- Jacques Cousteau revolucionó el mundo del buceo, en los años 40, con la invención del equipo autónomo para respirar bajo el agua y, en los 50, con la publicación de su libro 'El Mundo del Silencio', con el que nos enamoramos del placer de la inmersión.

'El Mundo del Silencio' fue, y sigue siendo, todo un clásico además de una referencia obligada para quienes visten el neopreno.

Desgraciadamente, lo que Cousteau vino a describir como un universo de silencio no es privativo de los abisales; aquí, Al Sur del Edén, los silencios son la forma de comunicación más común de quien tiene el deber de decirnos/aclararnos cosas. Se prefiere, de lejos, que la ausencia de palabras sustituya a las exigidas y pertinentes explicaciones. Lejos del conocido “el que calla otorga”, en estos lares el hecho de llenarlo todo de nada es una muy considerada y sibilina forma de salir triunfante de las lides dialécticas. Dicho de otra forma: no se dice nada para ganar tiempo y si, con suerte, España gana otro mundial, se consigue desviar la atención por completo.

Pero mientras llegan goles y copas, el Mundo del silencio es el que envuelve a la cúpula del PP –con su presidente de partido/nuestro Presidente del Gobierno a la cabeza- que, sin disimulo alguno, elude los vocablos “Bárcenas” o “Gürtel” para afrontar las pertinentes responsabilidades. Inmerso en un intenso fuego cruzado, Rajoy tiene que pasar por el trago (malo, muy malo, diría yo) de transitar por el calendario político fintando cañonazos que, vista la ínfima capacidad de reacción y de ilusionar en la “casa de enfrente”, son más propios que extraños, seguro.

Debe de ser complicado, muy complicado, guardar el equilibrio entre tantos intereses creados (patrios y foráneos) que poca capacidad de maniobra deben de estar dejando a quien tiene su despacho en Moncloa. Los silencios del Presidente, en uno de los peores momentos económicos (si no el peor) de la Democracia, son una forma enrevesada de aplicar el “mirar para otra parte” para no dejarse el pellejo intentando justificar lo obviamente injustificable.

Pero mientras los expertos en Comunicación intentan lanzar cortinas de humo sobre la pestilencia, la testaruda realidad representa una dura corriente complicada de sortear. Nada fácil resulta tener que disimular que el otrora tesorero del Partido Popular (y poseedor de millonarias cuentas de euros en Suiza supuestamente creadas de la nada) ha estado, según informaciones no desmentidas, en nómina hasta hace poco en la calle Génova, y todo ello cuando millones de parados esperan las bolsas de comida de Cruz Roja o Cáritas, entre otros… de ahí los silencios, o las afirmaciones de que se quiere lograr un gran pacto contra la corrupción. ¿Pacto? Se trata de ser limpios y dejar la opacidad de una vez por todas, no de establecer pactos de cara a la galería evitando el debate central: ¿Quién? ¿Por qué? ¿A beneficio de quién? Preguntas sin respuestas, evidentemente.

El caso es que ni por esas, ¿consecuencia directa del Poder?

La sombra Bárcenas, peineta al viento, y lo mucho que debe saber, evidentemente (no olvidemos que fue imputado por la antes aludida trama Gürtel, por algo será ¿no?), planea sobre un Presidente que, al margen de ofrecer tele-intervenciones a los periodistas (la “Canallesca” es lo que tiene, hasta se atreven a preguntar los poco considerados) poco, o nada puede ofrecer para que los ciudadanos podamos confiar ya en la clase política en general.

La verdad es que cada vez más toda esta surrealista basura parece sacada de la película “Bananas” de Woody Allen, cineasta norteamericano que tiene por sana costumbre no callarse nunca. Pero no, es la patética realidad.

Ojalá los silencios fuesen sólo patrimonio de todo lo relacionado con los casos Bárcenas y Gürtel. No, lamentablemente no es así… más quisiéramos.

Vacío total de palabras para explicarnos por qué se llevan a cabo las privatizaciones, por ejemplo de la Sanidad que, lejos de abaratar los costes, sólo redundan en la calidad de nuestra salud… negativamente, claro.

