- El texto constitucional cumple 33 años en un panorama desalentador para todo el país.

A España le crecen los enanos en forma de problemas y lo peor de todo es que parece que la solución aún está lejana y ni siquiera depende de las decisiones que se tomen en nuestro país puesto que las directrices las marcan otros.

Lejos queda aquel 6 de diciembre del 78 en que fue celebrado un referéndum entre la población de todo el territorio nacional bajo la pregunta: “¿aprueba el proyecto de Constitución?” y que obtuvo como resultado la aprobación del proyecto respaldada por casi un noventa por ciento. Los que vivieron esa época lo recuerdan con nostalgia, los que no, nos imaginamos lo importante que tuvo que ser poder participar de una decisión tras una larga dictadura en la que era impensable que el pueblo pudiera decidir en unas urnas.

Sin embargo, hoy por hoy, es curioso observar cómo el avance del tiempo no ha implicado muchas veces el avance de la democracia, puesto que hace unos años sería impensable que ocurriera lo acontecido a lo largo de este año 2011, hace apenas unos meses, cuando Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español pactaron la reforma de la carta magna de manera total y absolutamente exprés y urgente, y, lo que es peor, sin referéndum. Después de más de treinta años de “democracia” se prescinde totalmente de la población a la hora de una tomar una decisión tan importante como una reforma constitucional.

Ambos partidos pusieron de manifiesto lo poco que les importaba la opinión del pueblo soberano acordando de espaldas al mismo los términos de la reforma. De hecho resulta inaudito que partidos, supuestamente, tan diferentes se pusieran de acuerdo para realizar semejante ataque a la democracia. En apenas diez minutos, ya se había encorsetado el gasto público en España.

Pero posiblemente, de esos barros, vienen también estos lados. A unos, PSOE, les supuso una gota más en el ya de por sí lleno vaso de la desconfianza de la población española. A otros, PP, les (pre)supone el cumplimiento de lo acordado, aunque viendo alguna de las pifias con las que comienza el que será Presidente del Gobierno, permitan que lo dude.

El texto constitucional ha quedado desgraciadamente reducido a un mero documento marco en el que la utopía es la protagonista. ¿Derecho a una vivienda digna? ¿a un trabajo? ¿a la educación obligatoria y gratuita? ¿a la protección de la salud? ¿a la igualdad?....

El bipartidismo ha demostrado durante su alternancia en el gobierno que dista de dar cumplimiento a todos esos derechos (siendo conscientes de que evidentemente también hay que cumplir con las obligaciones), y lejos de ello, cada vez que ha podido, ha acabado recortándolos y limitándolos.