La ciudadanía ceutí ha tenido que asistir la pasada semana a un debate político de escasa altura a costa del estatus que la Unión Europea debe conferir a Ceuta. Nuestros representantes políticos han demostrado en general, una vez más, no ser todo lo capaces que la situación les requiere.

Por un lado sorprende que el PSOE busque un conflicto en algo que no debería generar debate alguno. La Conferencia de Presidentes, esto es, el presidente del Gobierno y los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas y las dos Ciudades Autónomas que componen el mapa administrativo del país tuvieron el acierto, no cabe otra valoración distinta, de recoger la necesidad de trabajar a favor de que la Unión Europea reconozca las especiales circunstancias que sufren Ceuta y Melilla dotándolas de un mejor trato en los presupuestos europeos. El PSOE ha querido minusvalorar el éxito para restar méritos al Gobierno, presente en ese foro, sin saber muy bien qué objetivo logrará con eso que beneficie a la ciudadanía.

De otro lado, el PP se ha agarrado como a un clavo ardiendo a ese indudable éxito para tapar la escasa inversión que llegará a Ceuta en los Presupuestos Generales del Estado. Equivocando el tiro al tratar de vincular, como el PSOE, ambas cuestiones.

Puestos a relacionarlas, como han hecho los líderes políticos de esta ciudad, se abre un abanico de preguntas preocupantes para la ciudadanía teniendo en cuenta que la situación económica de la Unión no es tampoco boyante; baste un ejemplo: No hay dinero para las becas Erasmus ¿El trato especial que nos dará la Unión Europea, de conseguirlo, será como el trato especial que nos han otorgado los Presupuestos Generales del Estado, una reducción de la inversión porcentualmente menor que la de las demás regiones dado el escenario de escasez económica que asola a Europa?. Mejor no abrir ese debate.

Convendría que se debatieran la bondad o la maldad de los Presupuestos Generales del Estado sin mezclar en el asunto el estatus que Ceuta merece dentro de la Unión Europea para evitar disgustos, disensos y trampas que acaben por tirar por la borda lo que ha sido un buen trabajo que puede dar frutos en el futuro. Y eso vale tanto para el PSOE como para el PP.

Y es que parece complicado discernir si los Presupuestos Generales son óptimos, buenos, malos o nefastos para los intereses de Ceuta. En términos absolutos y de forma objetiva la inversión proyectada no cubre ni de lejos las carencias que necesita solventar Ceuta. Necesidades de ahora que no pueden esperar a que la situación económica mejore, porque seguramente en ese lapso, las necesidades crecerán contribuyendo a que la situación sea peor. Por otro lado, es igual de objetivo decir que el trato contextualizado y viendo como va a quedar el país es bueno. Tampoco sirve para desequilibrar la balanza, pero cabe decir, que el Gobierno local y los representantes de la ciudadanía tienen la obligación de ser igual de reivindicativos con el Gobierno central como lo quieren ser con Bruselas sin miedo a recibir un no por respuesta que pueda afear al partido del gobierno de turno. Eso debería ser norma de conducta del Gobierno, que no fue nada comprensivo con los presupuestos del PSOE de hace dos años, también en plena crisis y con una situación nada buena. Al igual que el PSOE local entonces fue muy comprensivo con esos presupuestos que planteaban una cárcel donde lo que se necesitan son colegios.

Volviendo a Bruselas. Da la sensación de que el Gobierno, quizás no llegue tarde, al menos no 30 años, pero sí es cierto que no ha sido hasta estos dos últimos años cuando ha intensificado, por no decir introducido, en su discurso la necesidad de que la Unión Europea trate mejor a Ceuta. Cabe preguntarse ¿qué hubiera pasado si esta misma actitud la hubiera tenido el equipo de Vivas desde el día después de derrocar a Sampietro?

Quizás entonces no había tanta escasez en las arcas públicas. Llegaban buenas ayudas de Bruselas y las partidas de ayudas ni se llegaban agotar por la falta de iniciativa tanto pública como privada.

No disculpa al Gobierno. No la tiene porque su órgano asesor, el Consejo Económico y Social, que para algo está, ha plasmado el riesgo del recorte de ayudas europeas memoria anual tras memoria anual desde el año 2003. Ejercicio presupuestario europeo y medio después llegó la escasez y la urgencia.

Y más aún. Sería excelente que llegaran más ayudas de Bruselas, pero sería aún mejor que además, el Ejecutivo tuviera un plan trazado claro y consensuado de qué hacer con ese dinero. De lo contrario se puede volver a dilapidar un capital económico enorme sin que repercuta en la creación de empleo y de tejido económico (a los datos nos remitimos para afirmar ese fracaso: casi 13.000 parados y una dependencia absoluta de la sopa boba de los Planes de Empleo). Convendría también ir pensando por si se triunfa en esa misión en fiscalizar de forma mucho más exhaustiva las ayudas a la formación, saber cuántos desempleados se han logrado insertar en el mercado de trabajo con contratos indefinidos y con qué acciones concretas de éxito. Al tiempo que se busca algo más que grandes superficies que engordarán una parte de su cuenta de resultados restando facturación al pequeño comercio local. Son sólo dos sugerencias.

Ahí va otra. Tal vez convendría aprovechar este redescubrimiento de lo que Bruselas puede hacer por Ceuta y ese nuevo espíritu combativo y de apoyo unánime a las necesidades de Ceuta para enganchar en las peticiones a Europa que de una vez por todas la ciudad y la Unión atajen lo que debe ser entendido como una vergüenza sin paliativos para los 27 miembros de esa unión: la frontera del Tarajal. No es una instalación digna de Europa. Empezando por la incomprensible ilegalidad que supone no contar con una aduana comercial y la permisividad del contrabando. Una medida que sin duda depende de la fuerza negociadora de Europa más que de España para forzar a Marruecos a aceptarla. Una medida amplia y reiteradamente demandada por los agentes económicos y que sí contribuiría sin duda alguna a generar mucho tejido económico en uno y otro lado de la frontera. ¿No es de eso de lo que se trata la política? ¿De desarrollar acciones que repercutan positivamente en la calidad de vida de la ciudadanía?