Los tiempos que corren, tan abruptos como la actualidad que inexorablemente nos invade, vomitan una imagen terrible mediante el imparcial espejo de la realidad.

Estos mismos tiempos, que deberían ser todo un banderín de enganche para quienes no dudan en escupir a la cara de un Sistema basado en la injusticia están mutando, exponencialmente, en algo radicalmente opuesto a todo cambio social… en positivo, claro.

En esta nuestra Europa, vuelven los viejos fantasmas, esos que creímos enterrados en el 45, con la victoria sobre el nazismo y que luego volvimos a creer aniquilados en el 74, al terminar la dictadura de los coroneles en Grecia. Seguidamente pensamos que estaban finiquitados en el 75, a la muerte de Franco. Posteriormente juramos haberlos desterrado para siempre en el 83 con el fin de la dictadura argentina. Finalmente, nos convencimos de que estaban erradicados definitivamente en el 90 cuando se apagó (lentamente, eso sí) la dictadura de Pinochet… por no mencionar a Brasil, Portugal, Uruguay, Paraguay y un largo etcétera que incluye a una Cuba aún en “activo”. Evidentemente, en estos apuntes sólo aludimos a las países que se encuentran bajo el “marchamo” occidental… de los demás para qué hablar.

Lógicamente, eso que quisimos entender como algo coyuntural y hasta superficial era, en realidad, fruto de generaciones y generaciones de penetración en los capilares del Poder… si es que no era el Poder en sí, claro está.

Nos aferramos a la idea de que todo lo acontecido era el irracional fruto de una barbarie coyuntural y del sinsentido era, sin embargo, la perfecta criatura amamantada y mimada por la crema de la engominada intelectualidad al servicio de una rancia casta feudal, que aunque discreta, sigue moviendo hilos, palancas y tramoyas.

Esta materia gris y económica de la intolerancia, lejos de salir en portadas y referencias históricas, prosigue en ese anonimato que permite mantener viva la llama de los diversos hornos crematorios. Para ello, adecuan los mecanismos adaptados a cada tiempo, con la precisa cadencia de los metrónomos de la muerte, para que en cada momento nada falle y que, a pesar de los rimbombantes y aireados cambios de cartón piedra, todo siga igual y con el rumbo prefijado.

Cruzadas de diversos tipos y pelajes prometiendo un nuevo orden siempre son precedidas por las teorías de Escuelas económicas como la de Chicago que, a su vez, abonan el terreno para un mundo en el que la intolerancia será la normalidad… una vez más. El caso es que, sin que importe el envoltorio, el contenido continúa corroyendo hasta la médula todo atisbo de Libertad quemando al ácido cualquier sospecha de molestar lo establecido.

Lejos de ser el pésimo guion de una mala película que reivindicara la teoría de la conspiración, este desarrollo no es sino un burdo dibujo de lo que, nos guste o no, parece vuelve a brotar en el seno de nuestra amorfa sociedad.

Nadie parece librarse de esta peste negra que, de forma falsamente cíclica (en realidad, siempre está latente/presente) asola y aniquila a quienes, constantemente contracorriente, sueñan y luchan por una sociedad que borre para siempre la idea de explotación. Esa epidemia, que por definición gangrena la Democracia, en realidad ya se ha comido medio cuerpo y espera, pacientemente, que dejemos que progrese la metástasis como si nada se pudiera hacer, como si el avance del fascismo fuese algo inexorable, inevitable y fatal cuando, en realidad, no es nada sin nuestro miedo… aunque asombre el empecinamiento en no querer verlo.

Sin embargo, todo apunta a que el Crepúsculo de los Dioses de “Libertad-Igualdad-Fraternidad”, que hasta hace poco venerábamos, alumbra, sin tapujos ni disimulos, una nueva era que, como mínimo, aspira a devolvernos al medievo más oscuro.

Pero no nos vayamos a engañar: si los perros de primera línea de ese amanecer cargado de intolerancia (siendo muy comedidos en la apreciación) son descerebrados con banderolas que apalean a gays, asesinan a raperos o incendian sinagogas, en la discreta segunda línea nos encontramos a sutiles manipuladores dispuestos, por poco que gire la Historia a su favor, a volver a vestir camisas de guerra y represión.

De la tercera línea para atrás, el búnker.

Estos últimos escriben, justifican, aspiran a gobernar, enseñan, sientan cátedra, construyen, legislan, mandan, ordenan, opinan en tribunas de alto copete, rezan por nuestra salvación, teorizan o simplemente financian un sentimiento que, nos guste o no, ya está captando adeptos en todas las capas sociales… y, aunque de nuevo nos suene imposible, encuentra su masa crítica votante entre los más desfavorecidos (el caso Le Pen en Francia debería servirnos de obligada referencia).

