- Ceuta es la autonomía en la que los ciudadanos se sienten menos seguros. ¿Qué raro? Dicen algunos con ironía.

Con ese dato, actualizado por la prensa hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística reflejaba algunas de las preocupaciones de la población. Normal que nos sintamos inseguros cuando hay quienes campan armados a sus anchas como si estuviéramos en el viejo oeste. Todo el mundo lo sabe y, a la vez, nadie sabe nada.

Lo mejor que podría pasarnos respecto a la seguridad es no tener ni que hablar de ella como muestra de que todo funciona bien. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Cuando no son los robos, son los atracos, los incendios de vehículos, los tiroteos, los acuchillamientos, las peleas….

Y así, llegamos a momentos en los que cuando se comenta que ha habido un nuevo golpe de violencia hay quien se encoge de brazos, quien pregunta si ha sido en el príncipe y quien concluye que el asunto de la seguridad se ha ido de las manos de quienes tienen la competencia por diferentes motivos. Y así en un constante dèjavu en el que se suceden en el tiempo la violencia, las reflexiones, las mejores o peores actuaciones por parte de quienes compete, las órdenes, el olvido… y vuelta a empezar la espiral de la que estamos todos más que hartos.

Todo eso nos lleva a varias situaciones cada vez más preocupantes: desde la normalización de los supuestos ajustes de cuentas, teoría más que recurrida para justificar que se produzcan crímenes, pese a que nada debería servir de excusa al uso de violencia. Pasando por sumar esa terrible sensación más que extendida en muchas barriadas, periféricas y céntricas, de que pase lo que pase, los responsables llegan tarde y mal; y, finalmente, el alarmante número de armas que aparecen en nuestra ciudad sin que nadie sepa, supuestamente, de dónde salen tantas.

Mientras esas dudas existen, mientras unos se plantean qué hacer o cómo hacerlo, muchísimas personas viven su día a día preocupados por lo que les puede pasar a sus hijos e hijas mientras están en la calle. Lo peor de ello, es que esa angustia se afronta día a día, con una horrible sensación de soledad y de abandono por quienes deberían solucionar, que no parchear, el problema de la inseguridad de Ceuta.

Bajo ningún concepto podemos permitirnos que nuestras calles se conviertan en el escenario de ninguna película basada en favelas en las que el tráfico de drogas, la delincuencia y los tiroteos sean los protagonistas.