Los jubilados son mayores, no idiotas


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Javier Ángel Diez Nieto 

¡Somos mayores, no idiotas! Es el magnífico slogan que últimamente corre por todo el país. Porque esto es lo que la banca está llamando a los jubilados… ¡Idiotas! Y así se entiende con las dificultades que les están poniendo en sus oficinas, con la aplicación de sus nuevas tecnologías, que evitando cualquier molestia solo buscan ampliar sus beneficios. Por cierto, beneficios que los jubilados les han dado desde siempre, obligados por imperativo legal. ¡Si…por imperativo legal!, porque la única fórmula de cobrar las pensiones de jubilación es a través, única y exclusivamente de la creación de una cuenta corriente en sus bancos. Cuentas de las que además cobran unos sabrosos dineros por su obligado mantenimiento y con los que ellos sacan buenos beneficios. Eso sí, se defienden diciendo que ellos son entidades privadas y por ello son libres de hacer lo que quieran ante la usencia de normas legales que los limiten. Y con esta política de bajo nivel navajero, la banca impone una única verdad… ¡La suya!

Hasta ahora, siempre eran los jubilados gentes deseadas por la banca española, ya que mantenían sus beneficios y sus cajas siempre llenas. Hasta el punto, que muchísimos descansaban y les reconfortaba hablar con aquel agente bancario que amablemente los atendía asesorándolos y cuidando a su manera de sus propios intereses. Esto era, al menos, lo que ellos mostraban, ganando la total confianza de las personas mayores. Eran por tanto amables gestores de sus cuentas corrientes en los cuales muchos confiaban.

Mas ahora, en base a esa terrible idea capitalista de búsqueda de beneficios empresariales a toda costa, los mayores ya no les interesan. Porque siempre los jubilados estarán ahí obligados por imperativo legal a mantener sus cuentas, y entonces a ellos les da lo mismo que protesten o que no se conformen. ¡Qué más da! Si su cuenta de beneficios, en su sistema exclusivamente financiero, los hace esclavos de sus caprichos. Y conforme a su desprecio, han llenado sus cada vez más escasas sucursales de nuevas tecnologías, que aumentan sus recursos económicos sin gastos innecesarios, como son los de la seguridad social de sus empleados y demás inconvenientes que la mano de obra humana conlleva.

Ahora, obligan a tener cada uno en su casa un ordenador y adquirir conocimientos previos de su manejo, para acceder vía electrónica a sus cuentas, si pretenden realizar cualquier gestión y hacer las operaciones que deseen realizar con su dinero, sin compromiso alguno por su parte, o en el mejor de los casos que siempre les acompañe alguien que sepa hacerlo en sus cajeros automáticos, haciéndolos dependientes de otras personas. Como única solución, mantienen ese gran invento de comodidad, que determina la necesidad de cita previa. Por cierto, con teléfonos que nunca se atienden, por más que llamen. Al tiempo, que les obligan a permanecer en la calle aguantando la diferente climatología, si quieren ser atendidos. Total…que, para ellos, son simplemente ganado obligado a aceptar sus caprichos económicos.

¡Vamos…que además de ser desechables consideran a los jubilados como idiotas! Consideración nada respetuosa con las opiniones personales que debe tener el bien nacido. Es el capital sin control el que se impone, verdadero cáncer del propio capitalismo, donde la persona humana es prescindible. Pero no nos engañemos, la banca, confisca y pervierte la realidad social de la convivencia en la sociedad en cuanto a su derecho de una buena gestión personal de sus propias cuentas. 

Otro problema es la drástica reducción de las sucursales bancarias en las pequeñas poblaciones, obligando a sus mayores a desplazarse a otros lugares, a veces distantes, muchos kilómetros de su vivienda. Lo que quizás debían pensar que en todavía en este país son casi 9 millones de personas que todavía siendo mayores no son idiotas y además seguirán aquí por mucho tiempo. ¡Y esto no es cualquier cosa!

Sin duda, esto es un claro intento de la actual economía que reduce al hombre deshumanizándolo, mediante una serie uniforme de normas, sin variedad humana. Se olvidan que estos jubilados, son nuestros padres y abuelos, quienes nos dieron vida y la capacidad de defendernos en la vida, sin pedir nada a cambio. Y como recompensa a sus desvelos, la banca ha decidió eliminarlos por su simple beneficio. ¡Y no son los únicos, que quieren que desaparezcan! Pero que todos ellos no olviden, que antes o después ellos serán inexorablemente también los perjudicados con sus insolidarias políticas.