pero Armand Carabén, que era un buen amigo y presidente del Barça [fue quien hizo las negociaciones para el fichaje], me contó que aquella gente estaba en la cárcel y me pidió que firmara unas fotos. Yo las firmé sin saber nada de política. Entonces me sorprendió la que se montó, porque no estaba acostumbrado a estas cosas.

¿Sigue viendo los Barça-Madrid?

Sí, sí, pero no soy fanático

¿Y con el club, silencio?

Sí, no comparto como piensan y por tanto no quiero relación.

¿Por eso devolvió la insignia de presidente de honor?

Sí. Para mí la presidencia de honor es una responsabilidad, y, si no hay diálogo ni respeto, es una incoherencia e hipocresía seguir llevando esa distinción.

¿Qué es lo que más le molesta del Barça?

Que con el presupuesto que tienen eliminan los deportes amateur del club, que es “más que un club”. Siempre la excusa del dinero.

¿Cataluña tiene un problema?

Cataluña tiene el mismo problema desde hace 40 años, le veo poca diferencia. Lo que falta en ambos sentidos es el respeto a pensar diferente, a poder hacer las cosas diferentes y no solo aprovecharse.

¿Comprende el sentimiento independentista?

Bueno, sobre todo es un discurso financiero, ahí está la base, y a partir de ahí cada vez es un pasito más.

¿No cree que es un asunto político?

Creo que es una estupidez.

¿Separarse de España es una estupidez?

No, lo que yo creo es que no entenderse es una estupidez. Porque cada uno puede usar al otro de una manera positiva.

¿Pero dentro de España?

De política no tengo ni idea, pero si desde hace 40 años unos dicen que están mal tratados, hay que cambiar el tratamiento.

¿Cree que el poder escucha?

No, en líneas generales, no. Solo escucha cuando va mal, no escucha para mejorar las cosas. Yo soy tozudo y lo sé.

De usted también dicen que es arrogante, pesetero, seductor… ¿Cómo ha vivido todo esto?

A decir verdad, hay muchas cosas que pasan de las que no me doy ni cuenta.

¿También con las mujeres?

Normal, llevo 45 años casado, tengo 2 hijas.

Pero, ¿cómo ha llevado su atractivo?

A todo el que es conocido le pasa lo mismo, yo no me doy cuenta.

¿Ha tenido algún mito en el cine, alguna actriz?

No, no pienso en esas cosas. Ni elijo mi propia ropa. Quiero decir que son asuntos que no están en mi mundo.

¿De qué tiene miedo?

Bueno, yo tengo miedo a muchas cosas. El miedo a la altura, ahora un poco menos, pero hace quizás 15 años o más, a partir del segundo piso no podía acercarme al cristal. Nunca me verás en el metro.

¿Tiene claustrofobia?

Sí. A ir a un TAC donde metes la cabeza. No hago esas cosas. Los telesillas, por ejemplo, me superan; cierro los ojos y estoy en otra cosa, en otro sitio, me engaño a mi mismo.

En cambio, le asocio con la idea de la libertad.

Sí, casi todos en mi generación, en Holanda, eran guerreros. Queríamos cambiar las cosas que no estaban bien, que eran injustas.

Su sentido de la justicia…

Bueno, nosotros, por ejemplo, jugamos el Mundial de 1974, y hacía justamente dos años que el fútbol era profesional. Las empresas venían, había promociones… Y la Federación, en esa época, negoció con Adidas. Querían que lleváramos su camiseta, y yo pedí mi parte. Me la negaron diciendo que la camiseta era suya, y yo les dije que la cabeza era mía. Entonces en todo el Mundial jugué con una camiseta diferente del resto.

¿Se ha sentido expatriado en España?

No, soy y siempre seré holandés. Y vivo aquí muy a gusto.

¿Le disgustan los contratos millonarios de los cracks?

Sí. El 98% de los deportes es más pobre que un ratón; solo vemos el 2%, al Messi de turno y a todos estos que están cobrando de manera desmesurada. Y esto no es justo. A mí me da igual lo que cobren, pero el gran ingreso en el deporte viene de la publicidad. Por lo tanto, a esta gente no le hace falta cobrar tanto dinero por jugar.

¿Cómo ve el fichaje de Bale?

Es una exageración. Y mentalmente muy difícil de soportar para él. Espero que se olvide del tema y juegue como ha jugado desde niño. Claro que tiene calidad, eso es indiscutible. Pero si juega bien es que han acertado, y si juega mal, fuera. Todo un desbarajuste hacía la persona.

¿Es muy desequilibrante?

En todos los sentidos. De un día a otro pasas de superpobre a superrico ¿Cómo se puede llevar eso mentalmente? Es dificilísimo. Cuando tienes el dinero todos están a tu lado, pero los que dirigen, los presidentes de los clubes, los ejecutivos… nadie asume la responsabilidad de protegerles para que se dediquen a jugar al fútbol. Una de las excepciones es Rafa Nadal, este es un ejemplo como Dios manda, la familia le está protegiendo en todos los sentidos.

¿Cuál es su opinión sobre el Rey?

Soy monárquico, aquí y en Holanda. Son buena gente. Seguramente el Rey ha cometido estupideces, también ha cambiado la sociedad y se acusan más. Pero cuando le dijo a Chavez aquello de “¿por qué no te callas?”, eso solo lo puede hacer un Rey, alguien que está por encima. Me cae bien.

¿Y Letizia?

Hace un papel perfecto, es como Máxima en Holanda, la nueva generación.

¿Mourinho?

Debe ser un buen entrenador, pero la manera en que se comporta no me gusta.

Usted dice no ser ni de derechas ni de izquierdas.

Yo no soy de nadie.

Aunque tiene un acusado sentido social.

La palabra social se puede usar de varias maneras, y en este caso se trata de darle a gente lo que necesita, y no pensar en beneficios. Yo puedo ser mucho más duro o mucho más simpático que cualquiera. Hay que marcar la línea bien recta y, o se ayuda o no. En esto también soy muy holandés.


Posted originally: 2014-01-10 11:30:22

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