Los inmigrantes serán (bueno, ya lo son) los primeros objetivos prioritarios; los salvadores clamarán a voz en grito que vienen a comerse nuestro pan y nuestra seguridad social y que, por ende, se les debe rechazar a cualquier precio por pura supervivencia de la Raza; después vendrán los vagabundos y los enfermos mentales que en realidad, argumentarán mediante comisión de expertos, son las pústulas que escupe un cuerpo sano y que, por higiene social, hay que eliminar. Posteriormente les llegará la hora a los reivindicativos; a cuatro columnas la prensa del Movimiento (eso nunca falta) afirmará que sólo quieren vivir del cuento a costa de engañar a los pobres incrédulos que pagan cuotas y portan banderolas los Primeros de Mayo.

Luego, rápidamente será el turno de quienes prestan su pluma a un mundo diferente o de quienes se atreven a enseñar que las palabras arriba y abajo no pueden tener cabida en los diccionarios de una Escuela Moderna. Finalmente, si es que aún queda algo por esclavizar, irán a por todo aquel o aquella que simplemente sepa leer entre líneas… ejemplos en la Historia, lamentablemente, no faltan. Entonces, y a pesar de las mil y una advertencias, se habrá alcanzado la era de las brutales dominaciones y de la negrura más absoluta. El paraíso de los ingentes beneficios de los poderosos será nuestra atormentada realidad.

Exterminada cualquier posibilidad de razón frente a la fuerza o de oposición, alcanzadas las máximas cotas de sinrazón, logrados los objetivos de embrutecimiento nos arrastraremos, de nuevo, por los senderos que suelen imponer las dictaduras… eso si no los hemos elegido nosotros antes, obvio es.

Pero lejos de ser esto un canto al luto anticipado, aquí Al Sur del Edén, utópicos en esencia, queremos creer que aún todo es posible; quizás algún día, logremos darnos cuenta de que, vivamos donde vivamos, sea cual sea nuestro lugar de nacimiento y por muy diferente que sea el pigmento de nuestra piel, tod@s respiramos por dos pulmones, pensamos con un cerebro, vemos por dos ojos y sentimos con un sólo corazón.

Todo lo demás, todo ese estiércol en forma de demagógica verborrea del que pretenden nos atiborremos, todas esas poses hitlerianas pasadas de moda, todas esas teorías dignas de asco y responsables de decenas de millones de asesinatos (intencionadamente olvidados posteriormente, dicho sea de paso) son pura basura que, les guste o no, tiene el mismo hedor que, en su día, desprendieron Dachau, Mathausen, Treblinka o los gulags siberianos.

Así, la ecuación es fácil de resolver: si a más crisis, más intolerancia, a más Libertad…más Libertad.

Se trata, pues, pura y simplemente de decirles que No, sin más. No estamos dispuestos a que nos tomen por gilipollas otro siglo más. No vamos a permitir que se repitan los paredones. No vamos a consentir que nos marquen el pesebre a seguir. No nos dejaremos manipular en nombre de tal o cual “Orden Nuevo” y, esta vez, vamos a demostrar que, por fin, nos hemos ganado a pulso la denominación de Homo Sapiens… aunque sólo sea por esto.

Mi Mañica preferida, curtida en demasiadas desilusiones, otea en el horizonte malos tiempos para conjugar la palabra Libertad y afirma, contundente como ella sola, que “si al final somos tan animales como para no saber leer un simple libro de Historia es que, sin duda alguna, nos acabaremos mereciendo toda la miseria que se nos viene encima… con lo fácil que resulta ver, eso sí, cuando se quiere ver”.

El Crepúsculo de los dioses es mucho más que el fin de un modelo de “socialsociedad” que se desmorona a pasos agigantados porque, en el mejor de los casos, va a representar el nacimiento de un “amanecer dorado”… y eso como poco.

La señal de alarma ya está dada. Vislumbrando unos tiempos en los que los prisioneros no tendrán cabida, aún se puede cambiar el curso de las cosas; ya lo ha dicho mi Mañica preferida, solo se trata de querer ver. Sin embargo, y visto lo visto, tras los crepúsculos que tocan a su fin van resurgiendo, con inusitada fuerza, los “amaneceres putrefactos” de turno. No dirá que, desde este Sur con un Edén cada vez más bajo sospecha, no se le habrá avisado.

Ahora, usted le toca mover ficha. Eso sí, poco tiempo le/nos queda.