- Parece que fue hace un escalofrío que nos uníamos Tod@s en aquellos espontáneos encuentros por la Vida de Miguel Ángel Blanco...

Parece que fue hace un suspiro cuando Ceuta se hizo Una (menos unos cuantos que iban y vienen, para que nos vamos a engañar) para clamar su innegable sitio en la Carta Magna... Parece que fue hace ayer cuando éramos uno, todos uno, en Atocha a favor de la Paz... Parece que no aún no ha pasado esa voz de voces, unitaria, fuerte y única exigiendo solidaridad y demostrando lo mejor de nosotros mismos en Haití, en Etiopía, en el sureste asiático o en Japón... Parece que hace nada cuando pusimos nuestros corazones en el mismo diapasón pidiendo lo imposible porque, allá, bajo los adoquines estaba la verdadera playa... Parece que sólo ha pasado una brizna de indomable Levante desde que vibramos con el “yes, we can”... Y es que hace nada que, en la conciencia colectiva que todos integramos, nos conjurábamos con tono de 15-M contra la pobreza y la mierda que ahoga a los de siempre para mayor provecho de “Ellos”... Y de todo esto sobran detalles y ejemplos para ilustrarlo.

Es curioso que, en unos tiempos en que la doma para conseguir que saltemos tras la zanahoria es cada vez mas sofisticada, es curioso que en estos precisos momentos todavía seamos capaces de sumar para no restar, aunque sólo sea por unos instantes, momentos o fragmentos de tiempo. Pero quizás tengamos que ir un poco más allá. Quizás sea época de sumar para sumar, quizás toquen porciones de calendario con reflexivos sobresaltos en los que se diga, alto y claro, que todos somos uno porque uno somos todos...

Al tiempo que todo lo gris nos rodea y parece, de forma inexorable, que la nada nos conduce a un todo con forma de código de barras, resulta apasionante que seamos capaces de levantar el dedo, un simple dedo tímido, anónimo e inocente para preguntar ¿Por qué?

¿Por qué tenemos que pagar los platos rotos que no hemos destrozado?

¿Por qué permitimos que se acumulen indecentes fortunas a la sombra de los cadáveres del tercer mundo, y todo ello sin apenas rechistar?

¿Por qué dejamos, como en La Peste de Albert Camus, que cambien las chimeneas de sitio para que el hedor a podredumbre no nos invada?

¿Por qué consentimos que nuestra piel valga, Declaración de los Derechos Humanos incluida, más que la de otros?

¿Por qué nos tragamos sin rechistar que la Ley del más fuerte es la Ley?

¿Por qué vemos como normal que, unos y otros, utilicen el nombre de Dios para perpetrar barbaridades?

¿Por qué avalamos con nuestro voto/consentimiento que nos dirijan sin más derecho que aguantar?

¿Por qué dejamos que se tire la comida mientras, cada pocos segundos, revienta de hambre un ser humano?

Parece que, aquí, al Al Sur del Edén estamos condenados a repetir la creencia en ilusiones y espejismos varios hasta que aprendamos de los naufragios.

Si es que me lo repite hasta la saciedad mi mañica preferida, la emancipación del Ser Humano ha de ser obra del propio ser humano... O no será, aunque, eso sí, me gusta mucho más cuando dice que tenemos un mundo nuevo en nuestros corazones, otra cosa es que tengamos lo que hay que tener para ponerlo en práctica.

Y es que, no guste o no, parafraseando a Unamuno, parece que fue ayer cuando tomamos La Bastilla... Y visto lo visto, de poco nos ha servido.