Misma estrategia para evitar desmenuzarnos las ventajas de una reforma laboral que, sin remedio alguno, ha provocado una terrible hemorragia de despidos sin estimular el empleo en lo más mínimo. ¿Ventajas para quién, entonces? Se aceptan propuestas.

Más silencio frente a la voladura controlada de la Educación. Bien es verdad que, en todo esto, Wert es tan sólo una mera anécdota. El ministro sólo aplica las reglas que establecen otros, sin embargo es bajo su imperio cuando estamos viendo cómo las aulas de la Escuela Pública tienen cada vez más alumnos que sufren de hacinamiento o cómo se tarda, como mínimo, tres semanas en sustituir a un profesor enfermo. Es de suponer que invertir en futuros parados no tiene el más mínimo interés, de ahí el brutal recorte en las cosas de enseñar, porque otra explicación no tiene.

Ni una palabra han gastado tampoco, ni los unos ni los otros (para qué nos vamos a engañar) en hacernos entender por qué el presidente del BCE, Mario Draghi, debía comparecer, sin luces ni taquígrafos, en el Congreso de los diputados para dar cuenta (¿He escrito dar cuenta?... mal expresado, “para informar” debe poner) de las medidas que se están tomando. Siempre ha estado mal visto hablar de los electroshocks, calladitos mucho mejor para todos… sobre todo para ellos, lógicamente.

Más silencio es lo que han tenido los diputados en los alrededores del Palacio de las Cortes; sellada a cal y canto, la Carrera de San Jerónimo parecía más un paisaje de ciudad fantasma que cualquier otra cosa. Ha quedado evidenciado que el ruido molesta… y el del populacho, más. Al paso que vamos, cualquier día se contagia el virus del silencio y acaban por cerrarnos el resto de calles, y si no al tiempo.

Silencio es todo lo que rodea y tiene relación con Método 3, una turbia agencia de investigación en la que todos se espiaban unos a otros… y muchas de las escuchas se efectuaban en el mismo restaurante. De locos. Probablemente la ausencia de explicaciones rodee un caso con el que, según la policía, se podían llenar varias furgonetas con los documentos interceptados. La más absoluta nada en cuanto a ofrecer información en torno a quién pagaba, para quién y por qué. Al margen de los chistes fáciles sobre este asunto, lo cierto es que volvemos a principio de los 90, cuando todo el mundo decía tener dossier de todo el mundo… y amenazaba con publicarlos y/o venderlos, claro. Cuando se esgrime la posibilidad de airear papeles supuestamente comprometedores, y se da la callada por respuesta, todo apunta a que ese “todo el mundo” teme que se sepa algo “de lo suyo”. Resultado final: embrollo infinito y ni una palabra. Lo típico.

Dicen, y no sin razón, que los silencios llenan los mismos espacios que los ruidos y, por ende, a mismo peso la nada siempre es preferible para el Poder, no vaya a ser que la chusma empiece a pensar hilando mensajes y juntando palabras con palabras. No, definitivamente, mucho mejor el lenguaje oscuro a las explicativas oratorias en el foro; total, si al final hasta acabamos agradeciendo el peso del yugo y los latigazos.

Mi mañica favorita, que no suele extenderse mucho en sus silencios, afirma que los únicos silencios que le gustan son los que componen las partituras, “porque -asegura- en las jotas (como en las demás composiciones musicales) a todas las notas les corresponde un silencio… pero sólo en música, porque en todo lo demás -sentencia- sólo pueden significar dos cosas: incapacidad o traición. En ambos casos –reitera- de nada nos sirven, y si no sirven que se marchen por donde han venido que ningunica falta nos hacen, todo lo contrario”. Clarita sí que es… poco silenciosa, también, para qué negarlo.

Cousteau fue capaz de darle la vuelta a lo establecido escribiendo, ahora sólo falta que usted y yo seamos capaces de darle un nuevo giro a la situación alzando la voz para romper ese silencio que nos atenaza. Es fácil, sólo se trata de empezar… Inténtelo, aunque sólo sea para probar a qué sabe el ejercicio de la Libertad. Como siempre, aquí le espero… ya sabe, a partir de dos ya es plural, no lo olvide.